El premio a los ganadores del Mundial, la Copa, es también una metáfora (foto: FIFA) |
Por estos días, con tanto fútbol a mi
alrededor, he tenido el tiempito de ver algunos juegos, y he podido notar cómo
los comentaristas y narradores tienen un genio para crear metáforas y
expresiones que solo un aficionado puede comprender. Bueno, depende también del
medio por el cual se escuche ese partido. Si se tiene la oportunidad de ver el
juego, es posible, y más fácil, entender las analogías, lo cual será más difícil
si el partido se oye por radio. Y no vayan a decir que escuchar fútbol por
radio es más aburrido que un burro en un balcón. Ese ejercicio es exactamente
igual a leer un libro, porque la imaginación se activa con tanta emoción y
pasión.
Ese deporte, conocido como el deporte
rey, por ser uno de los más planetarios que existe, incita a crear un lenguaje
metafórico, que a veces pareciera un lenguaje encriptado, pues hay que
imaginarse muchas cosas para llegar al significado. Tengo varios botones de
muestra.
La contabilidad ahora no es exclusiva
de los números, o del debe y el haber (columnas espantosas, por
experiencia lo digo), sino que sirve también para capitalizar el balón, el
tiempo o las victorias.
El Salto Ángel ahora no es el único
mundial, porque en el fútbol también hay cataratas de goles.
El infierno no es el único lugar del
diablo. En el fútbol hay diablos rojos, que, además, tienen su respectivo
cancerbero, que debe cuidar muy bien esa portería, porque de lo contrario ese
fuego interior puede durar toda la vida.
Los toreros no son los únicos que
esquivan al pobre torito al ritmo de ¡ole!; nosotros, los barrabrava, también
gozamos con ese ritmo, cuando nuestros diablos capitalizan muy bien ese balón.
A pesar de que ya no vivimos en la
época del Lejano Oeste, el fútbol tiene sus pistoleros, que pueden ser los
supremos goleadores, quienes deben tener cuidado de que no los desarmen. Y si
los desarman, pues deben sacar su bicicleta o su tijera. También están los
pistoleros que con suma rapidez desenfundan sus tarjetas, sin remordimiento
alguno.
El plomero no es el único que sabe de
desagües, pues esos diablillos saben muy bien cómo hacer un caño. Y si se lo
tapan, pues hacen un túnel, incluso mejores que nuestros boquerones.
Y para finalizar (por ahora), los
bebés, bueno las mamás, no son los únicos que saben de pañalitis, pues, con
mucha suerte, esos diablos pueden curarla con un impresionante gol de vaselina.
Quizás no es el deporte, sino la emoción, la pasión, las alegrías y las
tristezas las responsables de incitar tan peculiar lenguaje. Entonces, si lo
descifraron, pues felicidades, han ganado una hermosa Copa del Mundo.
l laurajaramilloreal@gmail.com
Año VI / N° CCXVII / 15 de julio del 2018
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