Edgardo Malaver Lárez
¡Manden
llamar a nuestro abogado! Los miserables en el Teatro Teresa Carreño. Foto: V. Amaya |
Diariamente
observo que usamos el verbo mandar para decir que hemos pedido u
ordenado que se haga alguna cosa. Se rompe la suela de un zapato y un día que
vamos al centro de la ciudad, aprovechamos para mandarlos a reparar.
Necesitamos una docena de huevos para hacer una torta y los mandamos a comprar
en el abasto. “Mandé a hacer una habitación junto a la cocina”, “Mi mamá
mandó a llamar a su abogado”. Este uso del verbo tiene sentido, pero no
es automáticamente lógico.
Existe en todos
estos ejemplos (y en nuestra mente) una confusión entre dos acepciones del verbo
mandar (por lo menos entre dos): la de ‘ordenar’ y la ‘enviar’. Mandar
equivale y es sinónimo de estos otros dos, pero las más veces resulta dificilísimo
distinguir en la lengua hablada cuándo nos referimos a uno y cuándo al otro.
Si
reflexionamos sobre los ejemplos del primer párrafo, terminaremos dándonos
cuenta de que el amigo cuyos zapatos se rompieron, una vez en el centro, dio la
orden de que le repararan los zapatos: no envió a nadie a hacerlo, ¿verdad? En
el caso de la torta que tenemos que hacer, sí enviamos a un niño a comprar los huevos,
pero al final se trata de que le ordenamos que fuera al abasto a comprarlos. En
el tercer ejemplo, sería extraño que, estando en nuestra casa, enviáramos a unos
obreros a construir una habitación dentro de la casa. ¿Adónde los estaríamos enviando?
Los mandamos, sí, pero en el sentido de que les ordenamos, les pedimos, les
solicitamos hacer la habitación. Y el último caso es quizá el más difícil. La
madre del hablante quiere reunirse con su abogado envía a alguien en busca del
abogado. Pero fíjense en esta forma equivalente de decirlo: “Mandó llamar al
abogado”. Le ordenó a alguien que lo llamara.
¿Dónde está
el truco?, se preguntarán ustedes, ¿cómo reconocemos el mandar de ‘enviar’
del mandar de ‘ordenar’? La clave está en la preposición a. Había
pasado silenciosa por todo este discurso, pero es la protagonista. Para usar el
verbo mandar con seso en el sentido de ‘dar una orden’ tendríamos que
eliminar la preposición, es decir, silenciarla más aun. Imaginemos que una madre
le dice a un hijo: “Te mandé a barrer la casa hace una hora y no lo has
hecho”. ¿Lo ha enviado a algún lugar o le ha dado una orden? Si es esto último,
habría que decirle: “Te mandé barrer la casa...”. Existe una forma ya
fosilizada en nuestra mente de hablantes para indicar que queremos que las
autoridades se encarguen de alguien que, a nuestro juicio, ha cometido una
falta: Lo voy a mandar a meter preso. ¿Qué sentido tiene esa a?
De ninguna manera se está invitando a esa persona a hacer nada (ni siquiera,
por cierto, se le está ordenando tampoco nada), sino que se va a pedir a las
autoridades que lo arresten: “Voy a mandar meterlo [en la cárcel]”.
Otro truco
puede ser acudir a un galicismo sintáctico (al menos para acostumbrarse a distinguir):
aproveche que va mañana al centro para hacer reparar los zapatos, haga
construir una nueva habitación junto a la cocina, puede llamar a un nieto y
hacerlo comprar huevos para una torta, o, en caso extremo, puede hacer
llamar a su abogado para que, a su vez, sea él quien haga hacer presa
a ese hijo a quien usted quería hacer barrer la casa.
La próxima
vez que vayan a misa, fíjense, en el momento de la consagración, cómo el sacerdote
pide a Dios que convierta el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, “que
nos mandó celebrar estos misterios”. Sin preposición. No tendría sentido
cambiar mandó por invitó, pero lo tiene todo si lo sustituimos
por ordenó, pidió, conminó.
En
conclusión, si se puede eliminar la preposición a y se puede sustituir
el verbo mandar por otro, como ordenar, solicitar o pedir,
entonces no se trata de enviar a nadie a hacer nada (porque con enviar
sí necesitamos la preposición). O, para decirlo con más claridad, trate de
sustituir mandar por ordenar (o un sinónimo de ordenar), y
si funciona, la a desaparecerá naturalmente.
A mí mi familia
me mandó a Caracas a estudiar, pero fue porque yo quería hacerlo. Es
decir, no fue una orden, pero casi todos los días, cuando hablaba con ella por
teléfono, mi abuela me mandaba comer bien para que no me enfermara.
Ojalá otro
día me salga más clara la explicación.
emalaver@gmail.com
Año XI / N° CDXLV / 29 de enero del 2024
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