lunes, 3 de mayo de 2021

Este mayo de oro [CCCLV]

Ariadna Voulgaris

 

 

La casa de Juana de Ibarbourou en Melo, Uruguay

 

 

 

         Mi madre tenía en Valencia una hermana que recitaba poemas de Juana de Ibarbourou en los cumpleaños, en los de los mayores, que siempre terminaban a medianoche, y en los de los niños, que terminaban más tarde. Un día mi hermano mayor, que era su ahijado, hizo en su taller de pintura un dibujo de la poeta uruguaya y se lo regaló a mi tía en su cumpleaños. Ella quedó tan impresionada de la belleza de aquella mujer (cuyos versos hasta entonces apenas decía de memoria), que después de eso se convirtió en su biógrafa, y un día incluso viajó a Melo, Uruguay, para conocer los lugares de su infancia.

         Juana de Ibarbourou escribió un poema breve y sencillísimo, que quizá no llame la atención de muchos, pero que yo conservo en mi memoria también porque cierro los ojos y oigo a mi tía Andrea recitarlo en su casa de Valencia. Se titula “Mayo”, y es de 1930:

 

No sé qué fragancia a azahares

hoy tiene el agua del mar.

¿Será este mayo de oro,

esta cimera solar,

o este viento de palomas,

que anda sin sentirse andar?

 

Si él estuviera a mi lado,

oh Dios, ¡qué felicidad!

 

         No sé qué duda tengo de si es un poema de amor o de nostalgia. O de las dos cosas. O si es un poema escrito después de una batalla en que la poeta ha perdido a su héroe amado. Y yo siento ese “viento de palomas / que anda sin sentirse andar” como la sensación clara, la sensación de que todo está quieto debido a la separación. Habrá quienes compartan con Juana esa visión del mes de mayo, que para otros es un mes de flores, de alegría y de romance. Es al menos el mes de las nuevas generaciones, dado que, en el hemisferio norte, en mayo nacen los que han sido engendrados durante el verano del año anterior.

         El poema de Juana —¿quién me dio esa confianza de llamarla Juana?— está lleno de luz. El “agua del mar”, el “mayo de oro”, la “cimera solar” y las palomas, que no son aves nocturnas, pintan una escena bella que, de repente, se oscurece con la ausencia del amado en el penúltimo verso. Si lo concebimos como un mes propicio para el amor erótico, la sensación del poema es comprensible porque la poeta se siente sola. Cumple entonces, aunque por contraste, con el estándar del idilio primaveral y las notas de violín. Esta vez las flechas de Cupido han ido a parar todas al mar.

         En Roma el mes de mayo era llamado MAIVS, es decir, el mes dedicado a Maya, diosa promotora de la fertilidad y la maternidad. Hasta el siglo III antes de Cristo, se le distinguía de la Maya griega, hija de Atlas. El dato interesante sobre la Maya latina es más bien terrenal: que las mujeres romanas la honraban en un rito tercamente secreto cada año en mayo. Los hombres estaban tan prohibidos que ni siquiera se les permitía hacer preguntas sobre la ceremonia.

         No se sabe nada más. Por eso, acordándome de mi tía, que tanto la quería, me animé a escribir sobre Juana y el más sencillo de sus poemas para comenzar el mes con belleza, que es como comenzarlo con bien.

 

ariadnavoulgaris@gmail.com

 

 

 

Año IX / N° CCCLV / 3 de mayo del 2021

 

 

 

 

 

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