Azury Mendoza
A
modo de introducción, hago un mea culpa bien
vergonzoso, so pena de someterme a las sanciones sociales que explicaban Grice y
su combo: también yo me engrincho, me
espeluco y me persigno a la hora de hacer
citas. No, no esas citas (las médicas, aunque aplica), ni las otras (las de placer,
aunque esas también), sino las otras aquellas: las de todo trabajo de investigación.
Dicho
de otra forma, se me mueve el tucungo aunque
no sea de gozo, como muy bien explican Mahuampy Ruiz e Isabel Matos en la entrada
número LIII de este mismo blog. Es que
las normas APA-UPEL (FALTA FECHA) con sus actualizaciones, revisiones y demás misiones (como expone Edgardo Malaver en
su entrada “Tu misión, Jim, si decides aceptarla...”, publicado en el número VII,
ibíd.), resultan ser un instrumento del
demonio para hacer la Tesis: imposible.
También
yo me he abstenido de colocar citas que vendrían como anillo al dedo al punto que
intento demostrar con tanta tinta y tanta paja
(otra vez, ibídem, ejusdem, Ob. Cit. y demás; esta vez por Laura Jaramillo, entrada número L). Ah,
sí, y todo por culpa de la veracidad de la fuente, y la forma de expresar en papel
tal veracidad. Y tal fuente.
Esto
me ocurrió recientemente, cuando, por observaciones hechas por mi querido Edgardo
Malaver (¿ameritará una cita esta referencia?), hacía las correcciones a lo que
después fue mi debut en este blog: “La diabetes es grave (o la esdrujulización a la venezolana)” (¿también tendré que citarme a mí misma?). En su versión más primigenia, existía esta cita a modo de epígrafe:
“—Profesor, ¿la diábetes
es grave?”, a lo cual le respondió “Sí, la diabetes es siempre grave, nunca esdrújula”.
Cuando
me disponía a compilar las referencias, terminé metiéndome en camisas de once varas: en
mi caso particular, leí esas líneas por vez primera en la compilación que Monte
Ávila Editores, en su serie Biblioteca Básica de Autores Venezolanos, hizo de la
obra de Ángel Rosenblat: Buenas y malas palabras.
Una selección (2004).
Pero
luego, al googlear un poco, me topé con que esas mismas líneas también se le atribuyen
al sabio Dr. Santiago Ramón y Cajal (Premio Nobel de Medicina en 1906). Esto de
acuerdo a Valera-Cárdenas et al. (2011). Inmunoglobulina
y enfermedad hemolítica en neonatos. MedULA 20: 87-91, corregido por Salinas,
P. (2010). Entonces, como se diría en cada episodio del Chapulín Colorado: Y ahora, ¿quién podrá defenderme? Me queda
bien claro que no vendrán en mi auxilio ni la APA-UPEL, ni la Chicago, ni la Vancouver...
Decidí
omitir el muy pertinente epígrafe y aprovecharlo para esta entrada. En todo caso,
mientras sigo buscando al verdadero padre del muchacho, me apego al último guiño-comentario hecho por el mismísimo
Rosenblat en “¿Diábetes o diabetes?”: E se non
è vero è ben trovato.
En
conclusión, los nunca bien ponderados y malqueridos plagios resultan ser, muchas
de las veces, casos en los que faltó pericia o atención para citar una perla, o
incluir un par de comillas o cursivas que habrían bastado para evitarse malos ratos,
y mala fama... Y que lo digan Javier Vidal... o Ricardo Azolar (Los platos del diablo, 1985).
azurybrian@gmail.com
Año III / Nº LXXIV / 21 de septiembre del 2015
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