Edgardo Malaver
Antonio Arraiz (1903-62) llevó
la tradición oral
de Tío Tigre y Tío Conejo a la literatura escrita
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El cantante popular colombiano Nelson
Díaz Sánchez murió en septiembre del 2010 a los 86 años. En 1968 había grabado una
canción que le dio visibilidad duradera y un lugar en el repertorio musical de
su país. De este lado de la frontera, los versos y sonidos de Díaz Sánchez desbordaron
la música y se instalaron también en el habla popular.
Cada Carnaval por lo menos, se oye en
Venezuela alguna vez aquella famosa canción, en la cual un personaje es perseguido
por una animal feroz que quiere comer su “carne morena”. Intentando evitarlo,
se sube a un árbol, se sube a una loma, se tira en el río y finalmente se mete
en una casa, “pa que no lo vea”. A todos estos lugares lo sigue la fiera, y él
termina diciendo: “La cosa está fea”. El coro después repite y repite: “Tú lo
que quieres es que me coma el tigre, / que me coma el tigre, / que me coma el
tigre”.
Naturalmente, cuando en Venezuela uno
siente que alguien le impone condiciones particularmente difíciles, que no le
deja escapatoria, que, por más que la busque, no hay válvula que alivie la
tensión de una situación, termina diciendo: “Tú lo que quieres es que me coma
el tigre”. Estas situaciones pueden salir de la esfera personal y abarcar la
social, política, religiosa, artística, etc., porque donde haya seres humanos
habrá siempre unos pocos que querrán imponer a los más su voluntad y sus reglas.
Unos seres humanos lucen más feroces que otros. El mundo ha sido siempre así,
el problema aparece cuando el que se cree con derecho a dictar las pautas elimina
también las válvulas.
La figura intimidante del tigre, bañado
por la naturaleza de colores impresionantes, protagoniza otras expresiones que
involucran siempre el poder, el conflicto, la pelea. “Tigre no come tigre”,
diría cualquiera que desea indicar que, por más fuerte o furioso que se muestre
un enemigo, no la va a tener fácil si desea enfrentarlo. Si algún interlocutor
está de acuerdo, dirá: “Y si lo come, lo vomita”.
También puede representar la
deshonestidad y la fragilidad ética. En una conversación referida a la frecuencia
de conductas no muy decentes, uno dice: “¿Qué es una raya más pa un tigre?”. La
tradición oral, por otro lado, nos ofrece el símbolo del tigre como encarnación
de la fuerza bruta opuesta a la inteligencia y la picardía. El ejemplo inmejorable son los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo.
Hay quienes matan a un tigre y luego le
tienen miedo al cuero. Así, en realidad, no se logra gran cosa. Los sagaces
suelen arrebatar nuevos territorios a los cobardes. La evidencia puede ser que
a veces hay tríos de tigres que van por la vida sintiendo una honda tristeza. La
esperanza para el futuro, siempre, es que las nuevas generaciones suelen
heredar los rasgos de sus padres y abuelos. Indiscutiblemente, hijo de tigre nace
pintao.
emalaver@gmail.com
Año V / N° CLXV
/ 14 de agosto del 2017
Otros artículos de Edgardo Malaver:
Números impresionantes (I) [LXXIX], 19 oct. 2015
Pekín y Bombay [LXXVIII], 12 oct. 2015
Ilación [I], 25 feb. 2013
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