Edgardo Malaver
Mirla Castellanos
en la portada de un disco de 1962 |
Después
de El Chavo del 8, todo fue diferente. Me quedó claro que había otro
lugar en el mundo donde se hablaba como quien siempre lo está animando a uno a
volver a intentar de otra forma lo que no ha logrado, donde a los tontos los
llamaban mensos y donde se podían, eternamente, pasar 14 meses sin pagar
el alquil... la renta. Muchas cosas tenían otros nombres, aunque era fácil
deducirlos siempre, sin necesidad de localización ni de postgrados en
variaciones del español. Y, curiosamente, maravillosamente, muchas de las cosas
que tenía los mismos nombres admitían derivaciones diferentes. Una de ellas era
la palabra mano, que el Chavo, Quico y la Chilindrina podían llamar, muy
castellanamente, mano, pero si hablaban de ella con cariño, pues les
salía manita, y no manito, como decíamos mi hermano y yo porque
en la casa, en la calle, en la escuela le decían así.
Y entonces
me lanzaba yo a atormentar a mi pobre madre, que no tenía ocupaciones ni
responsabilidades y que, con su sueldo de maestra de preescolar, pagaba docenas
de sirvientes para dedicar todo el tiempo posible de atender y resolver las diatribas
lingüísticas del muchachito que le había salido preguntón: “¿Por qué el Chavo
dice manita? ¿La palabra no es mano? ¿No es como carro,
que termina con o y si es chiquito uno dice carrito?”. Mucho
oído, pero cero kilómetros en morfosintaxis. “Ay, hijo, será que en México
dicen así. Quién sabe, a lo mejor es porque mano es femenino. La
mano, ¿no?”. ¡Claro! ¡La mano, la manita! Mi mamá sí que sabía de
morfosintaxis. Es ahora que me pregunta a mí, pero en aquellos días de El
Chavo, hasta Andrés Bello le consultaba a ella.
Si hay algo
más que decir con respecto a la razón por la que los mexicanos dicen manita
en lugar de manito, es muy poco. Es un sustantivo femenino, y el
diminutivo de los femeninos, en español, se forman agregando sufijos como -ita,
-illa, -eta, -ina, etceteruela. Simplemente sucedió
en el territorio que ahora llamamos México —aunque no dudo que en otros lugares
suceda también— que a los hablantes se les atravesó el femenino en la mente en
el momento originario en que iban a hablar por primera vez de una mano pequeña.
Los
venezolanos, por lo menos, dicen una foto y una fotico (aunque
tres o cuatro venezolanos prefieren fotito), la moto y la motico,
esta modelo y esta modelito (más bien infrecuente, ¿verdad?), En
el caso de radio (al igual que de disco, o sea, ‘discoteca’),
sería bien extraño utilizar, por ejemplo, algunas radiecitos para
referirse al medio de comunicación o a una emisora, no al aparato, pero quien
prefiere mi médico favorita, no se detendrá en semejante pequeñez.
También
existe un subgrupo de los sustantivos femeninos terminados en o que no
tienen versión masculina y aparecen muy poco en el discurso popular: soprano,
libido y polio. Esta última, como foto y moto, es
en realidad una apócope, y sí parece bien difícil que se le use en diminutivo,
cosa que pude afirmarse tranquilamente de las otras dos. Lo que sí es bastante
seguro es que, de aparecer, a pesar de su “feminidad” de corazón, aflorarían con
diminutivos terminados en o.
El
diccionario, románticamente, nos da la expresión hacer manitas, que
significa ‘cogerse y acariciarse las manos’ una pareja. Es la única que incluye
con el diminutivo, pero su forma “original”, mano, tiene 36 acepciones y
más de 250 expresiones y locuciones adjetivas, verbales y adverbiales, además
de las equivalentes a sustantivos y términos fijos. También incluye mano
y manito, que provienen de hermano y que, naturalmente, tiene su
femenino, mana, cuyo diminutivo es manita. Qué periplo, ¿no?,
para llegar otra vez a la palabra que aprendí del Chavo... o a los mexicanos,
que también la usan tanto.
Una
expresión que siempre se detiene en mi mente cuando el oído me la trae desde el
exterior, echar una mano a alguien, además del significado que pone el diccionario:
‘ayudar a alguien’, es la expresión más clara y noble del compañerismo y de la
cooperación desinteresada que puede uno prestar —más bien, regalar— a quien los
necesite. Con razón échame una mano, manito tiene un sonido tan a
propósito para pedir ayuda a un amigo.
Habrán sido
los despistados, digo yo, los que, paradójicamente, se pusieron detallistas e
influyeron para que, en diminutivo, esta palabra pasara del género “hermafrodita”
al femenino. No pasa lo mismo que pasa con los sustantivos masculinos que
terminan con a, como... ¡Un momento...!, que sí observo que en este grupo,
en países como Perú y Bolivia, en unos pocos casos, les cambian a femenino el
artículo definido, en singular y plural: la diploma, las diplomas;
la tema, las temas.
La lengua,
como cantaba Mirla Castellanos en 1962, “es una tómbola”. Apenas reconoce uno
un rasgo que parece uniforme, que podría usarse con la confianza de no “equivocarse”,
inmediatamente aparece el ejemplo contrario. Pobre de los hablantes
extranjeros.
emalaver@gmail.com
Año
XI / N° CDXXIX / 31 de julio del 2023
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