Ariadna Voulgaris
En
este mar, cerca de Pafos, Chipre, dicen los hermanos chipriotas, nació Afrodita |
APRILIS provenía de Aphorita.
O eso dicen ahora, que no tenemos manera de ir a preguntar. El cuarto mes del
año, el que coincidía con el florecimiento esplendoroso de la primavera en
Europa, se llamaba APRILIS en Roma y este nombre, lejanamente, estaba vinculado
al de Afrodita. ¿Cómo? ¿Qué tenía que ver Afrodita, que, por cierto, los
romanos llamaban Venus?
Pues resulta, mis queridísimos, que hay
que recordar primero el origen de Afrodita. Cronos había arrancado los
genitales a Urano, su padre, y los había lanzado al mar cerca de Chipre. Al
entrar en contacto con el agua, la sangre y el semen del dios produjeron una
cuantiosa reverberación de espuma de la cual nació Afrodita ya adulta, bella y
encantadora. La nueva criatura era dueña de hermosas formas físicas que dioses
y mortales deseaban con frenesí; no era para menos, si provenía de las entrañas
procreadoras de un demiurgo. Por sus encantos y presencia seductora, fue
conducida al Olimpo, donde se convirtió en la diosa la belleza y el amor. Pero calma,
pueblo, que este amor es más bien como el de la película española aquella cuyo
título nos lo aclara todo: ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?.
Es decir, Afrodita guiaba, sustentaba, alentaba, protegía y favorecía a
aquellos mortales que, enamorados, apasionados, enloquecidos, sentían el
arrebato de poseer sexualmente a otro (u otra) mortal. Lo que es más, era ella
quien les insuflaba tales emociones y deseos. Se decía incluso que Afrodita los
poseía a ellos y por esto experimentaban semejantes manifestaciones. Con razón
eran y son estas las historias más apetecidas, en Grecia, en Roma y en todos
los mercados del mundo.
Como Afrodita disfruta una juventud y
una belleza intactas, sin decadencia, sin imperfecciones, y levantaba la fuerza
de la naturaleza viril y desplegaba su atractivo arrollador en las doncellas,
llegó, acaso poéticamente, a equiparársele con el florecimiento exuberante de
la naturaleza en los meses de primavera. Y abril ha sido siempre el mes de esas
germinaciones, de esos inigualables ímpetus de reproducción natural. El nombre
de la época del año en que esto sucede había entonces de asemejarse al de la
deidad que la presidía entre los hombres. De este modo, se supone que la voz
griega Aphrodita, “la nacida de la espuma”, cuyo nombre se forma a
partir de aphrós (es decir, ‘espuma’) puede ser raíz de APRILIS
en latín. Si hubiera sido AFRILIS, sería más convincente, ¿no es cierto?,
pero la presencia de la P en ambos nombres puede ser suficiente (para mí). Los
caminos de la lengua, como se ve, son insondables.
Todo esto es conjetura, he de repetir,
y no mía, que me siento más cómoda en otros terrenos, sino de la gente que sabe
de etimología. Por la información que he recogido últimamente, no se tiene
certeza del origen del nombre abril, pero bien vale la pena hablar al
menos de esa incertidumbre.
También existe la hipótesis de que APRILIS
pudiera provenir de APERIRE, ‘abrir’. Tiene cierto sentido, siento yo,
porque se lo relaciona con el “abrirse” de las flores en toda Europa durante el
mes de abril. Es igualmente poético, pero los lingüistas le dan más votos a la
idea de que esta sea lo que ellos llaman una “etimología popular”, es decir, colegida
sin fundamento por el pueblo, porque no hay documentos que sirvan de base para
tener la certeza. ¡Haber inventado la imprenta antes, Gutenberg! Y en Italia.
Vuestras mercedes se percataron ya de
que a mí me gusta más la primera opción. Se me ocurrió en estos días que un
escritor como Borges podría haber escrito un artículo apócrifo de la
Enciclopedia Británica en que mencionara con casi todos los detalles la fuente
que nos falta para creer del todo en ella. O que quizá en el futuro nacerá otro
poeta, más osado que Borges, que nos convenza de la verdad hasta ahora
ficticia... pero que sea más poética, por piedad, demiurgo, para que sea, por
fin, la verdadera.
ariadnavoulgaris@gmail.com
Año IX / N° CCCLI / 5 de abril del 2021
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