lunes, 6 de julio de 2020

La lengua es castigo del cuerpo [CCCVIII]

Edgardo Malaver



El teatro venezolano creció con la llegada
del gallego Alberto 
de Paz Mateos
a Venezuela




         Cuando yo era estudiante, había en la escuela una muchacha que, sintonizada con la moda lingüística del momento, no llamaba a nadie de otra forma que no fuera gallo. Era, para ser más preciso, una moda instaurada por la jerga juvenil y proveniente, he presumido desde entonces, de la hamponil, tan creativa y refinada.
         Gallo era, al principio, una especie de insulto más o menos moderado que se le lanzaba a quien era considerado el tonto del grupo, el torpe, el que no comprendía, por ejemplo, las bromas. Yo me preguntaba mucho qué tenía un gallo de torpe o de tonto, y nunca encontré el sema que me lo aclarara a primera vista.
         Sólo ayer, domingo 27 de junio, unos 30 años más tarde, vino a conectarse en mi mente este apelativo con otro, también utilizado de manera peyorativa pero con una tradición más larga: gallego. Era sencillo: gallo es como un apócope de gallego. Era —o se me ocurre ahora que era, que fue— el habla hamponil haciendo lo que quizá sea su rasgo más característico, su acto más frecuente: cambiar los significados de los signos más comunes para crear confusión mediante el significante —ojalá que Laura Pérez Arreaza me corrija—. Me da la impresión, además, de que en cada país hay un gentilicio extranjero al que se atribuye la falta de talento e inteligencia, y en Venezuela es el de Galicia. En España parece ser sueco; en Argentina, boliviano; en Estados Unidos, irlandés.
         Aquella estudiante terminó siendo apodada Galla, nadie la llamaba por otro nombre, y hasta debe haber habido alguno que nunca supiera cómo se llamaba de veras. Al final luchaba en vano para revertir un hábito que ella misma había inducido, lo cual es inmensamente difícil en cualquier comunidad, en cualquier lengua. Incluso se cambió de facultad, ojalá que no haya sido por esa razón. Yo recuerdo su nombre, pero siempre que oigo que preguntan por ella es con aquel infame e inmerecido apodo... señal clarísima de que hay que tener cuidado con lo que se dice porque la lengua es castigo del cuerpo.

emalaver@gmail.com




Año VIII / N° CCCVIII / 6 de junio del 2020



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