lunes, 21 de septiembre de 2015

Entre perlas, citas y plagios [LXXIV]

Azury Mendoza


         A modo de introducción, hago un mea culpa bien vergonzoso, so pena de someterme a las sanciones sociales que explicaban Grice y su combo: también yo me engrincho, me espeluco y me persigno a la hora de hacer citas. No, no esas citas (las médicas, aunque aplica), ni las otras (las de placer, aunque esas también), sino las otras aquellas: las de todo trabajo de investigación.
         Dicho de otra forma, se me mueve el tucungo aunque no sea de gozo, como muy bien explican Mahuampy Ruiz e Isabel Matos en la entrada número LIII de este mismo blog. Es que las normas APA-UPEL (FALTA FECHA) con sus actualizaciones, revisiones y demás misiones (como expone Edgardo Malaver en su entrada “Tu misión, Jim, si decides aceptarla...”, publicado en el número VII, ibíd.), resultan ser un instrumento del demonio para hacer la Tesis: imposible.
         También yo me he abstenido de colocar citas que vendrían como anillo al dedo al punto que intento demostrar con tanta tinta y tanta paja (otra vez, ibídem, ejusdem, Ob. Cit. y demás; esta vez por Laura Jaramillo, entrada número L). Ah, sí, y todo por culpa de la veracidad de la fuente, y la forma de expresar en papel tal veracidad. Y tal fuente.
         Esto me ocurrió recientemente, cuando, por observaciones hechas por mi querido Edgardo Malaver (¿ameritará una cita esta referencia?), hacía las correcciones a lo que después fue mi debut en este blog: “La diabetes es grave (o la esdrujulización a la venezolana)” (¿también tendré que citarme a mí misma?). En su versión más primigenia, existía esta cita a modo de epígrafe:

“—Profesor, ¿la diábetes es grave?”, a lo cual le respondió “Sí, la diabetes es siempre grave, nunca esdrújula”.

         Cuando me disponía a compilar las referencias, terminé metiéndome en camisas de once varas: en mi caso particular, leí esas líneas por vez primera en la compilación que Monte Ávila Editores, en su serie Biblioteca Básica de Autores Venezolanos, hizo de la obra de Ángel Rosenblat: Buenas y malas palabras. Una selección (2004).
         Pero luego, al googlear un poco, me topé con que esas mismas líneas también se le atribuyen al sabio Dr. Santiago Ramón y Cajal (Premio Nobel de Medicina en 1906). Esto de acuerdo a Valera-Cárdenas et al. (2011). Inmunoglobulina y enfermedad hemolítica en neonatos. MedULA 20: 87-91, corregido por Salinas, P. (2010). Entonces, como se diría en cada episodio del Chapulín Colorado: Y ahora, ¿quién podrá defenderme? Me queda bien claro que no vendrán en mi auxilio ni la APA-UPEL, ni la Chicago, ni la Vancouver...
         Decidí omitir el muy pertinente epígrafe y aprovecharlo para esta entrada. En todo caso, mientras sigo buscando al verdadero padre del muchacho, me apego al último guiño-comentario hecho por el mismísimo Rosenblat en “¿Diábetes o diabetes?”: E se non è vero è ben trovato.
         En conclusión, los nunca bien ponderados y malqueridos plagios resultan ser, muchas de las veces, casos en los que faltó pericia o atención para citar una perla, o incluir un par de comillas o cursivas que habrían bastado para evitarse malos ratos, y mala fama... Y que lo digan Javier Vidal... o Ricardo Azolar (Los platos del diablo, 1985).


azurybrian@gmail.com



Año III / Nº LXXIV / 21 de septiembre del 2015

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