lunes, 24 de diciembre de 2018

¿Cuándo no es Pascua en diciembre? [CCXL]

Edgardo Malaver



Olivia Hussey en el papel de la Virgen María
en
Jesús de Nazaret (1977)



         Razón tenía Rainer María Rilke cuando escribió que en la infancia está todo, todo lo valioso que uno tiene. Cuando yo era niño, con frecuencia oía a mi abuela decir, como para reprocharle a alguien que estuviera haciendo lo mismo de siempre, sobre todo si era una mala conducta, “¿Cuándo no es Pascua en diciembre y San Juan el 24?”. Al mismo tiempo, en Semana Santa se hablaba de “la Pascua del Señor”, y en Navidad se nos deseaban “felices Pascuas”, y así, de una temporada a otra, quedábamos todos “contentos como unas pascuas”. ¿Qué tenía esta palabra que parecía adaptarse con tanta facilidad a diferentes situaciones?
         Es tan adaptable, que en Semana Santa es singular y en Navidad es plural. En una va a aparejada con la resurrección de Jesucristo y en la otra, con la “prosperidad” que esperamos para el año siguiente. También parece ser propia para fechas felices, como las del nacimiento de Jesús, y para las tristes, como las de su pasión y muerte. Su presencia entre nosotros también es señal de su versatilidad, pues de la cultura hebrea emigró a la griega y a la latina y a partir del latín se vertió en el español.
         La palabra pascua quiere decir ‘paso’, ‘pasaje’; hay que tener presente que proviene de la palabra hebrea pesaj, que equivale a ‘pasar por alto’, en el sentido de conservar, de no desechar alguna parte de un todo cuando se está renovando algo. El pueblo judío comenzó a celebrar la Pascua después que Moisés lo guio para escapar de la esclavitud en Egipto. Dios le dio a Moisés instrucciones precisas para que cada familia matara un cordero y marcara con la sangre la puerta de su casa la noche en que iban a huir. El espíritu de Dios pasaría esa noche por todo Egipto para exterminar a los primogénitos de cada familia; pero pasaría por alto las casas que tuvieran la marca de la sangre. Naturalmente, las familias egipcias, incluyendo la del faraón, perdieron a todos los varones mayores, contexto que aprovecharon los judíos para huir. Al llegar a la orilla del mar, perseguidos por los ejércitos egipcios, Moisés dividió las aguas y el pueblo logró pasar “sobre suelo seco” hacia la libertad.
         En el Nuevo Testamento, Jesús hace coincidir la Pascua judía con lo que luego, en la cultura occidental, se llamaría Semana Santa. En esa primera Pascua cristiana, se pasa de la antigua alianza de Dios con su pueblo a la nueva alianza en la que el propio Jesús es el nuevo cordero que se sacrifica por el pueblo, que ya no es únicamente el hebreo. En Navidad, como es fácil suponer, el paso es de la era de la oscuridad a la de la salvación. La larguísima espera por el Mesías ha concluido y el Verbo se ha hecho carne. El hombre deja de ser criatura de Dios y pasa a ser su hijo.
         ¿Cómo llega toda esta historia a la lengua? No se sabe en qué fecha nació Jesús, pero fue la celebración romana de un dios que vence cada día sobre la luz y la oscuridad, la fiesta del Sol Invictus, la que le puso fecha a la Navidad, la fiesta del nacimiento de un hombre que habría de dominar sobre la vida y la muerte. Tal como se suceden el sol y la noche, como se alternan la luz del nacimiento y la sombra del sepulcro, llega también la Pascua una vez y otra vez y otra vez. Y así, la música, la mesa, la atmósfera, hasta las emociones, nos insinúan que ha llegado diciembre... ¿y cuándo no es Pascua en diciembre?

¡Para todos... feliz Navidad!

emalaver@gmail.com



Año VI / N° CCXL / 24 de diciembre del 2018




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