martes, 23 de abril de 2024

La be, la casa de todos [CDLVII]

 Ariadna Voulgaris

 

 

 

Bet-lehem, Belén, ‘casa del pan’

 

 

         Esta semana no salí con mi sobrino, pero como me gustó la historia de la a que conté la semana pasada, quiero contar ahora la de la be. De todas maneras, como estoy hospedada en su casa, se me presentan a cada paso piezas de rompecabeza, legos, flautas, tambores, carritos, trompos, pinceles, lápices de colores, libros... y letras, letras, letras, muchas letras, de todos los colores, de todos los tamaños, de todos los modelos. O sea, el ambiente me está llevando también a hablar de las letras.

         La segunda letra del alfabeto, la be, es la décima entre las que se encuentran al principio de las palabras, con 3.833 registros en el diccionario, es decir, 4,35 por ciento. Ella se las arregla, a pesar de esto, para estar presente en todos los territorios, para invadir otras sílabas y posiciones en el interior de las palabras y algunas veces, valientemente, hasta repite y se hace predominante, como en absorber, barba, bomba, de estas palabras hay a borbotones.

         Aunque procede del signo que idearon una tarde de buena brisa los fenicios que se ocupaban de esas cosas, la be nuestra actual, es decir, la del alfabeto latino (castellano, o español, en nuestro caso), sobre todo en su forma mayúscula, poco tiene que ver con aquellos “dibujos” que hacía sobre sus tablillas los originales creadores del signo. Las letras actuales de alfabetos como el hebreo y árabe, que son más bien silabarios, se parecen bastante más.

         El dato más curioso que encontré mientras investigaba es que el vocablo fenicio bet, que designaba la casa, el refugio que habitaba un hombre con su familia, terminó siendo nombre de la segunda letra porque, en aquella cultura, una casa era la propiedad de mayor valor después de un buey, cuyo nombre era aleph, la palabra aleph, la letra alef, hoy a.

         En español, por lo menos, en el español que yo hablo, las palabras más bonitas comienzan con be. Con be comienza la palabra más tierna del español, que es bebé. Y si uno vive en una región calurosa, beber puede ser particularmente placentero. También están estas otras, con las que me gusta jugar, construir adivinanzas, escribir poemas:

 

·       bagatela, que parece salida de una canción que cantara un gondolero en Venecia;

·       bahía, que es como el sonido de una flauta en una playa tranquila y con mucha luz;

·       baladí, que suena a agua que corre entre los dedos con alegría... en esa í está la alegría;

·       beluga, que no solo tiene sonido marino sino también como palaciego, como mediterráneamente antiguo;

·       betumen, que suena a volumen, y suena a cardumen y suena a cacumen;

·       bermejo, que parece todo pero no un color, que parece ser un cangrejo, pero también un ovejo.

·       birlibirloque, tan larga esa palabra, tan bruja, tan trabalengua, ¿no les suena?;

·       bicicleta, ay, la bicicleta, que se parece a la libertad, qué bello es el mundo cuando uno va en bicicleta;

·       bikini, ¿a qué más puede sonar bikini que a playa, a atrevimiento juvenil, a andar desnuda por el mundo sin perder el pudor.

·       boína, que es una palabra que se pertenece a sí misma, que es relativa a su propia naturaleza;

·       boricua, tan musical que uno oye maracas o sonajas de niños  flautas que cantan;

·       bonito, que parece ser un bueno chiquito, un bueno más bueno pero con cariño, o más intenso que bueno.

·       bulevar, con su apariencia de verbo, con su caminar tan pausado... y su espíritu parisino;

·       buque, una palabra que tiene imagen de barco grande, de casa en medio del mar, de piso seguro y a flote;

·       burbuja, tan juguetona, al mismo tiempo ligera e impactante, aérea y cristalina, leve, efímera

 

         También me gustan balandra, bambú, bohemia, borceguí, bufanda. Y algunos de los nombres de personas, de lugares, etc. que siempre me resuenan en la mente sin atormentarme son Babel, Babilonia, Bagdad, Bárbara, Belén, Bernardo, Biblia, Bruno.

         La semana pasada dibujé un buey en mi agenda. Hoy tendría que dibujar una casa: una casa para la be, para albergar quizá a los bueyes de la letra a, las lenguas del pasado y las del presente, para los sonidos inocentes de la naturaleza y nuestras duras palabras cotidianas, una casa para todos.

 

Valencia, 12 de abril del 2024

 

ariadnavoulgaris@gmail.com

 



Año XII / N° CDLVII / 22 de abril del 2024

DÍA DEL LIBRO Y DEL IDIOMA

 

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