Edgardo Malaver Lárez
Nadie objetó
la decisión... ni el acusado. La muerte de Sócrates (1787), de Jacques-Louis David |
Ustedes también tienen que
haber visto esas películas en que hay un juicio en el cual el abogado de la
defensa se levanta a cada rato para gritar: “¡Protesto, señoría!”. E
inmediatamente aparece la imagen aburrida del juez que dice: “Ha lugar”. [Lo
pronuncia como si fuera una sola y extraña palabra con acento en la última
sílaba, pero al escribirlo, lo escribiría ha lugar, verbo más
sustantivo.] También podía responder: “No ha lugar”, que podía ser más
interesante y a veces más injusta, pero siempre gramaticalmente indescifrable para
el que no sabe de qué le están hablando. Cuando era niño, no tenía dónde
investigar de qué se trataba la dichosa expresión de estos abogados de ficción,
y desde que lo averigüé, creo, no he vuelto a ver una de aquellas películas.
El diccionario no da
señales del origen, se limita a poner, algo elusivamente, el significado: ‘Se usa
para desestimar o rechazar la solicitud a que se refiere una resolución’. El Diccionario
panhispánico de español jurídico (¿ustedes sabían que existía?) hace lo
mismo, pero con mayor claridad: ‘Las fórmulas ha lugar y no ha lugar
se emplean sobre todo en la lengua jurídica para expresar, respectivamente, que
se dan o que no se dan las condiciones para algo. Es más frecuente la forma
negativa’. Y luego —que es lo verdaderamente esclarecedor—, concluye: “Se trata
del presente de indicativo del giro haber lugar”, y admite la variación hay.
Al fin y al cabo, es el
mismo verbo: tener. “Su protesta tiene lugar”, podría responder el juez,
“tiene cabida, hay espacio para ella”. Hay incluso quienes dirían que “hace
lugar”, que “se abre lugar” en la argumentación, “permanece, la podemos adoptar”.
Es, entonces, el verbo haber
en el sentido de tener, tal como lo usan aún, a diferencia del español,
que lo abandonó, el francés, el italiano y el portugués, incluso el inglés, que
no viene del mismo vecindario de lenguas. Y con razón suena tan parecido al
célebre “...no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo...”. Hubiera podido decir “...no
hace mucho tiempo...”, ¿verdad?, o “...no tiene mucho tiempo...”.
La verdad es que esta
noción impone el sentido común en la situación del ejemplo y dondequiera que
pueda uno usar esta fórmula jurídica tan útil. Cuando, antes, leía en el
periódico, por ejemplo, que una moción había sido “declarada a lugar” o “con
lugar” (mucho más lógica que la primera), entendía que había sido aceptada,
pero sin duda me quedaba por dilucidar por qué camino se había llegado a
semejante transformación sintáctica.
Tampoco es aceptable,
porque carece de sentido, decir, por ejemplo, “la decisión fue no ha lugar”. Lo
razonable, según el diccionario, sería más bien “no ha lugar para [o a]
la decisión”. Imagine usted que cambia ha por hay, y de repente se
hace la luz.
A ver... No ha
tiempo —ni lugar— para más comentarios. Hemos de despedirnos. Ha
años ya que había que hacer este... y, finalmente, se ha
hecho. Ah, es que sólo se usa en singular.
emalaver@gmail.com
Año
XI / N° CDXV / 3 de abril del 2023
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