lunes, 4 de abril de 2016

Cica y chicunguña [CII]

Edgardo Malaver Lárez


Li Po... ¿o Li Bai? Todo depende 
del alfabeto fonético internacional


         Me tiene conmovido la fidelidad con que algunas personas que entran en contacto con ellas y leen sus nombres en los medios de comunicación respetan la ortografía de los nombres de dos enfermedades que han hecho su debut en América Latina recientemente. Y me conmueve también con cuánto respeto los medios copian esos nuevos nombres, en apariencia, sin preguntarse si verdaderamente se escriben así. Además de las persistentes dolores en las coyunturas, ¿de la denominada chikungunya no llamará la atención ningún otro misterio, ni siquiera ortográfico? De la llamada zika, ¿no tendremos nada más que decir, aparte de que puede aguarle a uno la sangre si los síntomas se prolongan mucho en tiempo?
         Sí, hay un par de cosas que pueden decirse de estos dos nombres, de la forma en que nos han llegado escritos y de cómo y por qué podrían escribirse de otra forma.
         Por qué se escriben zika y chikungunya es más o menos sencillo de responder. Lo más probable es que estas palabras hayan llegado a nuestros medios de comunicación (que es por donde nos han llegado a los ciudadanos comunes) inicialmente transcritas mediante el alfabeto fonético internacional, el código que se utiliza para representar todos los sonidos posibles del habla humana. Una vez transcrito un término nuevo, es bastante sencillo saber cómo se pronuncia en su lengua original y, una vez que se pronuncia, con las posibilidades y limitaciones de cada lengua, se puede escribir como sería más lógico y natural escribirlas en cada lengua. Por esa razón escribimos en español Yeltzin, mientras los franceses escriben Eltsine; en español escribimos Jesús, mientras los italianos escriben Gesù; nosotros escribimos Li Po y los angloparlantes escriben Li Bai.
         Así, en español, zika y chikungunya parecen ser aún transformaciones iniciales a partir de sus transcripciones fonéticas, es decir, no lucen aún armoniosas con la ortografía típica de la lengua española. Para llegar a serlo, para estar escritas como se escribirían en español si hubieran nacido en español, faltaría, en el primer caso, que la sílaba zi- se transformara en ci-, como indica la tendencia natural, aunque no absoluta, del español al representar este sonido ante las vocales e e i, y que -ka se tornara -ca; y en el segundo caso, sería preciso que la sílaba -kun- se transformara -cun-, y que -nya se convirtiera en -ña, como sugiere la naturaleza del alfabeto fonético. Lo más natural en nuestro código, entonces, sería cica y chicunguña.
         Pasado un tiempo —aún falta bastante—, estas palabras terminará escribiéndose así, igual que ya no se escribe switch, goal ni baseball, ni se escribe tampoco pot pourri, aide de camp ni petit maître. La única diferencia está en que los idiomas de los que provienen, además de no ser tan lejanos en historia y geografía, utilizan el mismo alfabeto que el español. Su adaptación fonética, sin embargo, comenzó el día mismo de su llegada a nuestros oídos: unos hablantes dicen chincuguya; otros pronuncian chicuguya, etc., e incluso hay quienes dicen: Se me pegó la chica.
         Lo más conmovedor que tienen la cica y la chicunguña no es, naturalmente, el estrago que está haciendo en la salud de la población, sino el movimiento intestino que ya es posible sentir que se desarrolla en sus nombres para transformarse en palabras totalmente nuestras. Ya verán.


emalaver@gmail.com



Año IV / Nº CII / 4 de abril del 2016

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