lunes, 28 de diciembre de 2015

El primero que cayó por inocente [LXXXVIII]

Edgardo Malaver



         No hay dificultad alguna en comprender que la expresión caíste por inocente que se usa en Venezuela —en otros lugares de América Latina existen otras— y las bromas, ligeras, pesadas o muy pesadas, que la acompañan cada año ya cerca del final de diciembre tienen su raíz más primigenia en la conocida Matanza de los Inocentes ordenada por el rey Herodes el Grande (¿73?-4 antes de Cristo) aproximadamente en el año 6 antes de Cristo, para evitar que el Mesías anunciado por los profetas llegara a la adultez y le arrebatara el poder. Cada 28 de diciembre por la mañana, cuando usted no se ha percatado aún de la fecha, siempre hay alguien que le sirve un café con sal, recibe una llamada en que le informan que han robado en la casa de su madrina, le esconden el zapato derecho de cada par, y cuando ya usted no puede soportar más la contrariedad, le lanzan entre chanzas la verdad de todo: “¡Caíste por inocente!”. Los periódicos acostumbran poner en la primera plana una noticia avasallante y totalmente inesperada desde todo punto de vista; interesado en el suceso inusual, el lector compra el periódico sólo para descubrir en las páginas interiores que era una broma típica del 28 de diciembre. Y él mismo termina diciéndose: “¡Caíste por inocente!”.
         ¿En qué infame momento de la historia dejaron los cristianos de recordar este acontecimiento como una tragedia horrenda, profundamente dolorosa, para comenzar a bromear, a reír e incluso a celebrar por aquellas muertes tan tristes e injustas? ¿Qué produjo esta actitud tan incongruente? ¿Quién fue el primero que “cayó por inocente”?
         Tengo la convicción de que la respuesta está en el Evangelio de san Mateo, que en apenas 12 versículos del segundo capítulo narra la visita de los llamados Reyes Magos al recién nacido Jesucristo. Cuando nació Jesús, cuenta san Mateo, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron por el rey de los judíos que acababa de nacer “porque habían visto su estrella y venían a adorarlo”. Al enterarse, Herodes reunió a todos los sacerdotes para preguntarles dónde debía nacer el Mesías. “En Belén de Judea”, le respondieron, “porque está escrito: ‘Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el pastor de mi pueblo’”. Herodes entonces envió a los magos a Belén, pidiéndoles que le informaran del lugar preciso. Ellos partieron y la estrella que habían visto los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Se llenaron de alegría y, postrándose, le rindieron homenaje. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar con Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
         Ya casi no hay nada más que decir. Los magos obviamente no necesitaban la información que recopiló Herodes. Fueron a Jerusalén porque era la capital del reino y ellos buscaban a un rey, pero la estrella igualmente iba a guiarlos hasta el lugar donde estaba Jesús. Los Reyes Magos le prometieron a Herodes que volverían para indicarle dónde ir a buscar a su víctima, y luego lo evadieron. Él les puso una trampa al darles toda la información que poseía, pero al final fue él quien cayó por inocente.

emalaver@gmail.com



Año III / Nº LXXXVIII / 28 de diciembre del 2015

lunes, 21 de diciembre de 2015

¡Jesús, María y José! [LXXXVII]

