lunes, 30 de septiembre de 2024

La madre de las literaturas [CDLXXX]

Edgardo Malaver

 

 

“Esos genios de la lámpara maravillosa...”.
Barbara Eden en 1966

 

 

 

         Uno tarda en darse cuenta, pero el mundo rebosa de evidencias de que la literatura nace de la traducción. No habrá sido siempre ni en todas las civilizaciones, pero donde una estirpe humana, en su desarrollo, en su expansión, ha tenido dificultades en el parto, siempre ha venido en su auxilio la traducción para traer al mundo un nuevo vástago que la haga grande y la eternice; pero a veces le ha tocado a la traducción sentir los dolores y parir la literatura y después velar el embellecimiento progresivo de la criatura poética que el pueblo venera y multiplica sin darse mucha cuenta de su valor.

         Miren cómo los romanos llegaron a Grecia —nada menos—, la vencieron, la dominaron, y Grecia, que era la que ya poseía una literatura madura y florecida, contagió la literatura al pueblo latino. Qué caso tan curioso de pueblo conquistador que adopta la cultura del pueblo conquistado en lugar de imponerle al otro sus dioses, su forma de alimentarse, sus letras. Los romanos se llevaron a la ciudad de Roma toda la poesía y todo el teatro de los griegos y se lo entregaron a los esclavos traductores y, en un primer tiempo, lo que hicieron fue leer traducciones y escribir imitando lo que habían escrito los griegos. Fue bastante rato después cuando los poetas latinos se emanciparon de los modelos de Homero y Aristófanes, y sólo así comenzaron a germinar los Virgilios y los Horacios.

         La pieza literaria árabe más conocidas de todas, Las mil y una noches, es también un parto de la traducción. Esta obra no nos llegó ya formada del Medio Oriente. Fueron los traductores europeos, especialmente los ingleses y franceses, los que la fueron moldeando, podando, ajustando a la moral y al carácter de su época, hasta fijarla en la forma que exhibe hoy y que nos habla, como debe una obra de arte de buena ley, del espíritu humano, de lo mejor y lo peor que habita en el hombre. Es decir, la fórmula mágica de Alí Babá, el arrojo de Simbad, la picardía de la propia Sherezade, al final, han llenado nuestras noches y han visto aparecer el sol en Occidente gracias al talento de mil y un traductores, esos genios de la lámpara maravillosa que son también como vivas imágenes del misterioso poder que contienen las palabras.

         La propia Biblia, el texto literario escrito en Oriente que por más que se le evada ha terminado permeando las fibras de todo lo que se ha escrito en Occidente durante los últimos dos mil años, es resultado de una traducción constante durante todo su lento itinerario de escritura. Mil años estuvo creciendo en ese útero nutricio que es la cultura hebrea, escribiéndose a sí misma en la pluma de autores que citaban a lejanos antepasados que habían escrito en otros idiomas, hasta llegar a la era cristiana, protagonizada por gentes que se comprendían aunque se hablaban en lenguas extranjeras. Y en el presente, ninguno de nosotros tiene en casa una Biblia que no sea una multitraducción literaria —¿o una traducción multiliteraria?— de todas sus narraciones y poemas a la lengua de cada quien.

         Y Don Quijote... Usted que ya tuvo, como diría Unamuno, la dicha de leer Don Quijote por primera vez, se habrá quedado con la boca abierta al oír al narrador, a pocos capítulos de principio, que aquel libro que tenía entre manos era, ni más ni menos, una traducción. Se habrá reído con las risas del muchacho que el narrador contrata para que traduzca la “verdadera historia del ingenioso hidalgo”, que con tanta inocencia se mete en cada pleito que existe, que se embarca en cada locura que se le atraviesa, que dice cada palabra sabia que se le adhiere a los labios. Y es la obra más grande que se haya escrito jamás y al mismo tiempo es una traducción, al menos dentro de la ficción, donde el protagonista diserta con tanto acierto sobre la traducción como actividad intelectual y como producto literario.

         El camino por el cual hemos llegado a la concepción de la cultura en todos los países discurre de vez en cuando por trechos y parajes circundados de traducción, cubiertos de poesía traída de otras tierras y enamorada de la lengua del nuevo lugar que habita, olorosos sus campos y ciudades del saber de otros pueblos, tapizados sus muros de palabras traducidas, que es casi lo mismo que decir, como Zorrilla, que “están respirando amor”.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año XII / N° CDLXXX / 30 de septiembre del 2024

  

lunes, 23 de septiembre de 2024

Palabras (II) [CDLXXIX]

Luis Roberts

 

 

Salona, Croacia, con las ruinas del antiguo anfiteatro romano

 

 

 

         Volvemos.

         Pasamos a la literatura.

         Una de las mejores, si no la mejor, escritora inglesa del siglo XX, Rebecca West, es la autora de un monumento histórico-cultural y viajero: “Cordero negro y halcón gris”. Dos volúmenes de 800 y 700 páginas donde disecciona con una profundidad y una belleza exquisita los Balcanes en 1937. Uno, que ha conocido de cerca un poquito de lo que Rebecca recorrió, entiende por qué los croatas son tan admirables y despreciables al mismo tiempo, igual que los serbios, casi. Como Roma sojuzgaba y despreciaba a Iliria, la antigua Dalmacia, donde Diocleciano decidió morir y ser enterrado, y como Europa esclavizó, utilizó, dividió e ignoró a Dalmacia, Serbia, Moldavia, Montenegro, etc., presas de los turcos, los venecianos, los austríacos y los húngaros, hasta llegar a ser Yugoslavia, los eslavos del sur, igual que pocos años más tarde abandonarían a España en manos de una dictadura criminal.

