Creo
en las malas energías. Los seres humanos somos un imán, porque todas las
energías se nos pegan. ¿No les ha pasado que a veces pueden sentir un
corrientazo cuando tocan el pomo de la puerta o cuando tocan a otra persona? Es
porque están cargados. De hecho, el técnico de la computadora me dijo que uno
podía descargar la propia energía y quemar una pieza.
Yo,
pa limpiarme lo malo y que se me pegue lo bueno, me baño con jabón de coco. Hace
días fui a comprar un jaboncito de esos, y al chamo que atiende le hago varias
preguntas:
—Buenos
días, ¿tienes jabón de coco?
—Sí.
—¿A
cómo?
Cuando
me da el precio, pelo los ojos como Homero Simpson. Y le pregunto dos cositas.
La primera es que si el precio es en soberanos o en yuanes. La segunda es que
si, al menos, es grande, y él me hace seña con la mano como pa dibujarme el tamaño
del jabón. Luego, con mi más suprema inocencia, le pregunto:
—Pero
¿es grueso?
Ahora
es el muchacho el que pela los ojos.
Alguna
vez recuerdo también que en una ferretería el vendedor echando vaina dijo: “No
lo llame pega, llámelo pego”, haciendo referencia al pego con el que se pega la
cerámica.
En
otro caso similar, una señora llama a mi casa y me pregunta que cómo estoy, yo
le respondo que bien y le pregunto que quién es. Ella se queda callada, y a los
segundos me dice: “Ay, como que metí el dedo donde no era”.
Hace
tres días, una profesora, muy querida ella, me pregunta: “¿Tú vas vía metro?”,
y le contesto que sí, y ella me dice: “Ah, bueno, voy a aprovechar pa agarrarte
la cola”. Gracias a Dios no fue literal.
La
respuesta del chamo al yo preguntarle por lo grueso del jabón fue:
—Ay,
señora (aunque prefiero doña), eso sonó feo. En Venezuela, hay cosas que no se
pueden decir porque después el chaleco es grande.
Yo
solté una carcajada y le respondí:
—No,
chico, no hay palabra mal dicha, sino mal interpretada.
Lo
que sucede es que los venezolanos hablamos siempre con el doble sentido por
delante, y eso es así porque lo llevamos en el ADN. Es supremamente imposible
deslastrarnos de ese instinto, pues perderíamos algo tan importante como es la
cultura, la idiosincrasia venezolana.
Nuestras
creencias nos definen, pero nuestro lenguaje también. Nuestras palabras,
nuestras expresiones, nuestra verborrea, nuestro regionalismo, todo nuestro
hablar es único. Como dicen por ahí: solo en Venezuela.
laurajaramilloreal@gmail.com
Año VI / N° CCXXX
/ 15 de octubre del 2018
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