Edgardo Malaver
Plaza Miranda de la atractiva ciudad de
Barquisimeto
en
1954. Arriba a la derecha, el obelisco |
Había planeado dejar que los lectores descansaran esta semana del tema del plural, pero acabo de toparme con una vieja lista de posibles temas para cuando no se me ocurriera qué escribir, y como era esa la circunstancia en que me encontraba, tuve que cerrar los ojos y ceder ante la tentación. Las notas que encuentro dicen simplemente: “Plural de topónimo distante: las Europas, las Américas”.
¿Por
qué algunos hablantes (si es que verdaderamente son algunos) tienden a
pluralizar algunos nombres de lugar? Mi hipótesis inicial, hace años, era que debía
tratarse de una forma de aumentar en el discurso la importancia que revestía
hacer un largo viaje o, aunque no fuera largo, a un lugar muy lejano. Podía ser
impresionante para el hablante que alguien cercano lograra ir, por ejemplo de
vacaciones, a las Méridas, a los Maracaibos, a los Barquisimetos. Y lo era mucho más, incluso para el que hacía el
viaje, ir a los Méxicos, a los Mayamis, a las Europas.
Aunque
esta idea no queda descartada (más bien queda confirmada), las breves lecturas
que he hecho antes de comenzar a escribir, me indican que esta forma de
aumentativo, más que de plural, más popular que culto, podría provenir de los
mismísimos orígenes de la expansión del castellano en la España de la Edad
Media. En los siglos anteriores a los Reyes Católicos, España era un reguero de
pequeños reinos que apenas se comunicaban para entrar en guerra y para celebrar
matrimonios entre los hijos de los reyes. Isabel y Fernando, que se habían
casado precisamente para unir las posesiones que sus antepasados habían ido acumulando,
figuran como los que comenzaron a unir “todas las Españas”, como le escribió el
humanista Diego de Valera (1412-88) al joven príncipe antes del casamiento. “Todas
las Españas” bien pueden entenderse como la suma de Castilla y Aragón, la suma
de todos los territorios que poseían los dos herederos, todos los que estaban
bajo su influencia y todos los que, con su nuevo y agrandado poderío, no
tardarían en sometérseles.
En
1492, Isabel la Católica tomó posesión de los territorios antes dominados por
los árabes, con lo cual terminaban reuniéndose también dos Españas, la
cristiana y la musulmana. Inmediatamente llegó Colón a un nuevo territorio, que
comenzaron a llamar, primero, las Indias,
porque era donde creía el Almirante haber llegado, y, más tarde, las Antillas; partir a estas tierras a
buscar fortuna comenzó a llamarse “ir a hacer las Américas”. En esa misma sintonía, regresar a la capital del reino
—¡hombre, qué viaje más largo!— era recalar por los Madriles. En épocas tan cercanas como 1837, la Constitución
española se refería a Isabel II como “reina de las Españas”, y eso que no
poseía ya la americana.
Sea a
causa de la noción de distancia, de tamaño (más bien de grandeza) o de herencia,
lo cierto es que el pueblo se apodera de esas formas expresivas, sobre todo porque
son expresivas, y las mantiene, las perpetúa. Nunca he estado en las Australias, pero veo en el mapa que es
lejísimos. Nunca he pisado las Arabias,
pero me dicen los que han ido que la gente tiene otras costumbres. Nunca la he
visto los Niuyores, pero leo en “La ciudad de nadie” que pasan cosas asombrosas. Deben ser lugares magníficos y misteriosos.
Cada quien tiene su idea de ellos, son muy diversos. Será por eso que algunos,
muchos, andan diciendo ahora: “Me voy pa las Inglaterras, pa los Portugales, pa
las Italias”.
emalaver@gmail.com
Año IV / N° CXXI
/ 29 de agosto del 2016
Y dónde dejas a "las Vascongadas"? Un abrazo desde Maracaibo!
ResponderBorrarY dónde dejas a "las Vascongadas"? Un abrazo desde Maracaibo!
ResponderBorrar¡Sérvulo! ¡Qué alegría verte! Gracias por leer 'Ritos'. Y por comentar. ¡Andas por los Maracaibos! Mira, me parece que las Vascongadas no entra en este grupo porque en "condiciones naturales" se le nombra en plural (hay otro artículo de 'Ritos' sobre los topónimos en plural, el de Lecherías). Aquí hablo de aquellos nombres de lugar que son originalmente en singular y algunas veces se les llama en plural. Pero vamos, hombre, escribe algo sobre eso, que nos enriquecerías enormemente a todos. Muchas gracias por escribir, mi pana. Edgardo
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