San
Jerónimo de Hipona
Este
año, Ritos de Ilación participa en la Semana Santa escudándose en ella para
hablar de la lengua. Nos valimos del ya remoto vencimiento de los derechos de
autor del patrono de los traductores para cometer el atrevimiento de publicar una
carta del año 383 en la que le responde al papa Dámaso sobre una palabra que aun
hoy utilizamos sin mucha conciencia de lo que contiene. (Leyendo las cartas de san
Jerónimo, a propósito, que son miles, uno siente a veces que, de haber existido
los medios de comunicación social en sus tiempos, habría tenido columnas en
unos cuantos periódicos, y, llegado Internet, habría opacado a muchísimas
páginas web.)
Entrada en Jerusalén (hacia 1330), de Pietro Lorenzetti |
Carta de Dámaso a Jerónimo
A nuestro queridísimo hijo Jerónimo, Dámaso
obispo, salud
en el Señor.
Después
de leer los comentarios griegos y latinos que sobre la interpretación de los
Evangelios en la antigüedad o recientemente han escrito los nuestros, es decir,
los ortodoxos, veo que sobre el «Hosanna al hijo de David» dicen cosas no sólo
distintas sino contradictorias. Te ruego que, con el fervor e intrepidez de
ingenio propios de tu dilección, y prescindiendo de opiniones y eliminando
ambigüedades, escribas sobre cuál sea en hebreo su sentido auténtico”. Este
servicio, como tantos otros, nuestra solicitud te lo agradecerá en Cristo Jesús.
Carta de Jerónimo a Dámaso
Son
muchos los que sobre esta palabra han imaginado los más diversos sentidos;
entre ellos, nuestro Hilario [de Poitiers, (hacia 315-367)], en sus comentarios
de Mateo, escribe: “Hosanna, en hebreo, significa ‘redención de la casa
de David’”. Pero, en primer lugar, redención, en hebreo, se dice pheduth;
casa, heth; en cuanto a David, es claro a todas luces que su nombre
no aparece aquí. Otros opinaron que hosanna significa ‘gloria’; pero gloria
se dice chabod; algunos lo entendieron como ‘gracia’, que el hebreo
llama thoda o anna.
No
queda, pues, más solución que dejar de lado los riachuelos de las opiniones e
ir a la fuente misma de donde fue tomada por los evangelistas. Y como ni en los
códices griegos ni en los latinos podemos hallar el texto “Para que se
cumpliese lo que fue dicho por los profetas: será llamado nazareo”[1];
ni el otro: “De Egipto llamé a mi hijo”[2];
por eso, en el caso presente, hay que sacar la verdad de los códices hebreos,
que nos explicarán cómo y por qué la muchedumbre y sobre todo la turba unánime,
los niños, prorrumpieron en ese grito. Mateo cuenta: “La muchedumbre que iba
delante y la que seguía gritaban diciendo: ‘Hosanna al hijo de David; bendito
el que viene en el nombre del Señor, hosanna en las alturas’”[3].
Marcos a su vez dice: “Gritaban diciendo: ‘Hosanna, bendito el que viene en
nombre del Señor; bendito el reino de nuestro padre David, que viene en nombre
del Señor, hosanna en las alturas’”[4].
También Juan coincide en el mismo término: “Y gritaban: ‘Hosanna, bendito el
que viene en nombre del Señor, el rey de Israel’”[5].
Sólo Lucas dejó de poner la palabra hosanna, siendo así que concuerda en
el resto de la interpretación: “Bendito el que viene rey en el nombre del
Señor, paz en el cielo y gloria en las alturas”[6].
Así, pues, como hemos dicho, hay que poner las palabras mismas hebreas y
determinar la opinión de todos los traductores; para que del examen de todos,
el lector pueda más fácilmente hallar por sí mismo qué haya de pensar sobre el
caso.
En
el Salmo 117, donde nosotros leemos: “Señor, danos la salvación. Señor, danos
prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor”, en el hebreo se lee: “Anna
adonai, osianna, anna adonai, aslianna; baruch abba basem Adonai”. Aquila,
Símaco, Teodoción y la quinta edición (para que no parezca [que] cambiamos
nada en latín) traducen así: ώ δή κύριε, σωσον δή, ώ δή κύριε, ευλόγητός ό έν
όνόματ κυρίου.
Sólo la sexta edición concuerda con los Setenta intérpretes, en cuanto que
donde los otros pusieron ώ δή, él escribió ώ. Y que osianna,
que nosotros, incorrectamente y por ignorancia, convertimos en hosanna,
signifique ‘salva’ o ‘haz salvo’, está garantizado por la traducción de todos;
lo que ahora preocupa es qué signifique el mero anna sin la añadidura de
salvar. Es de notar que en este pasaje anna recurre tres veces; en el
primer caso y en el segundo se escribe con las mismas letras: aleph, nun,
he; en el tercero, con las letras heth, nun, he. Ahora
bien: Símaco, que en el Salmo 117 coincide con la interpretación de todos, en
el 115[7],
en que se dice: “¡Oh Señor!, libra mi alma!”, para darnos un sentido más claro,
tradujo así: “Te suplico, Señor, libra mi alma”. Y donde los Setenta tradujeron
“oh” y él “te ruego”, mientras Aquila y las otras ediciones traducen ώ δή,
en el hebreo se escribe anna, pero con la letra aleph al
principio, no con la heth. De lo cual deducimos que si anna se
escribe con aleph significa ‘te ruego’; si con heth, es una
conjunción o interjección, que equivale
al griego υή y se halla en σωσον. Esta interjección no tiene equivalencia en latín.
