Leonardo
Laverde B.
Hace unos días conversaba
con mis estudiantes sobre las nociones de lenguaje
y lengua. La definición de lenguaje
que yo acostumbro usar es “tipo de comunicación que involucra el uso de una
lengua”. A su vez, una lengua es un “sistema de signos arbitrarios, lineal y
doblemente articulado”. Tomando esto como punto de partida, les pregunto a mis
estudiantes qué otros códigos, además del lenguaje oral y su representación
escrita, encajan con dicha conceptualización. Las respuestas típicas suelen
ser: las lenguas de señas, el Braille y el código Morse (estos dos últimos como
representaciones de una lengua oral). Sin embargo, en esta oportunidad un
estudiante me preguntó: “¿Y la escritura musical?”.
Reflexionando sobre el
asunto, me dije: la escritura musical es arbitraria y lineal pero, ¿es
articulada? Algunos estudiantes recordaron que varias notas forman un acorde.
También —lo pienso ahora— se podría mencionar la conjunción de la clave y las
notas en la representación de cada sonido (un músico podría orientarnos mejor
al respecto). Sin embargo, como apuntó otra estudiante, la respuesta final
dependerá de si consideramos que la música transmite significado. Cada grafema
musical, individualmente, transmite significado, pues alude a una nota. Ahora
bien: el conjunto de las notas, ¿tiene significado? ¿Una pieza musical puede
considerarse un mensaje?
Cierto tipo de música, la
música programática (que pretende evocar imágenes extramusicales en la mente
del oyente) aspira, ciertamente, a alguna clase de significado. En cambio, la
música absoluta (como el arte no figurativo en general) renuncia a transmitir
algo más allá de sí misma.
Indudablemente, para la
persona que compone o gusta de la música, una pieza, por más absoluta que
fuere, puede llegar a tener significado. Sin embargo, a diferencia de las
lenguas, ese significado no descansa en convenciones que permitan “decodificar”
el mensaje de la melodía. La música, por sí sola, no es referencial, no tiene
un significado denotativo; sin embargo, puede llegar a asociarse con
representaciones internas individuales.
Concluyo entonces que, en
realidad, la escritura musical no es una lengua, y la música no es un lenguaje.
Sin embargo, no cabe duda de que implica alguna forma de comunicación emotiva.
En este punto, me viene a
la memoria un poema de Fernando Pessoa. Dado que hablamos de música y estamos
en el mes del amor, van a permitirme que lo transcriba con toda la musicalidad
de su lengua original:
A tua voz fala
amorosa...
Tão meiga fala
que me esquece
Que é falsa a
sua branda prosa.
Meu coração
desentristece.
Sim, como a
música sugere
O que na música
não está,
Meu coração
nada mais quer
Que a melodia
que em ti há...
Amar-me? Quem o
crera? Fala
Na mesma voz
que nada diz
Se és uma
música que embala.
Eu ouço,
ignoro, e sou feliz.
Nem há
felicidade falsa,
Enquanto dura é
verdadeira.
Que importa o
que a verdade exalça
Se sou feliz
desta maneira?
llaverde2@gmail.com
Año II / Nº XLIII / 9 de febrero del 2015
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