Ariadna Voulgaris
Bet-lehem, Belén, ‘casa del
pan’
Esta semana
no salí con mi sobrino, pero como me gustó la historia de la a que conté la
semana pasada, quiero contar ahora la de la be. De todas maneras, como estoy
hospedada en su casa, se me presentan a cada paso piezas de rompecabeza, legos,
flautas, tambores, carritos, trompos, pinceles, lápices de colores, libros... y
letras, letras, letras, muchas letras, de todos los colores, de todos los
tamaños, de todos los modelos. O sea, el ambiente me está llevando también a
hablar de las letras.
La segunda
letra del alfabeto, la be, es la décima entre las que se encuentran al
principio de las palabras, con 3.833 registros en el diccionario, es decir, 4,35
por ciento. Ella se las arregla, a pesar de esto, para estar presente en todos
los territorios, para invadir otras sílabas y posiciones en el interior de las
palabras y algunas veces, valientemente, hasta repite y se hace predominante,
como en absorber, barba, bomba, de estas palabras hay a borbotones.
Aunque
procede del signo que idearon una tarde de buena brisa los fenicios que se
ocupaban de esas cosas, la be nuestra actual, es decir, la del alfabeto latino
(castellano, o español, en nuestro caso), sobre todo en su forma mayúscula,
poco tiene que ver con aquellos “dibujos” que hacía sobre sus tablillas los
originales creadores del signo. Las letras actuales de alfabetos como el hebreo
y árabe, que son más bien silabarios, se parecen bastante más.
El dato más
curioso que encontré mientras investigaba es que el vocablo fenicio bet,
que designaba la casa, el refugio que habitaba un hombre con su familia,
terminó siendo nombre de la segunda letra porque, en aquella cultura, una casa
era la propiedad de mayor valor después de un buey, cuyo nombre era aleph,
la palabra aleph, la letra alef, hoy a.
En español,
por lo menos, en el español que yo hablo, las palabras más bonitas comienzan
con be. Con be comienza la palabra más tierna del español, que es bebé. Y
si uno vive en una región calurosa, beber puede ser particularmente placentero.
También están estas otras, con las que me gusta jugar, construir adivinanzas, escribir
poemas:
· bagatela, que
parece salida de una canción que cantara un gondolero en Venecia;
· bahía, que
es como el sonido de una flauta en una playa tranquila y con mucha luz;
· baladí, que
suena a agua que corre entre los dedos con alegría... en esa í está la
alegría;
·
beluga, que
no solo tiene sonido marino sino también como palaciego, como mediterráneamente
antiguo;
·
betumen,
que suena a volumen, y suena a cardumen y suena a cacumen;
·
bermejo, que
parece todo pero no un color, que parece ser un cangrejo, pero también un ovejo.
·
birlibirloque,
tan larga esa palabra, tan bruja, tan trabalengua, ¿no les suena?;
·
bicicleta, ay,
la bicicleta, que se parece a la libertad, qué bello es el mundo cuando uno va
en bicicleta;
·
bikini, ¿a
qué más puede sonar bikini que a playa, a atrevimiento juvenil, a andar desnuda
por el mundo sin perder el pudor.
·
boína, que es una palabra
que se pertenece a sí misma, que es relativa a su propia naturaleza;
·
boricua, tan
musical que uno oye maracas o sonajas de niños
flautas que cantan;
·
bonito,
que parece ser un bueno chiquito, un bueno más bueno pero con
cariño, o más intenso que bueno.
·
bulevar,
con su apariencia de verbo, con su caminar tan pausado... y su espíritu
parisino;
·
buque, una palabra que tiene
imagen de barco grande, de casa en medio del mar, de piso seguro y a flote;
·
burbuja, tan
juguetona, al mismo tiempo ligera e impactante, aérea y cristalina, leve,
efímera
También
me gustan balandra, bambú, bohemia, borceguí, bufanda.
Y algunos de los nombres de personas, de lugares, etc. que siempre me resuenan
en la mente sin atormentarme son Babel, Babilonia, Bagdad,
Bárbara, Belén, Bernardo, Biblia, Bruno.
La semana
pasada dibujé un buey en mi agenda. Hoy tendría que dibujar una casa: una casa
para la be, para albergar quizá a los bueyes de la letra a, las lenguas del
pasado y las del presente, para los sonidos inocentes de la naturaleza y nuestras
duras palabras cotidianas, una casa para todos.
Valencia, 12 de abril
del 2024
ariadnavoulgaris@gmail.com
Año XII / N° CDLVII / 22 de abril del 2024
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