Laura
Jaramillo
En ocasión
de la Copa América, Chile 2015
Esa
expresión, considerada una máxima militar, es frecuente dentro de contextos
políticos o religiosos, y nos remite a un significado connotativo de desafío o
reto por parte de quien la exprese. Sin embargo, y en un ámbito absolutamente
contrario a los mencionados, podemos observar que en el deporte es bastante
frecuente el uso del lenguaje belicista como herramienta para narrar sus
variados acontecimientos.
Esta particularidad en el discurso
deportivo se puede verificar en las crónicas de beisbol, boxeo, hipismo, pero
muy especialmente en las crónicas de fútbol, que reflejan una extraordinaria
comunión entre el redactor y el lector, es decir, el primero sabe para quién
escribe y el segundo sabe qué va a leer, lo cual da como resultado un
fantástico entramado metafórico.
Las metáforas bélicas son para el
periodista el elemento clave en estas crónicas futbolísticas, porque son el
vehículo perfecto para transportar al lector a ese momento tan emocionante que
vivió y que quiere recordar. Esas metáforas, además de mover todo un
sentimiento, de alegría o de tristeza, activan un mecanismo cognitivo, tanto en
el que escribe como en el que lee.
En este proceso de cognición se apela
constantemente al bagaje cultural, que vive en un lugar llamado memoria a largo
plazo. Esta magnífica memoria es la que permite recordar todo tipo de
información, en especial la deportiva y, por ende, la militar. Es esa memoria
la que facilita esa fantástica comunión entre redactor y lector, porque ambos
manejan la misma información, el mismo fanatismo, el mismo sentimiento.
Si retrocedemos un poco la película,
podremos ver que el fútbol tiene más de 100 años de existencia; sin embargo, su
modo de jugarlo está plasmado en un manual de ejercicios militares, que data de
los siglos II y III antes de Cristo, durante la dinastía china de Han:
Se lo conocía como “Ts’uh Kúh”, y consistía en una bola de cuero rellena
con plumas y pelos, que tenía que ser lanzada con el pie a una pequeña red. Ésta
estaba colocada entre largas varas de bambú, separadas por una apertura de 30 a
40 centímetros. Otra modalidad, descrita en el mismo manual, consistía en que los
jugadores, en su camino a la meta, debían sortear los ataques de un rival, pudiendo
jugar la bola con pies, pecho, espalda y hombros, pero no con la mano[2].
La anterior información, aunque no
totalmente fiel, es una muestra de cómo el fútbol, desde que es fútbol, siempre
ha tenido relación con lo bélico, con lo cual puede inferirse que la guerra
forma parte casi esencial del fútbol, en pocas palabras, pues, el fútbol es la
metáfora de la guerra.
laurajaramilloreal@yahoo.com
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