Luis Roberts
Afiche
francés de 1968. Los traductores cantan:
“No es más que un comienzo, la lucha continúa”
Como yo siempre, bueno, casi siempre, cumplo mis
amenazas, aquí va el tercer artículo dedicado exclusivamente, esta vez, a la
traducción audiovisual y a la IA, hoy la más importante (por volumen) en el
mundo.
Hoy los hablantes se guían por el
idioma “fabricado” en la televisión y el cine y, últimamente, y
desgraciadamente, en las redes sociales. De ahí la gran, la inmensa
responsabilidad de los escribientes y traductores de los textos audiovisuales,
y de los empresarios que propician, financian y se lucran con ello. En mi artículo anterior, citando los consejos
de ASETRAD decía: “Los campos de aplicación de la posedición (por ahora, pues
la IA avanza a pasos agigantados) es útil para textos con lenguaje
estructurado, por lo que suele aplicarse a textos de carácter técnico que se
caracterizan por su objetividad y por no contener giros idiomáticos ni juegos
de palabras, ironía o doble sentido. Existen numerosos contenidos creativos o
idiomáticos que todavía no se prestan a la posedición”.
Es evidente que la traducción
audiovisual está incluida en esta excepción. Al menos por ahora.
Acabo de leer una estupenda novela que
me han regalado (el regalo de Sant Jordi, gracias, Yajaira), de una famosa
escritora irlandesa, ambientada en la Ferrara de mediados del siglo XVI y
traducida por una conocida y excelente traductora. Mi avisado ojo corrector
(deformación profesional) “pilló” un laísmo de primaria y un divertido calco
anacrónico: “Señora, si necesita algo, toque el timbre”. ¿El timbre en el siglo
XVI? Seguro que en inglés decía ring the bell, o sea, “toque la
campana.”. Quiero decir que si la traductora, repito, excelente traductora, se
equivoca, como lo hacemos todos los humanos, errare humanum est, ¿qué se
puede esperar de la inteligencia artificial?
Hace unos días una persona muy cercana
hizo una prueba con la inteligencia artificial con la siguiente frase: It’s
exciting because we’ve only teased Dragonstone. ChatGPT tradujo: “Es
interesante porque sólo hemos insinuado Dragonstone”. Añadiendo de “bonus” que era una idea sin
sentido. DeepL tradujo: “Es emocionante porque solo nos hemos burlado de
Rocadragón”. Dos traducciones erróneas por ignorar el sentido de la palabra tease
en el mundo cinematográfico. La traducción correcta era: “Es emocionante porque
sólo habíamos hecho un avance de Dragonstone”. Yo mismo he hecho estos días una
prueba con algunos de los motores de traducción mejor clasificados en Google,
con un video de un conocido show de la TV americana, lleno de rimas, ironías,
chistes, juegos de palabras, etc., y el resultado es tan, pero tan lamentable,
que no tienen posedición posible.
Hace unos meses hizo mucho ruido en las
redes sociales en España, creo que incluso con la participación de ASETRAD, la
asociación de traductores de España, un subtítulo en inglés de una película
española, cuando una andaluza, con ese acento tan parecido al del oriental
venezolano, dice: “Oye, miarma” (por mi alma, mi amor) y el
subtítulo hecho en Netflix con inteligencia artificial decía: “Hey, my gun!”.
Los comentarios que cada vez con mayor frecuencia aparecen en las redes sobre
los subtítulos de Netflix son demoledores. Netflix pidió disculpas entonces,
pero el problema continúa.
Ya las grandes compañías de televisión,
las cadenas, distribuidoras, vendors, cadenas de streaming, etc.,
están empezando a cancelar a centenares, si no millares, de traductores,
sustituyéndolos por inteligencia artificial y “poseditores”, vulgos
correctores, pagados con tarifas irrisorias y obligados a “poseditar”,
corregir, varias películas en un día, algo materialmente imposible... si se
quiere hacerlo bien, claro. A eso ya me refiero en mi artículo anterior. Pero
si el problema es grave, aún lo es más si tenemos en cuenta en el momento en el
que aparece. Hoy parece que la calidad ya no es un valor importante, un valor
preferencial, ni en el supermercado, ni en la vivienda, ni en la traducción. Si
el consumidor, el lector, el espectador no exige calidad, no habrá calidad,
porque primará siempre la política empresarial de bajos costes y altos
rendimientos. ¿Qué hacer? No hace falta leer a Piketty, ni Los miserables
(aunque hay que hacerlo), para saber que hay que enfrentarse a ello y
resistir. ¿Cómo? Seguro que a todos se les ocurren mil maneras. A mí se me
ocurrió una hace muchos años, desde que ocupo la cátedra de Traducción
Audiovisual en la Universidad Central de Venezuela, pero que nunca he podido
llevar a la práctica, y tal vez ahora sea el momento: crear lobbies,
grupos de presión en redes, en Internet, de espectadores cítricos denunciando
la bazofia, haciéndoles saber a los canales transgresores que su desprecio por
la calidad no es sólo un error lingüístico, sino una falta de respeto al
espectador, al idioma y a nuestra dignidad de hablantes y de traductores. Esa
es la trinchera a la que me refería. Como decían en París en 1968: ce n’est
qu’un debut... Esto no ha hecho más que empezar...
luisroberts@gmail.com
Año
XI / N° CDXXIV / 5 de junio del 2023
Excelente y real
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