Los refranes y expresiones idiomáticas denotan imágenes que nos acercan a la cultura y tradición del lugar donde se originan. Si tomamos en cuenta que nuestro hablar y pensar se ven influidos por nuestra historia, geografía, política y demás elementos, podríamos decir que entre Venezuela y Argentina hay una marcadísima distancia (4.992 kilómetros, según Google). Después de todo, uno está al norte del sur y el otro al sur del sur.
Sin embargo, y a pesar de que mis amigos argentinos me consideran más centroamericano que sudamericano por tener el Caribe, unas cuantas expresiones idiomáticas han sido punto de encuentro entre nuestros gentilicios, casi funcionando como punto de complicidad. Por supuesto, siempre hay interesantes matices de diferencia.
Un ejemplo de lo parecido y diferente que somos: a caballo regalado no se le mira colmillo versus no se le miran los dientes. En determinado momento parece que a los venezolanos nos interesó ser quisquillosos con los colmillos. Si no somos expertos hipólogos, tenemos esperanzas en la gastronomía: la masa no está pa bollo. Pero Diego me corrige: “El horno, che. El horno no está para bollo”. Yo pienso en masa. Él piensa en horno. Pero el punto es que “no están para bollos”.
Por cierto, hablando de visiones e imaginarios sociales, nosotros hablamos español, ellos sí hablan castellano. Y de ahí se explican a sí mismos la razón del famoso yeísmo rehilado. En todo caso, tanto a venezolanos como a argentinos nos molestan los aduladores, conocidos entre todos como chupamedias. No, jalabolas no se usa en el sur.
Si hay un elemento indiscutible que une a los latinoamericanos es tener pésimas administraciones políticas desde tiempos inmemorables y que causan grandes desigualdades según el lugar donde se viva, lo que a su vez genera frases como Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra. Ésta se da la mano con Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires. Pero, pero, pero... no son equivalentes perfectos porque la referencia de la centralización argentina la dicen en provincia como crítica al sistema que da privilegios a los porteños. En Caracas lo dicen con aires de superioridad hacia el interior del país.
Cuando en Venezuela hablamos de una persona brillante, decimos coloquialmente: “Es un duro”. Estar o ser “duro” en Argentina significa que se ha consumido alguna sustancia ilícita. Por el contrario, les dicen capos a los duros; y si el capo está drogado, es un capo duro. ¿O un duro duro...? ¡Zape, gato! (no hay equivalente argentino). Lo que nosotros llamamos tapado como sinónimo de torpe o tonto, acá le dicen comúnmente tarado, cosa que entendemos, pero también está el refrán Uh, no le llega agua al tanque, que hace alusión a la irónica, cruel y célebre frase ¡le cuesta al pibe...!, que se da la mano con ¡este si es tapado!
Si vamos por el camino soez, marico es puto, cachapera es torta, un tipo que es perro puede ser un gato. Si eres un mangazo, las chicas te llaman potro y para que no les digan putos, los chicos te llaman fachero, que también se usa como insulto si eres un pantallero, creído. Caballota no se dice, pero yegua sí, sólo que es cualquier persona malvada. Y mejor no entremos en el tema del lunfardo, porque con eso de poner las palabras al revés, decir el anglicismo happy con ingenuidad pasa a ser incómodo porque piensan en... mejor dejémoslo hasta aquí.
—¿Aquí decís vos? Acá se dice acá.
—Bueno, tú entendiste.