lunes, 31 de octubre de 2016

Mnemotecnia [CXXIX]

Edgardo Malaver



Guzmán (Carlos Mata) descubre el cuadro protagonista
de Desnudo con naranjas (1995), de Luis Alberto Lamata



         En el número 128, “Palabras forajidas”, terminamos diciendo que, según la profesora Liliane Machuca, de Lengua Española, la solución para las palabras forajidas era la mnemotecnia. Me propuse “adivinar” lo que pudieran ser las técnicas de la profesora para recordar algunas de esas palabras “delincuentes, que andan fuera de poblado, huyendo de la justicia”, y, en lugar de ello, apenas puedo ofrecerles algunas de las que yo he utilizado. Las expongo aquí sin promesa de éxito.
         La primera palabra forajida que mencionábamos la semana antepasada era escasez. ¿Cómo podemos recordar si la última sílaba se escribe con ese o con ce, con ce o con zeta, si lleva tilde o no? Es sencillísimo. Intente escribir escaso con ce, y verá cómo se convierte en escaco. No es con ce. Con respecto a la zeta, podemos pensar que pertenece al mismo grupo que vejez, solidez, madurez.
         Luego hablábamos de sobre todo y su compañero de fuga, sobretodo. Ni siquiera hace falta tener una mnemotecnia para esto, pero puede ser útil pensar que, en el primer caso, sobre equivale a por encima de, es decir, cuando decimos Me gustan las frutas, sobre todo las naranjas, estamos diciendo que las naranjas están de primeras, por encima de todas las demás, entre mis frutas favoritas. Recordando esto, queda claro cómo se escribe la otra, así que no escapará ninguna de las dos.
         En la trilogía formada por a sí mismo, así mismo y asimismo, conviene recordar que el pronombre personal de tercera persona singular vale lo mismo que él. En la oración Se miró a sí mismo en el espejo, el sujeto está frente a un espejo y es su propia imagen lo que mira, es decir, se mira a él mismo. Por otro lado, como así significa ‘de este modo’, entonces así mismo significa ‘de este mismo modo’. Al quedar aislado, asimismo es muy fácil de aprehender: es sinónimo de también. Es una trilogía ambigua, sí, porque casos abundan en que podrían funcionar las tres opciones, pero, como se sabe, el contexto es capaz de aclarar todos los misterios.
         Y llegamos al que parece ser el trío más divertido de los mencionados: ay, ahí y hay: interjección, adverbio y verbo, respectivamente. Y la mnemotecnia puede ser la más graciosa: “¡Ay, ahí hay!”. Sorpresa, en ese lugar tenemos algo.
         Respecto a basta y vasta, ¿le sirve relacionar el primero con bastante (es decir, ‘que basta’... y quizá sobre)? ¿Se ha dado cuenta de que tiene algo de abasto, de abastecimiento? Vista la diferencia desde adentro, el segundo tiene que ser con ve, con la que se escribe también devastación, por algo será.
         Sólo nos queda o sea. Todo lo que hay que decir en este caso se resume en que aquí el verbo sea está, aunque no lo notemos, en imperativo. O sea, el hablante que lo usa ordena que lo que acaba de decir sea comprendido como va a decir a continuación. (Esa, por cierto, quizá sea una buena razón para no repetir o sea cada tres palabras.)
         Sobre a su vez ya ha tratado en Ritos XXIV. El cuarteto de porque, porqué, por que y por qué ameritaría un artículo aparte, si es que puede encontrarse una forma que no sea la lógica de identificar cuándo usar cada uno. El cambio de veníamos por veníanos, que señalábamos como el más forajido de la lengua, será objeto de estudio más tarde.
         No estoy seguro de haber sido muy mnemotécnico. En todos los casos, la clave, más que mnemotécnica, debe ser de conciencia. Lo que debe uno hacer siempre es pensar, aplicar el conocimiento que ya posee para abrir caminos hacia el conocimiento nuevo. La profesora Luisa Teresa Arenas, de Lingüística, diría con toda contundencia que es un asunto de la imagen que tiene la palabra en nuestra mente. Ergo, en la próxima oportunidad que tengamos, hablaremos de ella.

