Salta a la vista que este título es una paráfrasis de “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, de mi admirado poeta Antonio Machado. Quienes me conocen, alumnos, colegas, amigos, saben que no soy fiel seguidor de ningún libro, en este caso el DRAE, donde ni están todas las que son, ni son todas las que están, pero tampoco acepto el descosido del lenguaje deshaciendo puntadas donde ya existen otras desde antaño y muy bellas. Eso no quiere decir que reconozca con pasión que el español se ha enriquecido desde siempre con la aportación de multitud de lenguas, y lo seguirá haciendo, sobre todo en estos tiempos en los que la tecnología, la informática, se impone a cualquier otra actividad humana. No voy a tratar aquí del aporte léxico, sino del aporte con el que las técnicas y la tecnología han engrosado desde siempre el inventario de las metáforas cotidianas.
Ya en la Edad Media se usaba el dicho
de “no comulgar con ruedas de molino”, para decir que uno “no se tragaba una
mentira de ese tamaño”; y ya en nuestros días, todos “nos ponemos las pilas”,
“no lo tengo en mi disco duro”, “fulano
tiene un cortocircuito”, o “métete esto
en tu chip”.
Tengo un colega que se pasa el día
frente a su computadora, trabaja con ella, y vive en Chacao. En la Venezuela anterior
al caos, Chacao, como Los Palos Grandes, eran los barrios europeos de Caracas,
donde cualquier español, italiano o francés, se reconocía en su pueblo o en su
ciudad, con la panadería, la peluquería, el café, el supermercado, las tiendas
de cualquier cosa, a un paso de su casa,
el sentido de vecindario, e, incluso, en Los Palos Grandes, con la licorería y
el burdel frente a la funeraria. Hoy Chacao padece más plagas que las bíblicas de Egipto: meses
sin agua, teléfono incógnito, luz que va y viene, más va que viene, y ahora
para colmo, las largas y escandalosas colas de autos y motos desde la madrugada
con la esperanza de cargar gasolina en la única bomba de la zona, con gritos,
discusiones con los policías para pagarles el importe en dólares para poder hacer esa cola, etc.
Pues bien, el otro día mi colega me envió un wasap en el que me decía que con un poco de agua fría que le
quedaba en un tobito “se había podido lavar el pendrive, los dongles y
el USB”. No sé si estas metáforas perdurarán, pero a
mí me parecieron graciosas y oportunas y por eso las comparto.
luisroberts@gmail.com
Año VIII /
N° CCCIV / 18 de mayo del 2020
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