Ariadna Voulgaris
La casa de Juana de Ibarbourou en Melo, Uruguay |
Mi
madre tenía en Valencia una hermana que recitaba poemas de Juana de Ibarbourou
en los cumpleaños, en los de los mayores, que siempre terminaban a medianoche, y
en los de los niños, que terminaban más tarde. Un día mi hermano mayor, que era
su ahijado, hizo en su taller de pintura un dibujo de la poeta uruguaya y se lo
regaló a mi tía en su cumpleaños. Ella quedó tan impresionada de la belleza de aquella
mujer (cuyos versos hasta entonces apenas decía de memoria), que después de eso
se convirtió en su biógrafa, y un día incluso viajó
a Melo, Uruguay, para conocer los lugares de su infancia.
Juana
de Ibarbourou escribió un poema breve y sencillísimo, que quizá no llame la
atención de muchos, pero que yo conservo en mi memoria también porque cierro
los ojos y oigo a mi tía Andrea recitarlo en su casa de Valencia. Se titula “Mayo”, y es
de 1930:
No
sé qué fragancia a azahares
hoy
tiene el agua del mar.
¿Será
este mayo de oro,
esta
cimera solar,
o
este viento de palomas,
que
anda sin sentirse andar?
Si
él estuviera a mi lado,
oh
Dios, ¡qué felicidad!
No
sé qué duda tengo de si es un poema de amor o de nostalgia. O de las dos
cosas. O si es un poema escrito después de una batalla en que la poeta ha
perdido a su héroe amado. Y yo siento ese “viento de palomas / que anda sin
sentirse andar” como la sensación clara, la sensación de que todo está quieto debido
a la separación. Habrá quienes compartan con Juana esa visión del mes de mayo,
que para otros es un mes de flores, de alegría y de romance. Es al menos el mes
de las nuevas generaciones, dado que, en el hemisferio norte, en mayo nacen los
que han sido engendrados durante el verano del año anterior.
El
poema de Juana —¿quién me dio esa confianza de llamarla Juana?— está lleno de
luz. El “agua del mar”, el “mayo de oro”, la “cimera solar” y las palomas, que
no son aves nocturnas, pintan una escena bella que, de repente, se oscurece con
la ausencia del amado en el penúltimo verso. Si lo concebimos como un mes propicio
para el amor erótico, la sensación del poema es comprensible porque la poeta se
siente sola. Cumple entonces, aunque por contraste, con el estándar del idilio primaveral
y las notas de violín. Esta vez las flechas de Cupido han ido a parar todas al
mar.
En
Roma el mes de mayo era llamado MAIVS, es decir, el mes dedicado a Maya,
diosa promotora de la fertilidad y la maternidad. Hasta el siglo III antes de
Cristo, se le distinguía de la Maya griega, hija de Atlas. El dato interesante sobre
la Maya latina es más bien terrenal: que las mujeres romanas la honraban en un
rito tercamente secreto cada año en mayo. Los hombres estaban tan prohibidos que
ni siquiera se les permitía hacer preguntas sobre la ceremonia.
No
se sabe nada más. Por eso, acordándome de mi tía, que tanto la quería, me animé
a escribir sobre Juana y el más sencillo de sus poemas para comenzar el mes con
belleza, que es como comenzarlo con bien.
ariadnavoulgaris@gmail.com
Año IX / N° CCCLV
/ 3 de mayo del 2021
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