Mostrando las entradas con la etiqueta El sdiente roto. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta El sdiente roto. Mostrar todas las entradas

lunes, 9 de diciembre de 2024

Síndromes literarios venezolanos (IV): Juan Peña [CDXC]

Ariadna Voulgaris y Edgardo Malaver

 

 

Pedro Emilio Coll en 1898, año
en que publicó “El diente roto”

 

 

 

         Nunca un diente roto le ha traído tanta notoriedad al individuo que se lo examina con la punta de la lengua. Nunca nadie había llegado tan lejos con tan poco esfuerzo. Pedro Emilio Coll (1872-1947) publicó en 1898, en El Cojo Ilustrado, un cuento titulado “El diente roto”, que por sí solo bastó para quedar impreso en la memoria cultural venezolana.

         El cuento trata de un niño, Juan Peña, que inicialmente es muy rebelde pero que, un día, en una pelea callejera con otro niño, resulta con un diente roto, y a partir de entonces se convierte en un niño tranquilo que parece reflexionar todo el tiempo. En realidad lo que le pasa es que se escudriña el diente roto con la lengua, pero de esto nadie se percata. Preocupada, la madre de Juan llama al médico, que le diagnostica lo que llama “el mal de pensar”, una enfermedad muy extendida que solo ataca a los genios, dice, a los grandes filósofos, a la gente inmensamente inteligente. A partir de entonces, todos tienen a Juan como una persona admirable y, al llegar a la adultez, es elegido, sin que él participe conscientemente en ello, como ministro, magistrado, congresista e incluso presidente de la República. Todo sin haber producido nunca ni un solo pensamiento valioso, sólo acariciándose el diente roto con la lengua.

         El ensayista Domingo Miliani escribió un libro sobre Venezuela que tituló El mal de pensar, precisamente pensando en esta metáfora finisecular de Coll. La metáfora es bastante clara: en Venezuela no resulta difícil ascender social y políticamente. Apenas hace falta aparentar que uno está pensando mucho, dar la impresión de que a uno le preocupan los problemas colectivos, las desgracias del pueblo, la evolución de la historia del país. Entre menos pensamiento tenga un personaje público, sobre todo si desea llegar a un cargo importante, entre más escaso y liviano sea el contenido de esos pensamientos, más pronto llegará.

         No será Venezuela la única nación que sufre de este mal, pero tampoco es difícil constatar, con un rápido repaso de la historia, cuán numerosos han sido los dirigentes que calzan tan bien con la descripción de Juan Peña que más asemejan estatuas del personaje ficticio.

         Y pensándolo bien, también en otros niveles de la vida se presenta el fenómeno de que es precisamente el líder de un grupo cualquiera el que está menos preparado para ello. No tiene que ser un alcalde, un gobernador, un diputado, un director de hospital o de escuela, un comisario de policía. Puede ser simplemente el capataz de unos trabajadores, el padre de una familia, el guía de unos exploradores o unos turistas, el entrenador de unos deportistas, el jefe de una cocina, el que tiene menos ideas y las menos brillantes. Y estos personajes, naturalmente, o no se enteran nunca de que alguien más ha propuesto algo muy sabio que resolvería varios problemas de una vez o no soportan que lo haya hecho (por lo cual termina anulándolo con tal de seguir “en el poder”). Todas estas hipotéticas personas (aunque todos conocemos a las que viven en la realidad tangible) padecen “el mal de pensar” identificado por Coll en 1898, es decir, tienen el síndrome de Juan Peña. Y ojalá hubiera sido un signo o un síntoma definitorio del siglo XIX. Más bien parecía estar describiendo al siglo XX y al XXI.

         Hablando del cuento de Coll, Miliani reflexiona sobre este “síndrome” y concluye que en Venezuela, en vista de la escasez intelectual de los dirigentes, “la mueca es el mensaje”. O sea, estimados nuestros, no esperen mensaje, contenido, materia de fondo, pensamiento. Confórmense con el movimiento de manos, con el mohín de la cara, como la de quien se hurga un diente roto con la lengua.

 

ariadnavoulgaris@gmail.com

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año XII / N° CDXC / 9 de diciembre del 2024