Edgardo Malaver Lárez
Silvestre, el papa, y Constantino, el emperador |
Esta mañana murió Benedicto XVI. Había
nacido en 1927 y había dirigido la Iglesia, muerto Juan Pablo II, desde el 2005
hasta el 2013, cuando dimitió con su ya célebre “non ho le forze”. Es apenas el
segundo papa que muere un 31 de diciembre. Silvestre I, el primer pontífice que
no tuvo que esconderse de las autoridades romanas para dirigir a la comunidad
cristiana, también se despidió del mundo en esta fecha del año 335. Durante sus
casi 21 años al timón, reinaron las buenas relaciones con el poder civil, y amainaron
los prejuicios contra los cristianos en la ciudad de Roma.
Son varias las cosas por las que se recuerda
a Silvestre: aunque no hay certeza de ello, se dice que bautizó al emperador Constantino,
que luego legalizó el cristianismo; logró la construcción o readaptación de templos,
con lo cual los cristianos dejaron de orar en escondites, muchos de ellos bajo
la tierra; inició los estudios de lo que ahora se conoce como derecho canónico,
creó la primera escuela romana de canto. Pero hay un aporte de san Silvestre
que nos interesa de manera particular, que es un aporte lingüístico. Puede ser
mínimo, pero aún tiene sus reflejos en algunas de las lenguas romances que
terminarían apareciendo casi mil años después de aquel 31 de diciembre: los nombres de
los días de la semana. Por estas razones y otras, su fiesta se celebra el día
de hoy, empañada ahora por la noticia sobre Benedicto.
Intentando que, en la naciente liturgia,
los días de la semana no llevaran nombres de deidades paganas, Silvestre los
llamó ferias. El lunes, día dedicado por los romanos a la adoración de la
Luna, comenzó a llamarse feria secunda; el martes, día de Marte, dios de
la guerra, feria tertia; el miércoles, día de Mercurio (el Hermes griego,
el mensajero de los dioses), feria quarta; el jueves, día de Júpiter (es
decir, Zeus, padre de todos los dioses), feria quinta, y el viernes, día de
Venus, diosa del amor, feria sexta. El sábado, heredado de los hebreos,
y el domingo, creación cristiana en latín, quedaron intactos.
Es atractivo el hecho de que, considerándolo
a primera vista, en la actualidad el único idioma que conserva estos nombres es
el portugués (¿quizá era el territorio más alejado de la capital del imperio?);
el gallego también, aunque no es unánime. El catalán conserva, con la
modificación natural de los siglos, la fórmula latina: dies lunae, dilluns;
dies martis, dimarts, etc. —en realidad la conserva en todos los
nombres de los días—. El francés y el italiano también han heredado el dies,
pero en posición final —el francés lo extiende a toda la semana—. El español y
el resto de las lenguas derivadas del latín prefirieron quedarse con las raíces
de los nombres paganos... o sus transformaciones.
Hasta el día de hoy, en el calendario
litúrgico católico los días diferentes del sábado y el domingo se llaman ferias,
es decir, días en los cuales, a pesar de lo que nos sugiera la sonoridad actual
de la palabra, no suele haber solemnidades en tiempos ordinarios.
Aquí entra también en la discusión aquella
eterna pregunta que nos hacíamos todos en la edad escolar: ¿cuál es el primer
día de la semana? ¿Por qué en el almanaque (no en todos) ponen el domingo antes
que el lunes? La respuesta la da san Silvestre: si el lunes es la feria
secunda, entonces el domingo ha de ser la primera. Además, antes de la
existencia del cristianismo, el judaísmo nos había enseñado que, después de
trabajar seis días creando todo lo que existe, Dios se tomó el séptimo día, llamado
sábado, para descansar.
A pesar de esto, culturalmente,
contemporáneamente, civilmente, es presumible que después del reconocimiento de
los derechos laborales, como muchísima gente descansa el sábado y el domingo,
tendemos a considerar el lunes como el primer día de la semana. Civilmente, laboralmente,
incluso académicamente. Se puede decir que es otro conteo de los días, que al final
también da siete, pero en otro orden.
La palabra feria, dicho esto, se
nos hace muy interesante. Podemos preguntarnos, por ejemplo: ¿por qué día
feriado significa ‘día de fiesta’, ‘día no laborable’? Porque originalmente,
feria significaba ‘mercado’, un día regular en el que se trabaja, sobre
todo en el intercambio comercial. Los ahora llamados fines de semana en
rigor son para descansar (porque primero se trabaja y después se descansa,
¿no?). ‘Mercado’ es en la actualidad la primera acepción que da el diccionario.
Sin embargo, el sustantivo feria
también significa ‘fiesta’ y nombra a la concentración humana y el ambiente
festivo que se forma en un lugar donde se compra y se vende, se come y se bebe,
se canta y se baila, se celebra. A estos lugares no se va cuando uno está
ocupado. Por eso, los días de fiesta a mitad de semana pueden llamarse, en
general, “días feriados”.
En la antigüedad, el sábado era
inviolable para los judíos (aún lo es para los más ortodoxos). Para el mundo
cristiano, el día sagrado es el domingo porque Jesús resucitó ese día. Y no debe
haberles parecido a los primeros cristianos muy reverente poner el diem
Dominicum, el ‘día del Señor’, al final de la semana.
Son todas estas cosas, algunas, temas que
aparecen y reaparecen, que se recuerdan, que se aclaran, como dice el refrán,
cada muerte de papa. ¡Ah, los papas...! Esta noche de san Silvestre, dentro de
unas pocas horas, estaremos brindando por todo lo que hemos logrado en el 2022 y
tratando de que no duela tanto lo que hemos perdido. Ritos levantará la copa
también por Silvestre, que, sin adivinarlo, nos dio tema para esta Nochevieja casi
1.700 años después de su muerte. Y también por Benedicto, el papa de la razón, que,
obediente, no se apartó de su cáliz hasta el último día.
emalaver@gmail.com
Año
X / N° CDIV / 31 de diciembre del 2022
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