Azury Mendoza
La risa casi sardónica de Shazzan,
personaje de la serie animada homónima, resuena claramente en mi cabeza cada
vez que me topo con ese concepto con el que se describe el talante particular
de cada convención de lenguaje.
Quizá la carcajada mordaz del genio
animado no sea gratuita del todo, puesto que de acuerdo a los entendidos en la
mitología semítica, los djinn /dʒɪn/ son portadores de un potente poder creador
relacionado con el fuego y el humo, y también con la oscuridad, lo demoníaco.
El genio
de nuestro español venezolano no se parece al personaje de argollas en las
puntiagudas orejas, corte krishna y barba a lo Nottingham, cadenas de oro,
chalequillo sin botones, pantalones bombachos y zapatos puntiagudos: se viste a
la última moda, tiene un talento especial para detectar chinazos[1]
y armar chalequeos[2]
perpetuos, no ‘pela’ una parrillita con cerveza (aunque no le hace remilgos al
whisky, para revolverle el hielo con el índice), hace amigos con facilidad y
abraza a todo el mundo.
Tampoco ha podido resistirse a la
tendencia perniciosa e innecesaria de amplificar conceptos, de confundir sexo con género y en un ánimo general de ‘congraciamiento’ con las minorías
excluidas, complica todavía más los de por sí complicados textos científicos,
legales u oficiales. Igualmente, se ‘empata’ en la onda de separar artículos de
sus preposiciones naturales, bautiza hijos con nombres tipo Frankenstein,
acorta palabras y se apropia de neologismos con un desparpajo que haría
convulsionar a nuestro filólogo de cabecera, don Andrés Bello. Aquí algunas
muestras:
- “El decano de Medicina de la UCV le responde al minpopo de Educación”. Truncatura que resuelve muy bien el derrame de adjetivos y preposiciones del cargo que, de paso, se llevaría dos de las tres líneas del titular. Ah, sí, también recoge sin querer queriendo la verdadera naturaleza de muchos de nuestros MinPoP[ó]s.
- “No es un pordiosero. Es un hombre en situación de calle”. Florida frase que fracasa en su propósito de embellecer la realidad de quien la padece.
- “¡Yo soy el voceador oficial de esta parada!”. Creativa justificación para cobrar al chofer los gritos que anuncian la ruta de la camioneta a los pasajeros potenciales.
- “Tengo un postgrado en Psicología Forense: hablo con los muertos”. Ingeniosa forma de decir que es espiritista.
- “Efrofriendlyns Jhesvergreen Mc’Namara Guevara Marcano”. No es un trabalenguas, sino el nombre completo de una chica venezolana cuyo documento de identidad circula por la web.
Ante tanta chispa creativa, un amigo
oriundo de Trinidad y Tobago me preguntó en su muy candoroso y académico
español: “¿Qué es de pinga?”. La respuesta que le di debió haberle sonado como
un balido de Kaboobie[3] mientras,
disimulada en las matas, podía verse la sombra de nuestro Shazzan venezolano,
estremeciéndose calladita con su ¡jo, jo,
jo, JO...!
azurybrian@gmail.com
Año III / Nº LXXXI / 9 de noviembre del 2015
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