Edgardo Malaver



         Son los nombres más famosos y frecuentes de la cristiandad. Y toda su fama se inició con un acto de fe: el de María, que confió en que aquella voz que oyó un día, que le dijo que iba a tener un hijo aun siendo virgen, le daba un mensaje de Dios. Toda la historia de Occidente y de parte de Oriente se pobló a partir de entonces de la historia de estos tres personajes, de sus vidas, de sus palabras y, literalmente, también de sus milagros...
         Parece que no fue Jesucristo el primero que se llamó Jesús: hay quienes arguyen que, por ejemplo, Barrabás se llamaba también así y que esa coincidencia permitió a los sacerdotes judíos confundir al pueblo cuando Pilato preguntó a quién liberar. Del Iesoûs que utilizaron los evangelistas hasta el Jesús de hoy, aunque las alteraciones no luzcan significativas, ha sucedido de todo en todas las áreas; también en las lenguas que han aparecido después de Cristo, pero todo parece haber transcurrido en un decir Jesús. La abundancia de significados, metáforas y resonancias de este nombre cubre de tal modo la vida cotidiana, que en algunos países se recurre a él para desearle salud al que estornuda. Pero si leyéramos a Fray Luis con más entusiasmo, tendríamos más opciones, puesto que, según él, el “Hijo del Hombre” también se llama Pimpollo, Camino, Pastor, Príncipe de Paz, Esposo, Cordero, Amado e incluso, después de todo, Jesús. ¡Por los clavos de Cristo!
         María, su madre, tiene un lugar privilegiado en el cariño de los creyentes, y su nombre, el más invocado por las madres que piden protección espiritual para sus hijos en peligro, tiene tantas variantes, que las letanías son, ni más ni menos, eso: otros nombres de la Virgen, imágenes de lo que representa para los fieles. Las mujeres de la actualidad llamadas Miriam —probablemente la forma más antigua del nombre—, Mariana, Mariela, Marilyn, en el fondo, tienen en común más de lo que creen con la madre de Jesús. Durante un tiempo, antes de la Edad Media, se le consideró demasiado sagrado para bautizar con él a las cristianas; sin embargo, en España, el año pasado, sólo Lucía fue más frecuente en los registros de nacimientos de niñas. ¡Ave María!
         El acto de fe de José, que también oyó una voz que venía del cielo, fue el que dio lugar a la familia que educó a Jesús. Y hoy, Aquiles Nazoa ahora canta cada diciembre: “Pues tiembla la Virgen bella / él se quita en el camino / su paltocito de lino / para ofrecérselo a ella”, y uno se lo imagina siempre en actitud de ángel custodio, de padre cuidadoso, de esposo protector. En Venezuela, la toponimia ha sido generosa con él: San José de Areocuar, Sucre; San José, Caracas; San José de Barlovento y San José de Río Chico, Miranda; San José de Guaribe, Guárico; San José del Sur, Mérida. José es el nombre de varón más común en Venezuela.
         El ‘Salvador’, la ‘Doncella’ y el ‘Humilde’. En dos mil años de historia, estos tres nombres se han combinado entre sí y con casi todos los demás nombres cristianos, judíos y de otras culturas, e incluso han adquirido la facultad de ser femeninos o masculinos, según se requiera. Tenemos Jesús María, Jesús José, María [de] Jesús, María José, José María, José [de] Jesús. Y si usted cree que el cantante mexicano José José ha llegado a un extremo al repetirse el nombre, échele un vistazo a la partida de bautismo de don Andrés Bello, para que descubra su nombre completo: Andrés de Jesús María y José. Todo un acto de fe.


emalaver@gmail.com



Año III / Nº LXXXVII / 21 de diciembre del 2015

lunes, 14 de diciembre de 2015

El rito milenario [LXXXVI]

Alison Graü A.



         Una de las razones por las que me motivé a escribir un rito es por el significado de esa palabra y lo que denota en el habla.
         La Real Academia Española define la palabra de la siguiente forma:

1. m. Costumbre o ceremonia. 2. m. Conjunto de reglas establecidas para el culto y ceremonias religiosas.

Luego de saber el contenido profundo que guarda, esta ‘palabrita’, por muy simple que parezca, es extremadamente compleja y digna de respeto.
         El rito evoca lo religioso, lo íntimo del ser humano con sus creencias, pero qué más humano que el lenguaje, y qué más ritual que la materialización de la lengua.
         Cada vez que le damos forma al pensamiento, por medio del habla o de la escritura, invocamos los espíritus de la humanidad; resucitamos esos seres milenarios, esas culturas antiguas, esas voces arquetipales; y al final ratificamos nuestra especie como una congregación religiosa que tiene en común la veneración y sumisión a su dios: el lenguaje.
         “Las palabras tienen alma”, dijo no hace muchos años Walt Whitman. Vaya que nuestro poeta, poeta del aire, del agua, del hombre y mujer, del niño y anciano, tenía muy claro el sentido de lo ritual. Las palabras se mueven, respiran, se alimentan y reproducen, pero se diferencian del hombre en que estas primeras prevalecen, son inmortales. Y como sabemos de su inmaterialidad, de su espiritualidad casi tangible, nos hemos convertido en chamanes que evocan almas de antepasados que en sí habitan desde siempre en nuestra voz.


