lunes, 4 de diciembre de 2017

¡Azúcar! [CLXXXIII]

Ariadna Voulgaris



La voz de Celia Cruz añadió nuevos matices
al significado de la palabra
azúcar


         Dado que Ritos de Ilación, en apariencia, ha entrado en un atractivo período en que unos autores les contestan a otros y a veces a sí mismos o continúan los textos de la semana anterior, me he determinado a abandonar mi prolongado silencio para comentar algunos artículos, comenzando por uno escrito por mí misma.
         El día de hoy, pero hace dos años, es decir, el 2 de noviembre del 2015, cerré mi artículo “El árabe dentro del español” insinuándoles a los lectores que cuando encontrara mis discos de Celia Cruz (porque acababa de mudarme), les hablaría de la palabra azúcar. No pensé que me tardaría tanto, pero heme aquí.
         Azúcar, que, tal como dije hace dos años, es de ascendencia árabe, no encierra ningún misterio para los hablantes, hasta que toca decidir si es de género femenino o masculino. Es tan poco misteriosa, que su raíz fue adoptada también por lenguas cercanas a nosotros: el italiano (zucchero), el francés y el catalán (sucre), el inglés (sugar) y el alemán (Zucker). Es sencillo ver que se trata de la misma raíz. ¿Por qué en español tiene otra?
         En realidad, no es sólo en español, pero es éste el que más me interesa. Al español esta palabra nos la trajeron los árabes, cuando se instalaron aquella breve temporada en Iberia. La mayoría de las fuentes que he consultado ponen: Al-sukkar. No tengo más remedio que confiar en ellas, e incluso me convencen las que afirman que el artículo al permaneció unido al sustantivo debido a que a los españoles les dio por pronunciarlo con zeta y dejar morir la líquida —semejante a lo que sucedió en portugués (açúcar), en gallego (azucre) y en vasco (azukre)—. Por supuesto, a medida que pasaba el tiempo, no sabiendo que la palabra original ya tenía su artículo, los hablantes necesitaron ponerle uno y, arbitrariamente, se decidieron por el masculino, que permitía una pronunciación más sencilla que el más coherente femenino. Porque azúcar es femenino.
         Lo gracioso es lo que uno encuentra en el Diccionario de dudas de Manuel Seco. Primero explica que azúcar puede ser masculino o femenino, aunque, en singular y en plural, suele ir acompañado de artículo masculino y adjetivo femenino: el azúcar blanca. Después, mirando hacia Venezuela, dice que otra anomalía gramatical de este sustantivo es el diminutivo: azucarita, más bien infrecuente para nosotros, o azuquita, forma que muchos reconocerán. Pero la anomalía de las anomalías es azuquitar. ¿Dónde se usa esta forma?
         “Alta corona de azúcar”, dice Nicolás Guillén hablando con tristeza de Cuba, “le tejen agudas cañas”. Y en otro poema: “Duro mapa de azúcar y de olvido”. La sola palabra es dulzura y frescor en todas sus sílabas, placer de lengua y de oído, teniendo o no teniendo en cuenta su origen o su gramática. “¡Azúcar!”, exclama Celia Cruz cada vez que siente que la música posee sus venas y su espíritu benigno.
         Bendita palabra que ha ido recogiendo calor entre siglos y mundos, entre sonidos e imágenes, para llegar a nosotros, a la vez tentadora y sublime, como el sabor de la vida.

2 de diciembre del 2017

ariadnavoulgaris@gmail.com




Año V / N° CLXXXIII / 4 de diciembre del 2017




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