Edgardo Malaver Lárez
La
ventaja de guardar papeles viejos. Calendario oficial del año del Señor de 1582 |
A la memoria de mi amigo Gustavo Lanz
Yo tenía
en Margarita un amigo guayanés llamado Gustavo, que, excepto por su confianza extrema
en la Virgen del Valle, no tenía casi nada de religioso. Cada 4 de octubre, sin
embargo, manifestaba su felicidad por haber nacido el mismo día que san Francisco
de Asís, “el santo de los animales”. Le encantaba ese título, porque, como san
Francisco, Gustavo amaba a los animales. Cómo me hubiera gustado verlo asombrarse
al leer que hubo un año en que la historia se abrevió precisamente... el 4 de
octubre.
Mucho después
de la época en que vivió san Francisco, bastante después de terminada la
Edad Media, llegó un día en que, después mucho cálculo, la humanidad se despidió
de un mes tan normal como septiembre, y se introdujo, por primera vez, en un
octubre que tendría apenas 21 días. ¡Veintiuno! En el año 1582, por bula del
papa Gregorio XIII, para recuperar los 10 días que se habían ido quedando en el
camino debido a los cálculos imprecisos que se habían hecho en Roma para
instaurar el calendario juliano, a la medianoche del día de san Francisco de
Asís, los calendarios debían saltar al día 15.
En
realidad no fue toda la humanidad: fueron solamente Italia, España, Portugal y Francia,
los países que inmediatamente adoptaron el cambio, porque, después de todo, se
trataba de un asunto que, como en la antigua Roma, atañía a la administración
del Estado y luego, también, a la vida cotidiana.
Como
recordarán —porque aquí en Ritos de Ilación lo hemos dicho antes—, el
calendario juliano, llamado así para honrar al gobernante romano que lo propuso,
el célebre Julio César (100-44 antes de Cristo), entró en vigencia en el año 46
después de Cristo. Los matemáticos de César habían llegado a la conclusión de
que el año duraba 365,25 días. ¿Veinticinco centésimas de día? Sí, seis horas, y
pensaron que con agregar un día a febrero cada cuatro años sería suficiente
para normalizarlo todo; pero resulta que ese cuarto de día no era exactamente
de seis horas sino, como calcularon los matemáticos de Gregorio XIII, 11,25
minutos menos. Para el año 1582, cuando ya los españoles habían penetrado tanto
en América como para fundar Buenos Aires dos veces, se habían acumulado 10 días
de atraso.
El error
era conocido ya en el siglo IV, e incluso en el siglo XIII los expertos de Alfonso
X el Sabio (1221-84) calcularon que hasta entonces el calendario juliano se
desfasaba a un ritmo de 10 horas y 44 segundos cada año. Durante casi 1.540 años
no pareció una diferencia demasiado significativa, hasta que en el calendario
litúrgico, que era el importante para el mundo cristiano centrado en Europa, el
error acumulado terminó alterando la fecha en que se celebraba la Pascua, que estaba
fijado en el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera. El papa entonces
creó una comisión que debía hacer los cálculos para ajustar el calendario y, a
partir de sus recomendaciones, emitió en febrero una bula que anunciaba el
cambio para octubre de 1582.
¿Y qué
pasó? Pues no pasó gran cosa, o pasaron cosas curiosas. Si las fiestas de cumpleaños
hubieran sido tan populares como ahora (que no lo eran), los niños nacidos, por
ejemplo, el 6 de octubre del año anterior, no habrían podido celebrar su primer
cumpleaños sino en 1583. National Geographic cuenta que santa Teresa de
Ávila (1515-82), que murió a las nueve de la noche del último día del
calendario juliano, por causa de este cambio tuvo que “esperar” diez días para ser
enterrada. Algunos países se resistieron tanto a adoptar el nuevo calendario
que aún hoy, en la biografía de un escritor tan reciente como Fédor Dostoievski
(1821-81) se tropieza uno con la nota en que se indican sus dos fechas de
nacimiento y las dos de su muerte. Son 240 horas que sencillamente no
existieron en nuestra historia.
Cómo me hubiera gustado contarle esta historia a mi amigo Gustavo, que
siempre me preguntaba si yo no tenía “entre mis curiosidades” algún dato suculento
sobre el cual conversar o leer. Los ojos se le hubieran salido de las órbitas,
incluso de las monturas de los lentes, cuando le dijera que con el calendario
gregoriano la próxima vez que el actual e ínfimo desajuste exija un nuevo cambio
de calendario será, según National Geographic, dentro de más de 3.000
años.
emalaver@gmail.com
Año
X / N° CCCXCV / 4 de octubre del 2022
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