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Año IV / N° CXXIX / 31 de octubre del 2016



lunes, 17 de octubre de 2016

Palabras forajidas [CXXVIII]

Edgardo Malaver



Goethe y Schiller en el Teatro de Weimar.
No salían sin sobretodo, sobre todo en invierno



         Nancy Echezuría, profesora de Política y Economía de la Escuela de Idiomas, me hace el honor en cada reunión de departamento de afirmar que en algún momento yo le he hablado de un grupo de palabras que alguna vez llamé “forajidas”. Menciona siempre el ejemplo de escasez, que es quizá la más frecuente en los labios de los venezolanos en estos días y la más impresa en los periódicos de toda Venezuela, pero nadie sabe nunca cómo escribirla. La verdad es que sólo recuerdo ese episodio remotamente, pero creo que estas palabras merecen algo de nuestra atención, sobre todo si tenemos que influir en los estudiantes para que las conozcan por dentro y por fuera.
         Por mi cuenta (es decir, sin acordar con la profesora Echezuría, pero la entero ahora por medio de Ritos), he incluido en ese grupo palabras y expresiones que encuentro mal escritas todo el tiempo en todas partes. Una que incluso parece graciosa es la locución adverbial sobre todo (equivalente a ‘mayormente’, ‘principalmente’), que muchos estudiantes se empeñan en juntar sin darse cuenta de que la convierten en el sustantivo sobretodo (‘abrigo’, ‘impermeable’), que ridiculiza cualquier cosa que pretenda destacar.
         También suelo compadecerme de la construcción a su vez, sobre la que ya he escrito en Ritos y a la que muchísimos hablantes atribuyen el significado de ‘también’, ‘incluso’ o ‘al mismo tiempo’. Existen hasta familias de palabras que se entremezclan en la imaginación de muchos y resultan en frases con sentidos a veces retorcidos, a veces muy divertidos. Pienso, por ejemplo, en asimismo, así mismo y a sí mismo; porque, porqué, por que y por qué; ay, hay y ahí; abra y habrá. Nada es, sin embargo, más forajido en la lengua que el cambio de veníamos por veníanos.
         Ya vasta. Lo digo a propósito, porque este terreno es amplísimo, y es una bastedad escribir las palabras de ciertas formas. Osea, seamos serios. ¿Por qué son forajidas estas palabras? ¿Porque se nos escapan? Sí, se nos escapa su ortografía, se nos esconde su origen, se nos escurre su sentido. Es, por lo que dicen los especialistas, un asunto de atención, de vista, de detenerse a mirar para recordar.
         ¿Cómo haremos para recordar cómo escribir bien escasez y todas las otras palabras forajidas sin que nos quede rastro de duda?, le preguntan los estudiantes a Echezuría de vez en cuando. La profesora Liliane Machuca dijo en la última reunión de departamento que la solución es la mnemotecnia (palabra curiosa también). La semana que viene le toca a Machuca, entonces.

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Año IV / N° CXXIV / 19 de septiembre del 2016



lunes, 10 de octubre de 2016

La gente cree que no sabe nada de lingüística [CXXVII]

Edgardo Malaver



García Lorca (1898-1936), hombre fino
que escribe con la lengua del pueblo



         Mucha gente parece creer que la lingüística es cosa del otro mundo. Sin embargo, todos incluimos en nuestra habla cotidiana mil conceptos que provienen de los estudios científicos de la lengua. Es como con la matemática —en realidad con cualquier ciencia—. Cada día oye uno a muchísimas personas decir que los números, las relaciones aritméticas, las operaciones más sencillas, son imposibles de entender, pero todo el tiempo lanzamos afirmaciones como “La línea recta es el camino más corto entre dos puntos”, “La luz viaja a mayor velocidad que el sonido”, “Los signos contrarios se anulan”. No sé nada de medicina, pero sé que los glóbulos blancos combaten los gérmenes. No sé nada de física, pero sé que la luz viaja en línea recta. Al final es más o menos lo mismo con la lingüística. No hace falta saber leer ni escribir para detener una discusión con un “¡Y punto!”.
         Veamos algunas cosas que decimos todos y el área de la lingüística en que, sin proponérnosle, incursionamos:

¡Pronuncia bien, modula! (fonética)
A buen entendedor, pocas palabras bastan (pragmática)
Esa palabra no está en el diccionario (lexicografía)
Lo demás es cuestión de semántica (sintaxis)
Me lo contó todo con puntos, comas y acentos (puntuación)
No es lo que lo dices sino cómo lo dices (pragmática)
No hay palabra mal dicha sino mal interpretada (semántica)
No me gusta su acento (fonética)
No sabe ni la o por lo redondo (ortografía)
Tiene un verbo incendiario (morfosintaxis)
Vamos a poner los puntos sobre las íes (ortografía)