Pero
como estas minucias y lo abstruso de esta explicación, dada la barbarie no sólo
de la lengua, sino también de las letras, son pesadas para el lector, paso a
resumir mi explicación y digo que estos versículos fueron tomados del Salmo
117, que profetiza claramente de Cristo y se leía con frecuencia en la sinagoga,
por lo que era muy conocido también del pueblo, y todos sabían que el prometido
de su raza había venido para salvar a Israel, pues dice David: “La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular Es el Señor quien lo ha
hecho, y es admirable a nuestros ojos. Este es el día que ha hecho el Señor; regocijémonos
y alegrémonos en él Señor, danos la salvación, Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor. Os hemos bendecido desde la casa del
Señor. El Señor es Dios; Él nos ilumina”[8].
De ahí que el mismo texto de los evangelistas recuerda que los fariseos y
escribas, indignados al ver que el pueblo entendía la profecía del salmo como
cumplida en Cristo y que los chiquillos gritaban: «Hosanna al Hijo de David»,
le dijeron: “¿Oyes lo que éstos dicen?”. Y Jesús les respondió: “¿Nunca habéis
leído aquello: ‘De la lengua de los infantes y de los niños de pecho sacaste
cumplida alabanza?’”[9].
Confirmando así el Salmo 117 con la cita del octavo.
Ahora
bien: en lo que era fácil de expresar, como “Bendito el que viene en nombre del
Señor», concuerda el texto de todos los evangelistas; respecto, en cambio, de
la palabra osianna, al no poderla traducir al griego —cosa que vemos
también en alleluia, amen y muchas otras— la dejaron en su forma
hebrea y pusieron osianna. En cuanto a Lucas, que fue entre todos los evangelistas
el que mejor conocía el griego, médico al cabo, y que escribió entre griegos su
evangelio, viendo que no podía traducir exactamente la palabra, prefirió
omitirla antes que poner lo que iba a ser un problema para sus lectores.
En
resolución, así como nosotros tenemos en latín ciertas interjecciones, y para
expresar alegría decimos ua; en caso de admiración, papai; en el
dolor, heu, y para imponer silencio apretamos los dientes, contraemos el
aliento y hacemos salir el sonido st, así también los hebreos, entre
otras propiedades de su lengua, tienen la interjección, y cuando quieren
suplicar a Dios emplean una palabra que expresa el afecto del que pide y dicen:
«Anna, Señor», que los Setenta dijeron: “¡Oh Señor!”. Así pues, osi se
traduce por salva; anna es la interjección del que suplica. Si de
estas dos palabras queremos formar una compuesta, diremos osianna o,
como pronunciamos nosotros, hosanna, con elisión de la vocal intermedia,
a la manera que solemos hacer en los versos cuando en “Mene incepto desistere
victam”[10]
escandimos: “men incepto”. La aleph, que es la primera letra de la
segunda palabra, al encontrarse con la última de la precedente, la ha eliminado.
Por eso, volviendo al principio de la cuestión, donde nosotros leemos en el
texto latino: “¡Oh Señor!, sálvame; ¡oh Señor!, sé bueno y complaciente;
bendito el que viene en nombre del Señor”, lo podemos leer según el sentido del
hebreo: “Te suplico, Señor, sálvanos; te suplico, Señor, danos prosperidad, te
suplico; bendito el que viene en nombre del Señor”. Ahora bien: en salva
hay que sobreentender a tu pueblo Israel o, de manera general, al
mundo. En fin, Mateo, que escribió su evangelio en lengua hebrea, puso así:
“Osianna barrama”, es decir: “Hosanna en las alturas”; pues al nacer el
Salvador, la salud llegó hasta el cielo, es decir, hasta las mismas alturas, ya
que se hizo la paz no sólo en la tierra, sino también en el cielo; para que
así, por fin, se pueda dejar de decir: “Mi espada se ha embriagado en el cielo”[11].
Esto,
en fin, es lo que he dictado breve y apretadamente, según la mediocridad de mi
inteligencia. Por lo demás, sepa tu beatitud que en esta clase de disputas el
aburrimiento no debe invadir al lector. Yo hubiera podido inventarme con
facilidad cualquier mentira que con una sola palabra resolviera la cuestión, como
he demostrado que hacen otros. Pero es más honrado trabajar un poco por lealtad
a la verdad y aplicar el oído a una lengua extraña para nosotros, que dar una
solución construida sobre una lengua distinta.
Año
IX / N° CCCL / 29 de marzo del 2021
[1]
Mateo 2, 23.
[2] Mateo
2, 15; Oseas 11, 1.
[3] Mateo
21, 9.
[4] Marcos
11, 9-10.
[5]
Juan 12, 13.
[6]
Lucas 19, 38.
[7] Se
refiere propiamente al Salmo 114, 4.
[8]
Salmo 117, 22-27.
[9]
Mateo 21, 15-16.
[10]
Virgilio, Eneida I, 37.
[11]
Isaías 34, 5.