Edgardo Malaver
¿Quién
es?, se preguntaban. La Virgen
del Valle en la Batalla de Matasiete (1959), de Juan Antonio Rodríguez |
Día de la Virgen María. Hoy los
católicos del mundo celebran el nacimiento de la madre de Jesucristo. En
Margarita, la Virgen del Valle, a cuya mirada materna los margariteños durante
todo el año exponen todas sus cosas y todas sus actividades, acapara todos los
honores, todas las alabanzas, todas las oraciones. La celebración de la
Natividad de la Virgen se celebra en el Hemisferio Oriental desde el siglo VI,
mientras que en el Occidental se inició unos 200 años más tarde; cantidad de libros
que, como diría san Juan en su Evangelio, “no cabrían en el mundo” se han
escrito acerca de esta mujer y, como si fuera poco, también sobre todas las
particulares historias que se han tejido a su alrededor dondequiera que alguien
ama a su hijo, dondequiera que ella ha aparecido por sí misma, dondequiera que
un cristiano confía en su nombre. Se han escrito miles de libros, pero hoy a mí
me suena en la mente la letra del Himno de la Virgen del Valle.
Lo que desde hace tiempo me ha atraído del
himno, escrito por José Sixto Cedeño para la coronación de la Virgen del Valle
en 1911, es, sobre todo, el nivel lexical del texto. No sé si hace falta hablar
de un texto únicamente para explicar el significado de las palabras que lo
compone, porque eso es algo que los niños de segundo grado podemos hacer sin
dificultad teniendo a mano un diccionario común y corriente, pero este texto es
que es lexicalmente muy peculiar. Aquí está el himno:
Coro
Prez y gloria a la Virgen sagrada,
que del valle do reina el dolor
a la excelsa y divina morada
surgió en alas de célico amor.
I
De terrible martirios emblema,
circundada de célica luz,
en su áurea y hermosa diadema
brilla enhiesta y serena la cruz.
La ama el nauta que el mar atraviesa
y el labriego en su pobre heredad,
los que luchan con brava entereza,
los que sufren con blanda humildad.
II
El fulgor de su lumbre destella
a través de las nubes y el viento.
Ora véspero o alba es la estrella
más radiante del vasto elemento.
Es del huérfano triste, clemencia;
del dolor del proscrito, templanza;
es del niño, la blanca inocencia;
del anciano, la dulce esperanza.
III
Y del ser infeliz del precito
extrañado de humano consuelo,
es el faro inocente y bendito
que lo enrumba camino del cielo.
Caridad es tu nombre más bello,
fe circunda tu trono de luz,
la esperanza te da en un destello
el amor divinal de Jesús.
En el propio coro, la primerísima
palabra ya le exige a uno acudir al diccionario. Prez, que yo siempre
había pensado que era sinónimo de plegaria, hoy descubro que significa ‘honor,
estima o consideración que se adquiere o gana con una acción gloriosa’. La
palabra, de origen occitano, no tiene más que dos acepciones en desuso, así de
extraña es en español: la primera es ‘opinión de la gente sobre alguien’ y la segunda
es igual pero expresamente ‘buena’. Sin embargo, debería ser fácilmente
reconocible para nosotros porque al occitano llegó por el latín: pretium,
es decir, ‘recompensa’. No deberíamos tener dificultad en ver aquí el origen de
una palabra cotidiana y archiconocida: precio.
También está la palabra célico
en el cuarto verso, que se repite en el segundo verso de la primera estrofa. Dice
el diccionario que es un adjetivo de uso poético que puede significar ‘relativo
al cielo’ (la verdad es que tan distante no está de lo conocido, es igual que celeste).
Y por este camino celestial, llega a significar también ‘perfecto’ y, aunque parezca
muy mundano, ‘delicioso’. En esta estrofa hay varias palabras que pueden llamar
la atención, pero, después de todo, no son tan poco conocidas (diadema, áurea
y enhiesta, por ejemplo). La que destaca en realidad es nauta,
que no es nada frecuente como sustantivo: ‘persona cuya profesión o afición se
ejerce en el mar o está relacionada con la Marina’. No es el sufijo -nauta,
pero sí está en el mismo campo semántico.
En la segunda estrofa, destaca por sobre
todo lo demás el sustantivo véspero. Cualquiera cree que no lo conoce,
pero después de investigar un instante, nos damos cuenta de que sí. Proviene de
vesper, que era, en latín, el nombre del ‘planeta Venus como lucero de
la tarde’. ¡Claro! Con razón todo aquello que sucede en la tarde puede uno llamarlo
“vespertino”. En segunda acepción, significa ‘anochecer’, ‘tiempo en el cual
anochece’.
Por último, en la tercera estrofa
encontramos la palabra precito, que parece un error ortográfico, pero
está en el diccionario con el significado de ‘condenado a las penas del infierno,
réprobo’. Etimológicamente (o más bien morfológicamente), se descompone en pre-
y -cito, que da la apariencia de indicar algo como “citar lo anterior”.
Pues resulta que el diccionario lo “traduce” como ‘lo sabido de antemano’.
Calza, ¿verdad?
Sintácticamente también es atractivo este
texto, porque no bien comienza el coro aparece el adverbio relativo do,
también en desuso, en el verso que del valle do reina el dolor. Sólo se
utiliza en poesía y equivale a donde. Sucede algo parecido con el verso Ora
véspero o alba es la estrella (tercero de la segunda estrofa). Ora
es la aféresis de ahora, equivalente a o, que habría que
interpretar como conjunción distributiva y en este verso debería repetirse inmediatamente
antes del segundo término que “distribuye”: alba. O sea, debería decir Ora
véspero, ora alba... Entiéndase, por tanto, “sea en la tarde, sea en
la mañana, es la estrella...”.
El alto nivel del vocabulario, es decir,
el contenido lexical, y la complejidad sintáctica del himno, junto con el hipérbaton
omnipresente, la ordenadísima rima, las licencias poéticas, dan una sensación
de solemnidad casi gregoriana, medieval, que se confirma cuando oímos la música,
abiertamente académica, que acompaña al poema. Y sin embargo, al mismo tiempo,
como acabamos de ver, el canto tiene también una sencillez que está a la vista y
que, sin estudiar aún su contenido semántico, juega a favor de su belleza y
comprensión. Por ende...
Gloria y prez a la poesía de este himno,
surgida como María “en alas de célico amor”.
emalaver@gmail.com
Año
X / N° CCCXC / 8 de septiembre del 2022
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