Leonardo Laverde B.
—En
la oración A Juan se le cayó el lápiz,
¿cuál es el sujeto?
—Juan,
claro.
—No.
—¿Cómo
que no?
—Pues
no.
—¿Entonces
quién va a ser? ¿El lápiz?
Según
diversas investigaciones, el sujeto prototípico del español corresponde, desde
el punto de vista semántico-pragmático (mas no gramatical), a una entidad
humana y específica (Sedano, 2011: 364). Probablemente esta sea la razón por la
que muchas personas, que normalmente identifican al sujeto con facilidad, se
confunden cuando este no corresponde a una persona. La situación se agrava
cuando hay un ser humano en otra parte de la oración.
El
rasgo que distingue inequívocamente el sujeto de otras funciones sintácticas
(salvo el atributo y el complemento predicativo) es la concordancia con el
verbo. En la oración anterior, si sustituimos Juan por ellos el verbo
permanece invariable. Por el contrario, si cambiamos lápiz por lápices, nos
vemos obligados a decir cayeron. Por
lo tanto, el lápiz es el sujeto.
Algo
parecido sucede con el verbo gustar. En oraciones como A mí me gusta el chocolate, existe la tendencia a señalar como
sujeto a mí. Sin embargo, hay tres
razones por las que esto no es posible.
En
primer lugar, mí no es un pronombre
de función sujeto; el correspondiente a la primera persona del singular sería yo.
En
segundo lugar, si cambiamos el mí a
plural (nosotros) el verbo no cambia,
así que debemos buscar el sujeto en otra parte.
Por
último, en el verbo español gustar (a
diferencia de su equivalente like, en
inglés), el sujeto gramatical es quien causa agrado, no quien lo siente. En nuestra
oración, el insolente chocolate se arroga la función de sujeto gramatical,
mientras que el orgulloso ser humano debe contentarse con ser objeto indirecto.
¿Por
qué nos confunde tanto el verbo gustar?
Tal vez porque acostumbramos pensar en los verbos como acciones intencionadas
ejecutadas por alguien. Sin embargo, cuando a mí me gusta alguien (por ejemplo,
la mujer que miro mientras estoy escribiendo esto), sucede algo dentro de mí,
pero en realidad esa persona no está haciendo nada, solo se limita a existir
(¡gracias por eso!).
—Me
gustas —le digo.
—¿Por
qué te gusto?
—¡Dímelo
tú! ¡Eres tú la que me gustas!
llaverde2@gmail.com
Referencias
Sedano,
M. (2011). Manual de gramática del
español con especial referencia al español de Venezuela. Caracas:
Universidad Central de Venezuela.
Año III / Nº LX / 12 de junio del 2015
Leonardo, mas Ritos como este, por favor!!!
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