Ariadna
Voulgaris
La publicidad evadiendo ingeniosamente
la
prohibición de decir nombres
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Me
llama la atención este asunto desde el año 2004, en que un primo de mi amiga
Alejandra estuvo en la selección nacional venezolana de natación y regresó de
Grecia quejándose de que el Comité Olímpico Internacional (COI) ponía “demasiadas
prohibiciones a la libertad de expresión de los deportistas” durante las
Olimpíadas. Alejandra y yo lo animábamos diciéndole que era un gran logro en su
carrera haber estado en Atenas a los 18 años y que en el espíritu olímpico era
más importante competir honestamente, como él, que la ceguera de los
organizadores. Pero él quería libertad de expresión, quería que se eliminara la
“regla 40”.
El
miércoles que acaba de pasar tenían que haberse inaugurado en Tokio los XXXII
Juegos Olímpicos de la Era Moderna. Nadie necesita que se le explique por qué
no se hizo. Se celebrarán el año que viene, del 23 de julio al 8 de agosto.
Pero hay algo que mortifica a los participantes quizá más que la posibilidad de
obtener una medalla. La aborrecida regla 40 del COI, por lo menos hasta los Juegos
de Río de Janeiro, prohibían a los atletas, entrenadores o cualquier miembro de
las delegaciones permitir que “su persona, imagen o actuaciones deportivas fueran
explotadas con fines publicitarios durante los Juegos Olímpicos”. Por supuesto,
la regla no era aplicable a los patrocinadores del COI.
Justificada por la
institución alegando que busca salvaguardar las fuentes de financiamiento y atajar
la excesiva comercialización del evento para concentrarse en el desempeño de
los deportistas, la rigidez de la norma llegó al extremo, en el 2016, de
proscribir, incluso en mensajes personales de los participantes por las redes
sociales, el uso de palabras como Juegos
Olímpicos, Olimpíadas, medalla, oro, plata, bronce, victoria o verano. Ni siquiera estaba permitido para los no patrocinadores y
si estaba relacionado con el evento, ¡escribir Río o Río de Janeiro! Por
tanto, un patrocinante que no financiara al COI no tenía derecho siquiera a
felicitar a sus patrocinados después de una buena actuación ni publicar sus
resultados destacados. La sanción podía ser la expulsión de las competencias e
incluso el retiro de las medallas ganadas.
Afortunadamente,
las autoridades alemanas lograron para sus atletas el año pasado una
flexibilización de la funesta norma. En un gracioso gesto democrático, el COI
se dignó conceder que los alemanes podían utilizar las citadas palabras y las
redes sociales durante las competiciones, pero aseveró que no se extendería
este beneficio a los competidores de otras nacionalidades. Sin embargo, en
junio de 2019, la norma dio un vuelco y se volvió “positiva”, “flexible” y
“abierta”. Íbamos a saber hasta qué punto era cierto en estos días, pero hubo
que recogerse durante meses y en algunos países siguen encerrados.
Por
lo visto, Atenea intervino en favor de la razón. Es que está tan fuera de la
sensatez prohibir palabras, que los publicistas ya habían comenzado a evadir la
restricción con mejores resultados que la cerrazón del COI. Hasta el espíritu
olímpico, que predica la salud de la mente en armonía con la salud del cuerpo,
tenía que estar en contra de aquel desatino.
ariadnavoulgaris@gmail.com
Año
VIII / N° CCCX / 27 de julio del 2020