Hay realidades que están representadas
por más de una palabra en nuestra lengua MATERNA. Hay para ciertas situaciones
muchos sinónimos, muchos eufemismos, y para ciertos fenómenos como los colores
hay palabras hasta para los matices; pero hay realidades que se quedaron
huérfanas. Algunas veces pasan generaciones de hablantes sin que nadie se dé
cuenta de que hay vacíos o faltas en el vocabulario. Desde hace pocos años noto
cierta inquietud, por ejemplo, para darle nombre a la madre que pierde un hijo,
porque un huérfano es quien se ha quedado sin al menos uno de sus padres y
hasta hay una distinción: huérfano de madre y huérfano de padre. Sin embargo,
si un padre o una madre o ambos pierden un hijo, sea un bebé, un niño o un
adulto, falta en la lengua española una palabra para explicarlo o explicarse.
Quizá no la haya porque es poco natural y permanece inexplicable.
Yo crecí escuchando frases como “Padre
es el que cría y no el que engendra”, “Padre puede ser cualquiera, madre hay
una sola”. Siempre me quedaron resonando como algo que no estaba bien decir
aunque todos lo repitieran mucho. Yo creo que hay en ellas unas huellitas de
machismo, no lo tengo claro. Desde hace unos años, al menos diez, cuestiono que
el Día de la Madre sea una celebración de bombos y platillos, mientras que el
del Padre, al menos en las redes sociales, es un día para reclamar, quejarse,
mostrar el resentimiento... y volver a sacar esas frasecitas. De allí que yo
empezara a reflexionar sobre si el Día de la Madre es el día de la que engendra
o de la que cría. Muy poca gente parece poner en entredicho a las madres, nadie
las clasifica entre las que crían y las que engendran. Y es entonces cuando criar
empieza a sonarme feo como debe sonarle feo a la gente que escribe sobre
maternidad, paternidad y crianza.
Desde hace unos seis años, que me dedico a leer sobre esos temas,
conozco un verbo hermoso: maternar, que como suele suceder con las
lenguas, nace ante una necesidad de una comunidad y poco a poco se cuela entre
los hablantes. Si tiene éxito y de verdad viene a llenar un vacío, nombra una
realidad que existe sin nombre, sin partida de nacimiento, entonces saldrá de
su comunidad y llegará a más y más hablantes. A partir de entonces, la Academia
habrá de reconocerla, eso si no muere prematuramente.
Maternar viene a
llenar ese vacío que hay entre parir, dar a luz, alumbrar, dar vida (miren
cuántos nombres para una realidad) y críar. Maternar, según lo que he
leído, es entregarse. Es ir más allá de alimentar, es consolar, abrazar,
escuchar y volver a escuchar, contener, estar, y para muchos incluye jugar. Es
también llorar con los maternados. Maternar para mí es convertirse en refugio y
en mago. Es reír y reír mucho y fuerte. No es solo como criar, que me parece
que solo se refiere a hacer de un bebé un adulto. No. Maternar es para toda la
vida e incluso después de la vida para los que creemos. Maternar no excluye a
quien no amamantó o no parió o no concibió. Se pueden maternar hermanos,
sobrinos, nietos o huérfanos desconocidos.
La palabra maternar ya nació pero aún la Real Academia de
la Lengua no le da la partida de nacimiento, no la reconoce, quién sabe si no
la conoce, y no por eso vamos a dejarla huérfana. Maternar vino para llenar un
vacío, para darle nombre a aquello que han hecho nuestras madres por nosotros,
independientemente de cómo llegaron a ser nuestras madres. Sabemos lo que hay
que hacer con esa palabra para que siga viva: maternarla.
Deseo de todo corazón que todas aquellas que maternan hayan pasado un
muy feliz Día de la Madre.
sarace.pacheco@gmail.com
Año VII / N°
CCLX / 13 de mayo del 2019
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