En
1348, una epidemia y una cuarentena que abarcó toda Asia y Europa nos dejaron
una obra que influyó tanto en la literatura posterior que autores como
Cervantes, que nació 200 años más tarde, todavía seguían su modelo. Las cientos
de historias que contaba el mar de gente que huía de Florencia desafiando
cualquier prohibición debe haber dado a Giovanni Boccaccio la idea de escribir
sobre siete mujeres y tres hombres que cuentan un cuento cada uno cada noche
durante diez días. A aquella cuarentena tan lejana le debemos el Decamerón.
Los
rumores sobre la peste bubónica, o peste negra, llegaron a oídos europeos más o
menos dos años antes. Los consejeros del papa Clemente VI calcularon que si la
enfermedad llegaba a Europa habría unos 24 millones de víctimas. La peste se
había iniciado en China, y entró a Italia a bordo de los barcos que atracaban
en Venecia, donde las autoridades impusieron a la tripulación la obligación de
permanecer en el puerto durante cuarenta días.
¿Por
qué precisamente cuarenta? Pues parece que la razón fue la reputación de este
número, su constante aparición en relatos de acontecimientos prodigiosos o
sobrenaturales. Después de todo, más que un número, el 40 resuena como un
símbolo.
Antes
de que Cristo pasara cuarenta días en el desierto como prólogo para su
predicación, el pueblo judío había caminado durante cuarenta años también en el
desierto. Y antes aún, Moisés había acampado cuarenta días en el Monte Sinaí
para recibir, firmadas por Dios, las tablas de los 10 mandamientos. Y muchísimo
antes que esto, en tiempos de Noé, cayeron sobre la tierra unas lluvias
diluviales durante cuarenta días, que renovaron toda la fauna y la flora del
planeta. Después de resucitar, Jesús esperó aún cuarenta días antes de ascender
al cielo, y ahora los cristianos observan el tiempo de Cuaresma, que dura cuarenta
días. En muchos lugares, las celebraciones de la Navidad terminan el 2 de
febrero, día de la Candelaria, cuarenta días después del 24 de diciembre.
Alí
Babá también tuvo su encuentro cercano con el número 40 y no le fue mal. A Phileas
Fogg debe haberle ido el doble de bien en su viaje alrededor del mundo. Y a
Juan Luis Guerra, que se hizo famoso acompañado del número 4.40, todo el mundo
lo quiere. Así que parece ser buen número.
Etimológicamente,
en realidad, la palabra cuarentena no
esconde ningún misterio: proviene de cuarenta,
que viene de quadraginta, equivalente
a ese número en latín, sólo que se le define como el producto de la
multiplicación de cuatro por diez, más que de cinco por ocho. El verdadero misterio,
al menos en el siglo XIV, era el origen real de la enfermedad, porque la
medicina estaba demasiado poco desarrollada para investigarlo. Lo que sí se
sabe es que se le llamó bubónica
debido a los bubones (inflamaciones
supurantes de los ganglios) que brotaban en las ingles, axilas y cuello.
Ahora,
siete siglos más tarde, otra epidemia le está cantando las cuarenta a los seres humanos, ya no, se presume, por
causa de las ratas sino de sus primos los murciélagos, pero igualmente dentro de
la cuarentena, que ya no dura cuarenta días, unos optan por el rito de las cuarenta horas y otros por el libro de cuarenta hojas.
Otro
misterio es cómo finalmente retrocedió la peste, que se dio por desaparecida en
1361, después de acabar con la vida de 85 millones personas en Asia y Europa.
emalaver@gmail.com
Año VIII / Nº CCXCV / 16 de marzo del 2020
No había notado, como usted dijo, las diferentes situaciones que se ha manifestado en el mundo y en la historia la idea de cuarenta días. Gracias profesor Malaver, me tomaré estos días para leer la obra que allí citó, el Decamerón.
ResponderBorrarFabiola, me gusta mucho esa decisión. Desfrutarás mucho a Boccaccio. Gracias por leer 'Ritos'. Hasta luego.
BorrarMuy interesante. Justo anoche me preguntaba de dónde provenía la famosa cuarentena. Gracias por el aporte histórico y etimológico.
ResponderBorrarSaludos! ;)
Kharla, muchas gracias por leernos. Qué bueno es saber que te ha gustado y que puede ser un aporte. Hasta luego.
BorrarGracias. Muy buen artículo. Lo disfruté bastante. No creo haber leído el Decameron, pero me gustaría hacerlo.
ResponderBorrar