Luis Roberts
Estoy
dispuesto a admitir... la DEA.
Adriano, emperador
“Yo he
administrado mi imperio en latín; mi epitafio será inscrito en latín sobre los
muros de mi mausoleo a orillas del Tíber; pero he pensado y vivido en griego”.
Esta frase es de Adriano, o Marguerite
Yourcenar se la hace decir a Adriano. Las lenguas las hacen los
hablantes, pero su nivel cultural las moldea. El latín fue la madre de las
lenguas de Hispania, Galia, Roma, etc., pero los soldados de las legiones
romanas: los galos, los dacios, los germanos, etc., impusieron otro latín menos
culto, más imperfecto, más popular, que dio origen a otras lenguas paralelas,
otros registros que diríamos hoy.
El
castellano, francés, italiano cultos lo esgrimían con poética perfección los
intelectuales y escritores, mientras el pueblo usaba otro léxico, incluso otra
sintaxis. A veces el habla popular se imponía tanto que hasta obligó al idioma,
a nuestros idiomas, a abandonar las declinaciones. Tanta fuerza tiene la lengua
popular que, a veces, sale de las cárceles, como conté en mi artículo “El
yensi”.
La mayoría
de las palabras cultas, algunas lamentablemente, desaparecen, se hacen
anacrónicas pasan al thesaurus de la lengua. Un jayán, (RAE dixit)
es una persona de gran estatura, robusta y de mucha fuerza. ¿Quién usa hoy esa
palabra? Nadie. En Venezuela nos encontramos con sinónimos, o casi, como papeado,
yuca, rallado, cuadrao, chiquiluqui, etc. ¿Quién
usa la palabra coulrofobia? Nadie. Es el miedo a los payasos, que
produce ansiedad, temblores, taquicardia, dificultad respiratoria, etc. Algunos
pocos (tampoco lo ven tantos) sienten ese síndrome viendo el nuevo programa de
televisión del innombrable (y no es un cambur precisamente). Otros al verlo sienten
arrechera, en la acepción venezolana, no en la colombiana, que es la
originaria castellana (tal vez alguno aún la sienta colombianamente, siempre
hay fanáticos empedernidos).
Todo este introito
viene a cuento de una maravilla de acrónimo metafórico que aprendí ayer
hablando vía Skype con una entrañable amiga, exiliada también, procedente del
barrio caraqueño de El Limón, en la carretera vieja de La Guaira. Me comentaba
lo mal que estaba la situación, tanto que una vecina suya se había tenido que
dedicar a trabajar con la DEA. Ante mi sorpresa, no tuvo más remedio que
aclararme que se refería a “la de abajo”. “Estoy pronto a admitir en principio
que la prostitución puede ser un arte como el masaje o el peinado...”. Adriano.
Marguerite Yourcenar.
luisroberts@gmail.com
Año
XI / N° CDXXX / 14 de agosto del 2023