Edgardo
Malaver Lárez
¡HOY ES EL UNDÉCIMO
ANIVERSARIO DE RITOS DE ILACIÓN!
Virgilio Decán (1930-2022) |
Cuando yo
era pequeño, tenía un tío —lo tuve hasta el 2010, cuando aún no era viejo— que estaba
enganchado con las carreras de caballo. Cada domingo durante una época, desde
el mediodía, más o menos, mi tío se reunía con sus amigotes en uno de esos
garitos abominables en que hombres “de mal vivir”, como decía mi abuela, beben
alcohol, gritan, juegan cartas, se pelean, se prestan, se roban, se cobran, devoran
mujeres imaginarias, compran carros que no existen, se hacen amigos, se
enemistan... y apuestan. Y en aquel tiempo, no había “entretenimiento” más
popular en Venezuela que las carreras de caballo. Y en realidad ni siquiera era
un vicio al que cedían todos nada más los domingos. En el Hipódromo de La
Rinconada, de Caracas, había carreras, que yo recuerde, los domingos, pero en
el de Santa Rita, de Maracaibo, las había también los jueves, y algunos jueves aparecía mi tío por la calle de la casa de mi abuela, donde yo vivía, para
sumergirse con placer en aquel que él llamaba, imitando a Aly Khan, el
legendario narrador de carreras, “el maravilloso mundo de las carreras de
caballo”.
Khan —cuyo
nombre verdadero era Virgilio Decán— tenía un programa en el canal Venezolana
de Televisión en que él y otros locutores analizaban las posibilidades de cada
caballo de cada carrera y en el que, por supuesto, hacían publicidad a muchas
cosas. Y uno de los productos que anunciaban era la revista más conocida del
hipismo venezolano: Gaceta Hípica. La publicación, fundada en 1950 y aún
activa hoy, ofrecía todo tipo de datos para los apostadores: historias,
récords, fotos, fechas y horas de las carreras, nombres de los jinetes,
genealogía de los caballos, infinidad de información. Era tan difícil para las
demás revistas, siempre menores, competir con Gaceta Hípica que
aparecían y desaparecían como trapecistas de circo. A Gaceta Hípica le
iba tan bien que se daba el lujo de poner al legendario narrador de carreras en
todos sus comerciales. Y él hacía aquellos comerciales con la misma soltura con
que mencionaba, tejidos armoniosamente en una sintaxis incorruptible, todos los
detalles del veloz recorrido de 12 caballos por la pista. Aquella misma voz
terminaba siempre el comercial con el lema de la revista: “¡Suerte y Gaceta
Hípica!”.
Aunque no
nos percatábamos de ello entonces, el dichoso lema tenía todo lo que se necesitaba
para conquistar corazones para el hipismo: era una equilibrada conjunción del
azar de juego y el análisis racional de la información. La suerte, con
frecuencia elusiva, y el conocimiento, acumulado en la revista, le auguraban al
fanático de las carreras una buena racha, le deseaban suerte al apostador, pero
le revelaban que no era suficiente: también requería la Gaceta Hípica.
Puesto
largamente en el oído de los venezolanos, el lema llegó a convertirse en una
expresión más del habla popular: usted quería desearle a un amigo que le fuera
bien en algún emprendimiento o aventura, le decía al despedirse de él: “¡Suerte
y Gaceta Hípica!”. Después también se oyó: “¡Suerte y Gaceta!”. Y
ahora, de vez en cuando, se oye, por ejemplo: “¡Éxito y gaceta!” y otras
variantes, emancipada ya la expresión de su origen, al menos en la superficie.
Después de
un tiempo, las inmensas cantidades de dinero que podían ganarse si uno acertaba
los ganadores en el juego del 5 y 6 (el sistema de apuestas de los hipódromos)
se redujeron de tal manera que la mayoría de la gente perdió el interés en las
carreras. Sin embargo, la influencia que había logrado esta actividad en la
lengua hablada por los venezolanos ha subsistido hasta el sol de hoy, que Ritos
de Ilación celebra su undécimo aniversario (cinco y seis) hablando de ella.
Otras
huellas de herradura que vemos en la lengua cotidiana son las expresiones estar
fuera de lote, que se usa para referirse a un caballo (y por analogía a una
persona) cuya capacidad está por encima de los de su grupo); ejemplar de
poca monta, que se refiere al animal (o persona) con poco talento o
habilidades para la competencia; quedarse en el aparato, es decir, no
arrancar un caballo cuando se da el disparo de partida y, metafóricamente, no
tener una persona la iniciativa en una actividad.
El hipismo,
como el beisbol y la parranda, acaso los tres grandes vicios de los
venezolanos, ha sembrado con provecho muchas semillas en el habla. Y eso
también es para celebrar.
Gracias a
Dios, un día las palabras de mi abuela hallaron el camino para llegar a lo que
Freud llamó el consciente de mi tío, y este volvió a ser un trabajador
ejemplar, como nunca antes había sido; con el tiempo llegó a vivir con comodidad,
y no precisamente gracias al azar, y a dar educación y estabilidad a sus hijos...
Y a sus sobrinos, porque no me imagino a qué temprana hora hubiera tenido yo
que abandonar la universidad, si no hubiera sido por la generosidad de aquel
tío.
La vida de
las personas y la vida de las lenguas van juntas, no cambia una si no cambia la
otra, y cuando una florece, la otra da frutos. Los frutos de esta semilla que
hace 11 años bauticé Ritos de Ilación, empresa tan fatigante y placentera
al mismo tiempo, quizá crezcan dentro de mucho tiempo, pero aunque sea dentro
de mucho tiempo, será bello sentarse bajo su sombra y disfrutar un poco del
verdor de sus hojas y de la brisa que sopla.
emalaver@gmail.com
Año XII / N° CDXLIX / 25 de febrero del 2024
EDICIÓN DEL UNDÉCIMO ANIVERSARIO
Anteriores ediciones aniversarias (o sus equivalentes):
Congorocho [VI], de Isabel Matos
¿Pronombre de lugar en español? [XLV], de Daniel Avilán
¡Ay, qué noche tan preciosa! [XCVI], de Edgardo Malaver Lárez
Picnic [CXLI], de Edgardo Malaver Lárez
Kikirikí [CXCVI], de Edgardo Malaver Lárez
Qué arrecho [CCXLIX], de Edgardo Malaver Lárez
A caballo regalado... [CCXCII], de Álvaro Durán Hedderich
El hashshish vuelve a los diccionarios [CCCXLV], de Luis Roberts
Aniversario con heterónimos [CCCLXXIX], de Edgardo Malaver Lárez
Ritos de Ilusión [CDX], de Edgardo Malaver Lárez