lunes, 10 de abril de 2017

E pur si muove [CXLVII]

Edgardo Malaver


 
En 1623, Galileo se comprometió con el papa a escribir
un libro que terminó enfureciendo al pontífice




         Hoy, a mitad de la duodécima semana del año, he descubierto que 15 de cada 22 alumnos de mis cursos se quedan en blanco cuando, para enfrentarme a su incredulidad, les digo, les exclamo, golpeando el piso con el zapato: “¡E pur si muove!”. Si mi pequeñito salón fuera un país, la equivalencia sería que en todo grupo de 100 personas de menos de 18 años de edad, ¡68 no habrían oído hablar de Galileo en toda su vida! Habrán estado mirando para otro lado cuando alguien lo ha mencionado, que es más probable y muchísimo más grave.
         ¿Qué tendría que decir aquí para que los muchachos de menos de 18 años no dejen de leer Ritos? ¿Tendría que contarles la historia que está detrás de esta frase, cómo se traduce, quién se la dijo a quién en qué circunstancias? Creo que voy a pensar más bien en lo que no quiero decir: lo que significa “E pur si muove!”, con un solo signo de exclamación ahora, para crear intriga. El que ya fue a Google a buscarlo sabe que se ha ganado mis aplausos, pero como el conocimiento no nos hace falta para que nos aplaudan, ¿qué ganamos, en esta situación, levantando la mano para decir: “Yo sí sé, yo sí lo busqué, yo sí lo encontré”?
         Lo que quiero no es contar el cuento de Galileo porque no es cuestión aquí de saber o no saber—algunos me están recordando decir que lo más importante es saber dónde buscar. El problema no es tampoco la edad, muchachos. Ni que más tarde otros profesores van a horadar la bóveda celeste, tan escrupulosamente observada por Galileo, con un auténtico alarido de horror y desesperanza. El problema no es siquiera que el año que viene ese 68,18 por ciento crecerá probablemente a 81,73 o a 90,29. No, no, ese no es el problema.
         A mí me suena a que el problema va a ser que muchísimos están sospechando que esa frase como que está en italiano, en gallego, en uno de esos idiomas raros, y que como ellos no estudian eso, entonces no hay necesidad de ocuparse de ella. ¿Será entonces nuestra actitud acerca del saber? El problema puede ser también creer que estamos desconectados de los demás. ¿Usted de veras piensa que lo que pasa en otro pueblo no le afecta porque usted no habla la lengua de ahí? ¿Será cierto que como no estudio alemán tengo permiso para ignorar lo que significa weltanschauung y por qué los alemanes lo escriben siempre con mayúscula? Por ese camino se llega rapidísimo a no tener idea de lo que es el mundo.
         Y en esas condiciones, esforzándonos cada día más en aprender lo menos que podamos, será facilísimo caer en los redes de prestidigitadores que pretenden deslumbrarnos con pequeños datos de los que acaban de enterarse. Y luego, aunque a usted le pese el conocimiento, comenzará a repetir, porque uno de esos iluminados lo ha dicho, que la información es poder. Qué sabios.
         Es como el asunto del sol y la tierra. Hay quienes dicen que la tierra gira en torno al sol. Yo veo que el que va desplazándose todo el día en el cielo es el sol. La tierra esta quieta. Pero, terco y loco, Galileo insiste, con zapatazo y todo: “E pur si muove!”.

emalaver@gmail.com





Año V / N° CXLVII / 10 de abril del 2017

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