Mileydi Juárez
María
Alejandra Martín como María Eugenia Alonso en Ifigenia (1986), de Iván Feo |
Ella mira el mar, es lo que puede
hacer. Y su mirada está limitada por la línea del horizonte, es decir, por su
incapacidad humana de ver la curvatura de la Tierra.
Clarice Lispector (1974)
El mundo nos habla del
inicio y el fin, la naturaleza en sus incomprensibles instantes de belleza nos
susurra: “Eres una gota de agua en el inmenso mar”. ¿Quién le dice
al sol: “Apareciste muy temprano o no cumpliste tu labor hoy?”. Nadie, ni aún
el comentario más hiriente, puede cambiar su curso. Lo vemos en el ocaso, que etimológicamente se refiere a la caída, el decaer del sol y guarda un íntimo vínculo con la necesaria oscuridad que envuelve y
sucede a esta caída. Y así, las vidas humanas siempre distintas como el ocaso
diario, son sin embargo
menos predecibles y con
propósitos siempre buscados; lo escribimos, cantamos, gritamos y silenciamos: ¿qué
haré mientras esté aquí?, ¿cómo viviré mientras llega mi ocaso?
La verdad es que si el
astro rey tuviese la libertad de decidir entre nosotros y su tranquilidad de no
hacerlo… ¿cambiaría algo? Lo vemos en la literatura y la oportunidad de
plantear imposibles, realidades básicas y anhelos, en la hermenéutica, para
comprender, reconocer e interpretar; en obras como Ifigenia (1924) de
Teresa de la Parra (1889-1936), Don Quijote de la Mancha (1605-1615) de Miguel de Cervantes y en el presente.
Partiendo de la
hermenéutica gadameriana está el primer horizonte en Ifigenia.
Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba, con su ambientación de género realista en el siglo XX, apenas
unos 100 años atrás; en la vida de María Eugenia Alonso y la alegoría a su sacrificio
personal, al entierro de su libertad por una fuerza mayor, que ella misma
describe como “deidad terrible y ancestral; dios milenario de siete cabezas que
llaman sociedad, familia, honor, religión, moral, deber, convenciones, principios”
(De la Parra, 1924, p. 310). En su diálogo personal luchan los anhelos de su
alma contra las presiones de su entorno, así como el astro desciende al final
de la jornada, ella observa cómo el ocaso la encierra en una prisión, apenas en
el florecer de su vida. Ideales confinados a un rol predispuesto.
A la par, en el siglo XVII, observamos el horizonte
de la pastora Marcela en El
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Con su ambientación de novela realista
tipo cínica, la imponente figura de una joven vista como frívola, alza la voz a
los señalamientos en su contra. Un discurso que en sí mismo guarda fuerza, pero
en el tiempo que es enunciado establece un precedente. Para ella, las opiniones
de su belleza no son más que pretextos para recortarla una vez más en los
patrones de la mente esclava: “Y, según yo he oído decir, el verdadero amor no
se divide, y ha de ser voluntario, y no forzoso” (Cervantes, 2023, I, 14).
Ahora bien, acertado es Hans-Georg
Gadamer en su ilustración del proceso interpretativo como un “juego”, del cual
no somos directores sino participantes: “El que juega se halla más bien
arrebatado por una realidad «que le sobrepasa»” (Gadamer citado por Grondin,
2008 p. 75); la fusión de los horizontes entre María Eugenia Alonso y Marcela
nos acerca a la humanidad de dos seres de épocas y contextos distintos, con la
misma necesidad intrínseca de libertad que
supera el entendimiento. Una libertad contemplada desde los inicios del mundo
y, en palabras de san Agustín de Hipona, se refieren a “la voluntad del hombre
que de modo natural se inclina a buscar los medios para ser feliz” (citado por Alonso García, 2009, p. 194).
¿Acaso esta es no la libertad clamada por estas dos jóvenes?, ¿no es la misma
que se defiende en el presente?
¿La tradición literaria de
los personajes femeninos establece una relación directa entre ellas? El
prejuicio interpretativo lleva al lector a comprender la desigualdad entre los
personajes como una regla establecida entre líneas. Una María Eugenia o Marcela
en el presente seguirían siendo heroínas por valorar su esencia, aunque el
ocaso de sus vidas no cumple el deseo de los valientes corazones. Son un
reflejo de los autores, en su oportunidad de desarrollar personajes con vestigios
de la injusticia humana que ellos han vivido. Las distancias temporales
expanden la dimensión de los análisis al dar un paso fuera, como lectores e
intérpretes.
Cada día sin falta ni autorización,
el sol culmina su recorrido entregándose al mar con un cálido beso en el
horizonte. Los ocasos de cada personaje confirman las verdades del espíritu
estudiadas en la hermenéutica; en su identidad almacenan información del
pasado, con las experiencias del presente y los interminables hilos del futuro.
mile07juarez@gmail.com
Referencias bibliográficas
Alonso García, A. (2009). “Libertad y gracia en san Agustín de
Hipona”. En González Ginocchio, D. “Metafísica y libertad”. Cuadernos de
Anuario Filosófico 214, 193-200.
Cervantes, M. de (1998). El ingenioso hidalgo
don Quijote de la Mancha. Centro Virtual Cervantes. Recuperado el 18 de
febrero de 2023, de
https://cvc.cervantes.es/literatura /clasicos/quijote/edicion/parte1/cap14/cap14_02.htm.
De la Parra, T. (1982). Obra (Narrativa, ensayos, cartas). Biblioteca
Ayacucho.
Grondin J. (2008). ¿Qué es la hermenéutica? Herder.
Año
XI / N° CDXX / 8 de mayo del 2023
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