         Pero lo nuestro son las palabras y hasta ahora me he encontrado con un par de ellas a resaltar. Una, casi fósil, sobre todo para los urbanitas: collalba, para la RAE: “mazo de madera con el cual los jardineros desmenuzan los terrones”. Reconozco que es posible que no la volvamos a encontrar, ni falta que nos hace.

         La segunda, por ahora, es más jacarandosa: hidrópico, que para la RAE es “insaciable, ávido voraz y sediento en exceso”. Esta sí la pueden utilizar y a menudo: “No seas hidrópico, chico”, y esperar a ver la cara de perplejidad del aludido.

         No quiero terminar, por ahora, las citas a Rebecca West sin transcribir, sic, un párrafo que me parece de una belleza total y que, palabras, al fin y al cabo, la semántica y las palabras nos describen algo maravilloso por lo duro y lo exacto. El contexto es que el grupo de turistas se refugian de un diluvio en una casita museo en Salona, cerca, muy cerca de Split, donde coinciden con unas monjas y unas colegialas que se habían refugiado igualmente, y Rebecca especula sobre lo que las monjas estarían diciendo a las niñas, a saber: “Desconfiad de los engaños de quienes tratan de enamorar”, a lo que Rebecca puntualiza: “...recordad que la mente del hombre es en conjunto mucho menos tortuosa cuando se dedica al amor que en cualquier otro momento. Es cuando habla de gobiernos y ejércitos cuando dice extrañas y peligrosas tonterías para complacer a los fantasmas que habitan su propia alma”. Que nadie se dé por aludido... por lo del amor, digo.

 

luisroberts@gmail.com

 

 

 

Año XII / N° CDLXXIX / 23 de septiembre del 2024

 

lunes, 16 de septiembre de 2024

Palabras (I) [CDLXXVIII]

Luis Roberts

 

 

 

Un paramecio como este habita en el agua de lluvia que queda
frente a tu casa. Foto: Biología 3.0 (UNAM)

 

 

         El decano de la Facultad de Medicina de Valladolid, España, en su discurso de inauguración del curso, dirigiéndose a los alumnos, dijo, más o menos: “Siento dolor al decirles esto, pero no puedo engañarles: dentro de diez años les será muy difícil conseguir trabajo”. La IA de nuevo. Yo he tenido en este curso la tentación de decirles a mis alumnos más o menos lo mismo, pero solo lo he insinuado de manera sutil; no me daba el ánimo para más, además de que el plazo era más corto, casi inmediato.

         Yo mismo he sido víctima de la IA y de la indiferencia de todo el mundo hacia la calidad. La contrapartida es que queda tiempo libre para retomar con avidez la lectura: literatura, historia, filosofía, ciencia. Desde las relecturas de Kant y Goethe, hasta las novedades sobre si la conciencia es un fenómeno cuántico, si los neandertales enseñaron la pasión al homo sapiens, la historia general de Al Ándalus, o La actitud intencional, de Daniel C. Dennett, el filósofo más importante del momento, que polemiza con otros colegas sobre sus ideas acerca de la intencionalidad, la creencia y el deseo del humano comparados con la rana, que no los tiene. No es una broma: la bibliografía sobre la psicología de la rana es ingente. Pero traductor y corrector, al fin y al cabo, me dedico a subrayar y buscar en lo que leo palabras desconocidas o raras. Si quieren darle un susto a su abuela o a su anfitrión que les ha preparado una magnífica comida, díganles que sienten “eupepsia” y, alarmados, querrán llevarles a la clínica. Aclárenles, por favor, que eupepsia significa ‘buena digestión’.

         Mi favorita, hasta ahora, encontrada en Dennett, es paramecio. Al principio leí mal y vi “paranecio”, como “paragafo”, como “paramilitar”, pero no, es paramecio, que según la RAE es: ‘protozoo ciliado (pelúo) con forma de suela de zapato’. Descargué el ChatGPT gratuito y se me ocurrió hacerle una maldad, para ratificarme en que la IA no va tan adelantada como la gente cree. Le pregunté a cuáles políticos mundiales y españoles con determinadas características —no las señalaré pues son de mi apreciación subjetiva; aunque sí, es importante, señalé que debían ser huevones (“güebones”, en venezolano)— se les podría calificar ofensivamente de paramecios. Me dio una explicación larga y detallada y al final me dio los nombres: Donald Trump, Vladimir Putin y Alberto Núñez Feijóo.

         La respuesta es oral, pero con su copia escrita. Mi estupefacción fue tal que tardé minutos en reaccionar. Como lo descargué en mi celular, creo (a vueltas de nuevo con Dennett) que lo voy a utilizar como reto y para asombrarme y divertirme. Nos vemos luego.


luisroberts@gmail.com

 

 

 

Año XII / N° CDLXXVIII / 16 de septiembre del 2024