Edgardo Malaver Lárez
Allá, capitán. Ilustración de la Real Academia de la Historia de España |
A mí, lo que me atrajo de este grito,
cuando lo leí en el libro de lectura de cuarto grado, fue que difería de lo que
siempre oía yo en las películas, que era “¡Tierra a la vista...!”. Todavía me
estoy preguntado por qué aquel cuento pretendía, en apariencia, sonar original,
diferente, fuera de lo común. Si era para llamar la atención, conmigo lo logró
al primer intento. Necesité años y años de reflexionar sobre esto para darme
cuenta, hoy, de que gritando “¡Tierra! ¡Tierra!” en lugar de “¡Tierra a la vista...!”,
al menos en la distancia del tiempo y el espacio en que yo lo veía, Rodrigo de
Triana sí denunciaba la desesperación que ya se vivía en el barco, que ya ponía
en peligro la vida del capitán, además de la sorpresa de encontrar, después de
muchos días infructuosos, lo que buscaban. Y también se oye en su grito la
alegría de ver que aquel viaje de locos estaba por terminar... aunque en
realidad no fuera así.
Otra cosa que podemos pensar de la
particular repetición que lanzó De Triana aquella mañana de octubre es la
expectativa de ser él quien se ganaría, no únicamente los 10.000 maravedíes que
habían prometido los reyes que darían al primer marinero que avistara las
Indias (o las Chinas o los Japones). Don Cristóbal había prometido igualmente,
días antes, un jubón de seda, que por lo que parece, de vuelta a España, sería de
mucho lucir.
Sin embargo, quien ha leído el Diario
de a bordo de don Cristóbal, sabe que la noche anterior al avistamiento, el
capitán había visto en la distancia unas “candelillas” que le parecían a él, aunque
menos a sus colaboradores, indicio de actividad humana en territorio seco. Y
aun antes habían ido encontrando en la superficie del mar diversidad de hojas, palos
y otras cosas, incluso un trozo de madera labrada y con una pieza metálica, que
implicaban la cercanía de una costa. O sea, el descubrimiento de América fue,
más que un acontecimiento, un tránsito, un recorrido que se tomó días, no fue repentino
—y en realidad llevaba años en el horno, por lo que sabemos de las peripecias
de don Cristóbal para lograr el dinero necesario—. Mas, aunque el diario del
capitán dice claramente que fue De Triana quien vio por primera vez la isla salvadora,
se sabe por documentos posteriores que el premio se lo llevó Colón.
Además de esto, a aquel marinero que se
subió al palo mayor para verificar que se acercaban a tierra se refieren en los
documentos con varios nombres: Rodrigo de Triana (o más bien “un Rodrigo”, que
quizá era “Rodríguez” debido a un error del escribiente y que decía ser de un
lugar llamado Triana), Rodrigo Pérez de Acevedo, Juan Rodríguez Bermejo (el
único de los hombres de Colón que, según varios autores, procedía del municipio
de Lepe, de donde era De Triana), “el marinero de Lepe” o simplemente “el
lepero”. Es decir, en esta historia existen tantas dudas e imprecisiones con
respecto a tantos detalles que hasta existe la duda de que realmente haya existido
el histórico muchacho —tan simpático que siempre me
ha caído a mí— que lanzó el grito de “¡Tierra! ¡Tierra!”.
Al final, decepcionado por la
injusticia que se le había hecho, y harto del alboroto en que se había convertido
aquel asunto de las Indias, según la narración de sus compañeros de expedición, De
Triana se alejó de la marinería, se fue a África a perderse en ella, y llegó a “abjurar
de la fe”, que no es poca cosa. En Lepe, sin embargo, hay estatuas en que se le
representa señalando hacia Guanahaní. Y en el escudo del municipio aparece
dentro de su cesta del mástil, dueño así de la memoria y el orgullo de su
pueblo.
También yo pienso en él y en la única
palabra suya que quedó escrita, la misma dos veces. Cada vez que hago un
descubrimiento, aunque sea, como en el caso de Rodrigo, la constatación de algo
que ya otros —o yo mismo— habían observado, encontrado, descubierto, recurro al
grito marinero que cerró la Edad Media y nos introdujo en la Edad Moderna: “¡Tierra!
¡Tierra!”. Era viernes.
emalaver@gmail.com
Año
X / N° CCCXCVII / 14 de octubre del 2022
No hay comentarios.:
Publicar un comentario