lunes, 8 de junio de 2015

La rebelión de las cosas o Usted es la culpable [LX]

Leonardo Laverde B.


         —En la oración A Juan se le cayó el lápiz, ¿cuál es el sujeto?
         —Juan, claro.
         —No.
         —¿Cómo que no?
         —Pues no.
         —¿Entonces quién va a ser? ¿El lápiz?
         Según diversas investigaciones, el sujeto prototípico del español corresponde, desde el punto de vista semántico-pragmático (mas no gramatical), a una entidad humana y específica (Sedano, 2011: 364). Probablemente esta sea la razón por la que muchas personas, que normalmente identifican al sujeto con facilidad, se confunden cuando este no corresponde a una persona. La situación se agrava cuando hay un ser humano en otra parte de la oración.
         El rasgo que distingue inequívocamente el sujeto de otras funciones sintácticas (salvo el atributo y el complemento predicativo) es la concordancia con el verbo. En la oración anterior, si sustituimos Juan por ellos el verbo permanece invariable. Por el contrario, si cambiamos lápiz por lápices, nos vemos obligados a decir cayeron. Por lo tanto, el lápiz es el sujeto.
         Algo parecido sucede con el verbo gustar. En oraciones como A mí me gusta el chocolate, existe la tendencia a señalar como sujeto a mí. Sin embargo, hay tres razones por las que esto no es posible.
         En primer lugar, no es un pronombre de función sujeto; el correspondiente a la primera persona del singular sería yo.
         En segundo lugar, si cambiamos el a plural (nosotros) el verbo no cambia, así que debemos buscar el sujeto en otra parte.
         Por último, en el verbo español gustar (a diferencia de su equivalente like, en inglés), el sujeto gramatical es quien causa agrado, no quien lo siente. En nuestra oración, el insolente chocolate se arroga la función de sujeto gramatical, mientras que el orgulloso ser humano debe contentarse con ser objeto indirecto.
         ¿Por qué nos confunde tanto el verbo gustar? Tal vez porque acostumbramos pensar en los verbos como acciones intencionadas ejecutadas por alguien. Sin embargo, cuando a mí me gusta alguien (por ejemplo, la mujer que miro mientras estoy escribiendo esto), sucede algo dentro de mí, pero en realidad esa persona no está haciendo nada, solo se limita a existir (¡gracias por eso!).
         —Me gustas —le digo.
         —¿Por qué te gusto?
         —¡Dímelo tú! ¡Eres la que me gustas!

llaverde2@gmail.com


Referencias

Sedano, M. (2011). Manual de gramática del español con especial referencia al español de Venezuela. Caracas: Universidad Central de Venezuela.




Año III / Nº LX / 12 de junio del 2015

1 comentario: