Edgardo Malaver
El
teatro venezolano creció con la llegada del gallego Alberto de Paz y Mateos a Venezuela |
Cuando yo era estudiante, había en la escuela una muchacha
que, sintonizada con la moda lingüística del momento, no llamaba a nadie de
otra forma que no fuera gallo. Era, para ser más preciso, una moda
instaurada por la jerga juvenil y proveniente, he presumido desde entonces, de
la hamponil, tan creativa y refinada.
Gallo era, al principio, una especie de insulto más o
menos moderado que se le lanzaba a quien era considerado el tonto del grupo, el
torpe, el que no comprendía, por ejemplo, las bromas. Yo me preguntaba mucho
qué tenía un gallo de torpe o de tonto, y nunca encontré el sema que me lo
aclarara a primera vista.
Sólo ayer, domingo 27 de junio, unos 30 años más tarde, vino
a conectarse en mi mente este apelativo con otro, también utilizado de manera
peyorativa pero con una tradición más larga: gallego. Era sencillo: gallo
es como un apócope de gallego. Era —o se me ocurre ahora que era, que
fue— el habla hamponil haciendo lo que quizá sea su rasgo más característico,
su acto más frecuente: cambiar los significados de los signos más comunes para
crear confusión mediante el significante —ojalá que Laura Pérez Arreaza me
corrija—. Me da la impresión, además, de que en cada país hay un gentilicio
extranjero al que se atribuye la falta de talento e inteligencia, y en
Venezuela es el de Galicia. En España parece ser sueco; en Argentina, boliviano;
en Estados Unidos, irlandés.
Aquella estudiante terminó siendo apodada Galla, nadie la
llamaba por otro nombre, y hasta debe haber habido alguno que nunca supiera
cómo se llamaba de veras. Al final luchaba en vano para revertir un hábito que
ella misma había inducido, lo cual es inmensamente difícil en cualquier
comunidad, en cualquier lengua. Incluso se cambió de facultad, ojalá que no
haya sido por esa razón. Yo recuerdo su nombre, pero siempre que oigo que
preguntan por ella es con aquel infame e inmerecido apodo... señal clarísima de
que hay que tener cuidado con lo que se dice porque la lengua es castigo del
cuerpo.
emalaver@gmail.com
Año VIII / N° CCCVIII / 6 de junio del 2020
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