Edgardo Malaver
Gallegos en sus años mozos, recién
casado
con doña Teotiste Arocha
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Los presidentes de Venezuela son
ideales para legar a las futuras generaciones frases llamativas, expresiones
memorables, refranes, retruécanos, gritos de guerra, hasta conjuros para atraer
fanáticos. Eleazar López Contreras (1883-1973), el primer militar venezolano
que lo fue hasta el día en que se convirtió en presidente, imprimió en nuestra
memoria lo que parecía ser su lema en medio del confuso susto que produjo la
muerte de Juan Vicente Gómez (1857-1935): “Calma y cordura”. José Antonio Páez
(1790-1873) no dijo su frase más notable como presidente, sino como soldado,
pero su “¡Vuelvan caras!” trocó en victoria una matanza desoladora. En la
madrugada del 23 de enero de 1958, acorralado por los militares sublevados, Marcos
Pérez Jiménez (1914-2001) les dijo a sus más cercanos colaboradores: “Mejor
vámonos, el pescuezo no retoña”.
La llegada de la radio hace 90 años y
luego la de la televisión en los años 50 proporcionaron una forma casi
inalterable, pero sobre todo rápida y sencilla, de dejar registrados estos
acontecimientos lingüísticos que en muchas ocasiones han contribuido a la
unidad de los venezolanos... y en unas pocas, a destruirla.
En 1978, cuando después de dos períodos
presidenciales en el poder, Acción Democrática perdió las elecciones, los
periodistas abordaron a Rómulo Betancourt (1908-81) en busca de las impresiones
del patriarca del partido. Él les respondió: “Les voy a decir lo que dirían los
amigos americanos: we will come back”.
A partir de ese momento, todos, todos, todos los venezolanos, en todas las
situaciones posibles e imaginables, respondían a todo y a todos: “We will come
back”. Una generación más tarde, ya nadie utilizaba la expresión, pero su
presencia en el habla cotidiana venezolana fue mil veces más que omnipresente.
Hoy en la mañana, el presidente de
Venezuela, conocedor de la decisión que estaba a punto de tomar la oposición en
el parlamento, bromeaba diciendo: “No sé si todavía soy presidente”. Tiene toda
la sonoridad de una de esas frases que se incorporan, por lo menos largo
tiempo, al habla popular (y sobre todo al humor popular) hasta que llega alguna
otra que la desplaza con renovada gracia... o falta de ella. En el futuro, si
esta frase trasciende, seguramente nuestros nietos se preguntarán cómo era
posible que el presidente no supiera si seguía siéndolo... o que bromeara al
respecto. Sin duda, no es una situación regular. Y es quizá eso lo que distingue
a estas afirmaciones asociadas al poder: que nacen de una situación bastante
irregular. En la democracia, por lo menos aquellas en que están más o menos derechas
las cosas, se sabe con toda claridad hasta cuándo será presidente el
presidente.
En situaciones irregulares, indeseables,
desventajosas estaban también López Contreras, Páez y Pérez Jiménez. Y también
Betancourt. Simón Bolívar (1783-1830), el día del terremoto de 1812, también
estuvo en medio de una circunstancia harto adversa que él terminó revirtiendo a
su favor. ¿Y qué frase histórica hemos citado los
venezolanos más que “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y
haremos que nos obedezca”?
Por
ahora (¿quién recuerda este embrujo de frase?), no existe calma ni cordura en Venezuela, y su
lengua lo manifiesta como acostumbra hacerlo según el estado de la historia:
crispándose, violentando al interlocutor, cercándose para no compartir nada con
nadie. La lengua bien puede, digamos para imitar a Luis Herrera Campíns (1925-2007), hipotecarnos los demás sectores del
espíritu. Por eso la lengua, como el petróleo, bien podría sembrarse, como diría Arturo Úslar Pietri (1906-2001), que nunca fue
presidente pero fue candidato. El habla de los presidentes bien podría influir
en el desarrollo de todos los demás ciudadanos. No sé qué habría que hacer para
lograrlo, pero, como diría Rómulo Gallegos (1884-1967), “un día será”.
emalaver@gmail.com
Año IV / N° CXXXVIII
/ 9 de enero del 2017
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