lunes, 3 de diciembre de 2018

Más palabras: a vueltas con la carne [CCXXXVII]

Luis Roberts


 
Mucho pan y mucho circo para el pueblo. Carne, jamás


         Los vericuetos que usa el pueblo para construir y actualizar el idioma son numerosos y de toda índole. El otro día intenté convencer a Caro de que ese acortamiento o apócope de su nombre, Carolina, no significaba solamente “costoso”, sino también “carne”. Et verbum caro factum est: “Y el verbo se hizo carne”. Caro autem infirma: “La carne es débil”.
         Según la RAE, la palabra “caro” viene del latín carus y significa tanto querido y amado, como de precio elevado. El italiano, tan cerca del latín, deja el caro para el “querido” y usa el costoso, para nuestro “caro”; y la “carne” es carne, como en varios casos de la declinación latina. Me estoy metiendo en un jardín que no es el mío, pero una vez que salté la verja hay que seguir. En latín, caro- caris, de la tercera declinación y con el nominativo plural carnes, significa genéricamente eso, “carne”, aunque también había la pulpa, la porcina, la agnina, la vitulina. Cuando se inicia el proceso del parto de las lenguas romances, y hasta muchos siglos después, incluso hoy en día en muchos países, la carne era un alimento propio de la realeza y la aristocracia, que les daba fuerza y a menudo la enfermedad de la gota, un alimento caro, inalcanzable para los bolsillos del pueblo, incluso la caza les estaba vedada. ¿Y si el pueblo cuando empieza a alumbrar la lengua romance identifica la caro, la “carne”, con lo inalcanzable, lo costoso, lo caro? En ese caso, nuestro “caro”, no vendría del carus, el “querido” o “escaso” latino, sino del caro, la carne, directamente. En francés recordemos que cher es “caro” y “querido”, pero la chaire, es la carne. El sonido es casi el mismo, varía la grafía, pero todos sabemos que los franceses modificaban la ortografía para que los alumnos de francés de todas las épocas no aprueben la materia.
         En España hay dos iconos gastronómicos: el vino y el jamón serrano. Tanto en uno como en otro hay infinidad de variedades, calidades y precios, pero en el jamón serrano hay una variedad que significa la máxima calidad, la correspondiente a la raza de cerdo ibérico, alimentado con bellota, naturalmente. El cerdo ibérico se distingue porque tiene la pezuña negra, por eso a ese jamón se le llama “de pata negra”. Desde hace ya unos años se oye con frecuencia en España esta expresión como sinónimo de máxima calidad, de lo mejor, de lo excelente: “mi chica es pata negra”, “ese libro es pata negra”, “ese es un hotel pata negra”, etc. No sería de extrañar que pronto la RAE incluyese esta acepción en la entrada “pata”, pero mientras tanto imagínense lo divertido de traducir esta expresión, este culturema, literalmente a cualquier idioma.
         En Venezuela, el fallecido presidente Chávez calificaba a la oposición a su régimen de “escuálida”, que significa raquítico, flaco, delgado, y por un proceso de metonimia a todo opositor se le llamaba “escuálido”, aunque tuviera sobrepeso. Hoy este calificativo, usado como insulto, es una ironía llamada a desaparecer. Últimamente he oído usar la palabra “madurez”, no en el sentido de “llegar a su sazón”, “a su máximo desarrollo”, “a su mejor momento”, sino por el contrario como la causa de encontrarse en un estado de delgadez, de escualidez, de inanición, debido a la desnutrición: “No estoy tan flaco por enfermedad, sino por madurez”. La palabra, en esta acepción, se oye aún poco, aunque los motivos para usarla son cada día más tremendos, por eso mismo es deseable que su uso no se arraigue, por desaparición de los motivos.

luisroberts@gmail.com



Año VI / N° CCXXXVII / 3 de diciembre del 2018




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