alison_grau@hotmail.com




Año III / Nº LXXXVI / 14 de diciembre del 2015

lunes, 7 de diciembre de 2015

¿Cómo se llaman los números? [LXXXV]



         Ya es archiconocido el hechizo de los números. No es poca cosa poder formar una ilimitada cantidad de ellos con tan sólo diez dedos, o mejor dicho, símbolos (es que en la antigüedad comenzaron a contar con los dedos, de allí el sistema decimal), y en ello se parecen al alfabeto, pues con pocas letras formamos un sinfín de palabras.
         En un rito anterior el profesor Malaver me hacía recordar la existencia de números redondos, geométrico epíteto que le concede la lengua a un conjunto de números que son siempre elegantes, envidiables. Considero admirable ese prodigioso empeño del lenguaje de adjetivarlo todo, y, en el caso de los números naturales (1, 2, 3, 4...), ya tenemos una muestra atractiva, interesante.
         La redondez de los números es solo una parte del polimorfismo que los nombres recibidos le otorgan: aquel que resulta de multiplicar dos números iguales se llama «cuadrado» (4, 9, 100); la multiplicación de dos consecutivos (6 y 7, digamos) nos dan un número «oblongo» (42); a un número como el que renovará el calendario dentro de cinco años, el 2020, lo llamamos «ondulado» (análogo a las palabras baba, pepe, papa, yoyo); y a ese número que leemos de igual forma partiendo de derecha o de izquierda, como el 252, le decimos «palindrómico».
         Algunos grupos de números tienen —o les hemos reconocido— afinidad con otros, y a esos también los bautizamos. Al grupo de los que comparten que solo los divide el uno y ellos mismos les decimos «primos» (2, 11, 31); números como 6 o 28, la suma de cuyos divisores resulta igual a sí mismo (28 = 1 + 2 + 4+ 7 +14) son del grupo que ha merecido el título de «perfectos»; existe igualmente el grupo de parejas de números «amigos», en el cual uno es perfecto para el otro y viceversa.
         Gracias a los más diversos apelativos los números adquieren incluso temperamento. Llamamos «curioso» a todo número cuadrado que deja asomar al final su número base (62 = 36 o 52 = 25); un número «ambicioso» es el que obtiene uno perfecto al sumar sus divisores; y el que llamamos «intocable» no representa la suma de los divisores de ningún otro número.
         Puesto que usted, curioso lector, así como de las letras es amigo de los números, le invito a indagar por qué existe también aquel número llamado «abundante», «deficiente», «compuesto», «sociable», «apocalíptico», «malvado», «feliz», «infeliz», «hambriento», «afortunado», «narcisista», «odioso», «poderoso» o número «raro»; no olvidando que, por ejemplo, en el lenguaje matemático, 6 siempre será 6, pero en español (al menos) le diremos seis, compuesto, par, oblongo, natural, entero, real o perfecto.
         Aprovecho estas líneas para especular en cuanto a que las palabras y los números no caben de contentos en su propio imperio, en su propio infinito; pero, en esplendor, ese imperio e infinitud, en las palabras, parecen mucho más intocables, acaso por su carácter evolutivo, por su aspecto conmovedor, su encanto, fascinación, y definitivamente por tener protagonismo en cada alias puesto a los números. Si con ellos sustituyo dos términos en una máxima de Borges —sí, cual variables en una ecuación—, me apropio de ella y concluyo este rito: “El número vive en el tiempo, en la sucesión, y la mágica palabra en la actualidad, en la eternidad del instante”[1].

gavidesjimenez@gmail.com




Año III / Nº LXXXV / 7 de diciembre del 2015





[1] El texto original contiene, en vez de número, “hombre”, y en vez de la mágica palabra, “el mágico animal”. Jorge Luis Borges, en “El Sur”, Ficciones (1944).