Tumbarrancho. Foto cortesía de mi amiga Blanca, la iluminada |
Los venezolanos pueden ser todo lo que
se les ocurra, habladores de grama, bulleros, pachangueros, cuenteros, pero
jamás serán aburridos.
Esto lo digo por lo curioso de nuestra
gastronomía, no solo la preparación o los ingredientes, sino el nombre que le
ponemos a cada una de las exquisiteces que comemos a diario. Por ejemplo, mi
vecina, la barquisimetana, les dice a las caraotas carolas o carolinas de mónaco.
A esas comidas callejeras y
sabrosísimas, que por más que las hagamos en casa nunca saben igual, les
decimos balas frías o asquerositos. Damos besos de coco montados en un bistec
a caballo. Tenemos una barriga e
vieja (o arepa e vieja), una cuca con su buen tolete de queso bien blandito
y de paso unos huevos chimbos.
La cosa no llega hasta ahí. La
protagonista de todas nuestras comidas, la arepa, tiene los nombres más
metafóricos que podamos imaginar.
Empecemos por la pobre viuda, porque no tiene naitica.
Hay una que es catira, con bastante quesito amarillo rayado y pollito.
Hay una que es perico, y no precisamente por lo habladora que es.
Hay una que incita al juego, la de dominó, y con la que podemos terminar
como la cochina.
Tenemos una pelúa, porque esas mechitas de carne y quesito amarillo se
desbordan deliciosamente.
La famosa reina pepiada, en honor a Susana Duijm. Y si le agregamos queso
amarillo, nos sale una sifrina.
Hay una que debemos tener cuidado de
comer, pues parece que rompe el colchón.
No podemos dejar a un lado a los
ingeniosos maracuchos, quienes tienen un tumbarrancho
que solo ellos pudieron inventar.
Estas son apenas quizás las más
conocidas, pero estoy segura de que hay muchas más que no conocemos. En
Venezuela hay tantas arepas como pueblos, regiones, zonas.
Quisiera saber cómo es la arepa Jorge Reyes y la arepa Roxana Díaz.
Como diría Ricardo Arjona —sí, tengo
esa debilidad—, el problema no son los nombres, el problema es cómo le metemos
el primer dientazo a esas arepotas.
Recordemos un poema hermoso escrito por
Job Pim, titulado precisamente “La arepa” y que expresa con exactitud las
imágenes que acabamos de describir:
En idioma
español, de buena cepa,
‘pan de
maíz’ titúlase la arepa,
pero es
preciso ser de nuestra tierra
para saber
lo que la arepa encierra.
¿Qué señor
extranjero que no sepa
cómo
hablamos aquí podrá creer
que dentro
de una arepa
cabe
cómodamente una mujer?
Pues cabe,
y no ella sola,
sino una
casa, un radio,
una
vitrola, la cesta
del
mercado con lo que traiga dentro,
el
alumbrado, las ropas,
dos o tres
barrigoncitos
y muchas
veces hasta los ‘palitos’”.
laurajaramilloreal@gmail.com
Año VII / N°
CCLIII / 25 de marzo del 2019
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