         Acento, adjetivo, apóstrofe, arcaísmo, artículo, aumentativo, barbarismo, carácter, coma, concordancia, conjugación, dialecto, diminutivo, discurso, esdrújula, frase, gerundio, gramática, guion, habla, idioma, lengua, lenguaje, letra, léxico, mayúscula, minúscula, oración, ortografía, palabra, participio, plural, pluscuamperfecto, predicado, preposición, pronunciación, redundancia, significado, sílaba, singular, sujeto, sustantivo, verbo, todos estos son conceptos científicos que la gente usa todos los días. Los lingüistas no han inventado nada, entonces. Todo proviene de los hablantes, que según García Lorca son los grandes poetas de las lenguas.

emalaver@gmail.com







Año IV / N° CXXVII / 10 de octubre del 2016

lunes, 3 de octubre de 2016

Doble acentuación, ¿doble dolor de cabeza? [CXXVI]

Andrea Villada


 
Agentes alérgenos, o alergenos, que enferman a las personas.
El violinista enfermo (1886), de Cristóbal Rojas

 

         Las normas de acentuación son bastante claras en nuestro idioma español y todos las conocemos bien, o al menos, a estas alturas de nuestras vidas, deberíamos conocerlas. Así, sabemos que existen cuatro tipos de palabras según la ubicación de la sílaba tónica: agudas (acentuación en la última sílaba), graves (acentuación en la penúltima sílaba), esdrújulas (acentuación en la antepenúltima sílaba) y sobresdrújulas (acentuación en cualquier sílaba que esté antes de la antepenúltima) y que cada una viene con su propio reglamento en cuanto a la inclusión de la tilde.
         Hasta allí todo está bien, ¿no es cierto? Pero, dado que la primera área de estudios en la que me especialicé es una ciencia de la salud, me di cuenta de que nadie se termina de poner de acuerdo en cuanto a la pronunciación de ciertas palabras. De esta forma, tan solo en medicina, pude conseguir al menos tres que parecieran graves o esdrújulas dependiendo de la preferencia de quien las pronuncia. Estas son omoplato/omóplato, alveolo/alvéolo, cardiaco/cardíaco y diabetes/diábetes.
         Así que me di a la tarea de buscar en la sagrada biblia de cualquiera que estudie Idiomas Modernos, el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, para ver, de una vez por todas, cómo es que se pronuncian dichas palabras. Es así como llegué a notar que, aunque al parecer sea el que lleve la batuta, el ámbito de la salud no es, ni de cerca, el único afectado por estas ambivalencias idiomáticas en las que el acento de la palabra puede recaer en diferentes sílabas. Encontramos entonces palabras como vídeo/video, austríaco/austriaco, olimpíada/olimpiada, período/periodo, policíaco/policiaco, zodíaco/zodiaco, kárate/karate o amoníaco/amoniaco, y todas son aceptadas como válidas para nuestra famosa academia idiomática.
         De este modo me di cuenta de que hay estructuras como los alveolos o alvéolos pulmonares y también el omoplato u omóplato, que puede decirse de cualquiera de las dos formas aunque la gente prefiera llamarlo simplemente “paleta”. Así mismo, existen agentes alérgenos o alergenos que enferman a las personas. También me enteré de que a muchos de nosotros nos llegó a dar rubeola o rubéola cuando estábamos chicos y de que los hombres son más propensos a sufrir de enfermedades del corazón tales como la isquemia cardíaca o cardiaca, así como de que hay pacientes con hemiplejia o hemiplejía, o con reuma o reúma, sin contar con que, si alguien piensa que sufre de todas estas cosas, entonces probablemente se trate de un hipocondríaco o hipocondriaco.
         Aparentemente, la RAE respeta la preferencia de quienes utilicen tales palabras (a excepción del propio diccionario de la computadora que me ha llenado de líneas rojas todo este artículo) permitiéndoles poner el acento en dos sílabas distintas, pero no duda en darle una acotación a la diábetes indicando que se trata de un venezolanismo pues, para el resto del mundo y como hace poco le escuché decir a un profesor, la diabetes es una enfermedad grave… jamás esdrújula.

andrealvilladac@gmail.com





Año IV / N° CXXVI / 3 de octubre del 2016