Luis Roberts
Desde España nos llegan cada vez más
voces que alertan sobre la aparición arrolladora de un nuevo idioma: el neoespañol. Esta vez es la de Ana
Durante, que en un interesante libro, y en tono de humor, no solo alerta, sino
que clasifica, sistematiza, busca su etimología y hasta sus posibles causas
psicosociales, de lo que ella también llama “el español aproximado”, en su Guía práctica de neoespañol. Enigmas y curiosidades
del nuevo idioma.
¿Y qué es el neoespañol? Pues una forma
de comunicación que está sustituyendo al español a marchas forzadas. Todos los
idiomas han evolucionado históricamente, incluido el castellano, pero nunca con
la velocidad y cantidad del neoespañol, que, además, cuenta con otros dos
factores concomitantes en su proceso de devorar al castellano: la
transversalidad y la universalidad. No hay diferencias de clase social, ni de
profesión, ni de grupo religioso, político o deportivo, no es un problema de registro:
todo quisqui lo habla:
Para el español aproximado,
lo que hasta ahora se consideraba ignorancia es en realidad haber dado un gran
paso liberador, abandonar el corsé y las limitaciones de la antigua lengua y
alcanzar cotas antes nunca vistas. Como por ejemplo que el pensamiento vaya por
un lado y el lenguaje por otro, o que no haya siquiera pensamiento que sustente
las palabras. También que estas expresen sin cortapisas lo que quieran, no
necesariamente el concepto que definían con anterioridad, que los verbos son
intercambiables incluso por sus opuestos, que las conjugaciones pasen a la
historia, que podamos inventar nuestro propio vocabulario...
La base de datos que Ana Durante
aporta, recogidos, y en esto insiste una y otra vez, de doblajes y
susbtitulajes de películas y series, intervenciones de presentadores de
televisión, declaraciones de políticos y otros profesionales, artículos de
periódico, y, lo que es más grave, de libros publicados por editoriales serias,
traducidos o no, le dan, por una parte, un carácter cuasicientífico al trabajo,
además, por otra, una función didáctica explicitada con los ejercicios que
incluye de traducción del neoespañol al castellano y viceversa.
En el neoespañol, para sustituir a un
verbo no es necesario utilizar otro verbo, puede ser un adjetivo, un adverbio,
nada. Veamos algunos procedimientos o criterios utilizados para la sustitución.
La fonética: “Esa camisa le profería
un aire chulesco”; “le infirió malos
tratos”. Por una función similar: “Le tiritaban
los dientes de frío”; “el golpe le fraccionó
la mano”. Una lógica rocambolesca: “Solía enjuagar
las penas conmigo”. El mecanismo sustitutorio, cambiando el verbo por sus
contrarios: “No podía dormir, así que he bajado para encontrar un libro”; “no insistas, no voy a venir a tu casa”. Los verbos de nuevo cuño, o neologismos
sorprendentes: “No externas nada y
así no sé a qué atenerme”; “el cielo resignaba
lluvia”. Los verbos auxiliares y los verbos comodín. Venirse arriba o venirse
abajo, patentado por los periodistas deportivos, ese auxiliar venir con su partícula -se, por animarse o desanimarse.
El uso del verbo hacer como auxiliar:
“Todo hace indicar que va a llover”. Otras joyas del periodismo deportivo, como
“la defensa hacía aguas” (no “hacía agua”), es decir, se orinaba; “el árbitro
perdió “literalmente” la cabeza (y obviamente no pudo continuar el juego hasta
que la encontró). El uso conjunto de verbos sinónimos: “lograron conseguir el
acuerdo...”; “se lo volvió a repetir”; “se volvieron a reencontrar...”. El
comodín celebrar: “La misa de corpore insepulto se celebró... con champán en algunos casos.
Otra perla, esta vez de los políticos: “Acato la sentencia, pero no la comparto”, por “no estoy de acuerdo”,
tanto que se niega a compartirla con su familia, supongo. Tanto es así que se
puso “hecho un obelisco” (por
“basilisco”). El uso cansino del reflexivo en los periódicos: “fue disparado...”;
“fue diagnosticado...”; “fue preguntado...”. También están los que “tocan de
oído” y el oído les engaña: “Aquello no podía surgir efecto”; “cayó una trompa
de agua”; “fue un toma y daga”; “graso error”; “estoy atónico”.
Y por último, la preocupante
desaparición de ciertos verbos y su sustitución monovalente por otros de su
campo semántico, a lo que dedicaremos el próximo episodio del neoespañol, esta
vez en Venezuela.
luisroberts@gmail.com
Año V / N° CLXXXVII
/ 1° de enero del 2018
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