Edgardo Malaver
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Quo Vadis? (1913), de Enrico Guazzoni |
Es muy posible que haya oído la expresión vade retro, y varias veces, antes de aquel domingo en que escuché por primera vez el episodio del Evangelio en que Jesús le espeta a Pedro: “Aléjate de mí, Satanás”. Sin embargo, en mi mente infantil, inocente aún de la omnipresente herencia del latín, había entendido que la frase era va de retro. La imaginé así también entonces. Y cada vez que la oía, me preguntaba qué tendrían que ver en tales contextos los carros que rodaban hacia atrás.
El sacerdote debe haber explicado en la homilía que, dada la importancia de la escena, aquella frase había sido conservada por la historia con el significado de “no importa cuán importante seas para mí, vete bien lejos porque entorpeces mi avance, me alejas de mi objetivo”, que era lo que, sin proponérselo, estaba haciendo Pedro cuando Jesús reveló que se acerca el momento en que va a terminar siendo ejecutado y él, Pedro, le aseguraba que jamás lo permitiría. No entendía aún —pero ya estaba mucho más cerca— por qué la frase estaba en latín, si el Evangelio fue escrito en griego. Lo entendí cuando la universidad me introdujo a san Jerónimo en esta historia, con su traducción de la Biblia y el hecho de que esta traducción fue la única que todo Occidente citó durante los siguientes mil años e incluso subsistió hasta el siglo XX —fue renovada apenas en el pontificado de Juan Pablo II.
Es curioso que haya cierta discrepancia entre la expresión que usa Jerónimo para traducir a los evangelistas Mateo y Marcos en sus casi idénticos textos. Al primero lo traduce como “Vade post me, Satana!” (¡Pasa detrás de mí, Satanás!). O sea, delante de mí eres un obstáculo. En el segundo caso pone “Vade retro me, Satana” (Aléjate de mí, Satanás). Retrocede, apártate de mí. En ambos casos es notoria la exigencia de un movimiento hacia atrás: hacia atrás de ti o hacia atrás de mí. Es decir, la discrepancia en realidad es mínima, digamos que sinonímica. Confiando en san Jerónimo traductor, habría que pensar que en el griego original sucede lo mismo... o algo similar.
La palabra retro, que en latín es un adverbio, ha dado lugar, en español y otras lenguas, a sustantivos y adjetivos que revelan fácilmente su significado: retroceso, retrovisor, retrospección, retroalimentación, retroactivo, retrospectivo, retrógrado, alguno de los cuales producen también verbos. También sucede que, como prefijo, puede significar ‘situado atrás’, no ya ‘que se mueve hacia atrás’, como en el adjetivo retroperitoneal.
Uno siempre se imagina que la frase ¡Vade retro, Satanás! era de las primeras que se le gritaba al demonio en los exorcismos. Pongo la oración en pretérito, no porque crea que ya no se practica este rito, sino más bien porque el ‘manual del exorcismo’ para “sacerdotes autorizados” publicado por la Asociación Internacional de Exorcismo en 1999 pone otra: “Recede ergo, Satan, in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti” (Ahora vete, Satanás, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo). No que se aparte, que retroceda, que se ponga a un lado o detrás de quien lo increpa, sino que abandone a aquel a quien atormenta.
El pobre san Pedro, joven aún y ciego aún a los fines que perseguía su maestro, pretende alejarlo de la persecución, el dolor y la muerte que Jesús anuncia que le esperan al llegar a Jerusalén. No imaginaba, él que tan oscilante fue al principio, que ya viejo, con otras palabras, salidas ahora de sus propios labios, habría de devolverse, caminar hacia atrás, para compartir con su maestro la dolorosa forma de morir que una vez había querido evitarle.
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Año XII / N° CDLXXXII / 14 de octubre del 2024