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lunes, 25 de noviembre de 2024

Síndromes literarios venezolanos (II): Panchito Mandefuá [CDLXXXVIII]

Ariadna Voulgaris

 

 

 

Panchito Mandefuá y los que tienen su síndrome
están en toda Venezuela (Foto: BBC)



 

         Me toca Panchito Mandefuá. Qué alegría, y al mismo tiempo, qué ganas de abrazar a ese niño que nunca tuvo el cariño de sus padres, que eran “cualquiera con cualquiera”, como dice el autor. De todo lo que escribió José Rafael Pocaterra (1889-1955), tan sustancioso, el cuento protagonizado por este personaje, “De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús”, de 1922, acaso sea el más conocido, acaso el más duro, pero quizá también el más conmovedor.

         En una hipotética psicología venezolana, es decir, una ciencia de la mente que se dedicara en exclusiva a estudiar la psique y la conducta de los venezolanos (estudiada al estilo de Ritos de Ilación), este personaje literario podría dar nombre a un síndrome que, aunque muy frecuente en Venezuela, no falta en países vecinos y de ultramar. Sería, primero, el síndrome que afecta a los miles de niños que viven en la calle, cuyos padres han muerto o los han abandonado y nadie se ha ocupado de ellos, que han huido de sus hogares o que han logrado escapar de redes de explotación infantil; muchos de ellos, si no perecen en el intento, parecen desarrollar un sentido de la supervivencia que viene con una buena dosis de sentido del humor, alegría, solidaridad, unos ojos despiertos y una impresionante capacidad aritmética nacida al mismo tiempo de la nada y de la necesidad. Humor, alegría, solidaridad y aritmética para la supervivencia.

         No hablo de los que sucumben a los vicios, que en la época de Panchito no debía haber muchos. Panchito mismo, a pesar de su escasa edad, era ya fumador, pero tanto como —no más que— cualquier hombre adulto. Hablo de los que terminan creciendo para enderezar el camino o van aprendiendo a enderezarlo en lugar de torcerlo más que el árbol del refrán. Son como aquel Lázaro que nació en el río Tormes, hijo de padres tan desafortunados como él, que llevó más palos que una gata ladrona y que, a pesar de esto, terminó siendo un hombre de bien. A los Lazarillos del siglo XX Pocaterra los llamó Panchito Mandefuá. Sin embargo, a Panchito nadie lo engaña, nadie lo utiliza, a nadie le debe un centavo, nadie puede llamarse su amo. Su picardía es suficiente para mitigar su orfandad y su dolor.

         En otros lados, se llamaría Kimball O’Hara, el de Rudyard Kipling, que desde antes de encontrarse con el monje, su maestro espiritual, ya era libre en el mundo material. Ya era un hombre sin haber terminado la niñez. Lo único que tenía de su madre era la memoria de los golpes y de su padre, una carta y una foto, nada más. Lo que valía oro en él era su corazón... como el de Panchito.

         Y me viene a la mente que estos niños que más parecen semillas del cielo caídas en el huerto oscuro de un labrador maligno, que en Pocaterra pueden responder con bondad a la tragedia de sus congéneres, podrían ser, y de hecho son, metáforas de gente adulta que, aun llevando una vida tan dura como la de Panchito, son capaces de reponerse —o van aprendiendo en el camino—, y compartir las mínimas monedas que su buen trabajo les cuesta ganar, dejarse conquistar por la sensibilidad y la belleza, levantar sus fuerzas para defender la justicia, ennoblecer su espíritu con el arte y la amistad, convencerse de la dignidad del trabajo, sacrificar algo de su bienestar por los demás, brindarse al bien que pueden sembrar en el mundo. Y serían estos los “pacientes” del venezolano síndrome de Panchito Mandefuá.

         Son, como dije al principio, miles y más de miles. Son tan sutiles en su vida que terminan siendo descartados por sus propios atropelladores, testigos y autoridades apenas dejan de existir, pero, sin que nadie se percate, habiendo dejado huellas.

         Diría Machado:

 

Son buenas gentes que viven,

laboran, pasan y sueñan

y en un día como tantos,

descansan bajo la tierra.

 

ariadnavoulgaris@gmail.com

 

 

 

Año XII / N° CDLXXXVIII / 25 de noviembre del 2024