Luisa Teresa Arenas Salas
Como
les decía en la conclusión del rito anterior, una vez leído el poema “El idioma
castellano”, espero que hayan captado su fino humor asociado a temas
lingüísticos y que hayan reflexionado con base en las interrogantes propuestas
para compartir así sus reflexiones con las mías.
Primero,
una aclaración (nobleza obliga): Rafael Escandón en su obra Curiosidades del idioma, de donde tomé
el texto, no identificó al autor, lo que me llevó a inferir que el poema era
anónimo. Sin embargo, nuestro curioso Edgardo Malaver encontró a su autor, Pablo Parellada y Molas (1855-1944), lo que ratifiqué en un blog denominado Palabras de Poeta. El álbum de poemas de Lemoniestar. Gracias a esto, yo rectifico y todos descubrimos al
comediógrafo, humorista, periodista y dibujante español que utilizaba los
seudónimos “Melitón González” y “Pancho Mendrugo” en sus obras.
Ahora,
la reflexión, en la que desharé las costuras al poema. ¿Es quijotesco?, me
pregunté, y mi respuesta es afirmativa. El poema es quijotesco por su sabiduría lógica, pero (siempre hay un pero)
la lengua no es lógica; es arbitraria, tal como la caracteriza Ferdinand de
Saussure en su teoría del signo lingüístico. El poema especula sobre las
regularidades e irregularidades propias de las lenguas naturales y, específicamente,
de la hoy (23 de abril) mundialmente celebrada lengua española. El autor
pretende arreglar sus irregularidades, propias de los niveles de análisis
lingüístico, como por ejemplo la variedad de género (morfema gramatical) de los
sustantivos y adjetivos regulares en español: “la hembra del cazo es caza / la de velo es una vela / la del correo / correa...”. ¿Qué
diría el soberano al respecto? ¿Soberano profano? ¿Soberano experto?
Es
el usuario quien, con toda la majestad que le da la facultad natural del
lenguaje, crea lengua; quien, sin pensarlo siquiera, establece la norma de uso
de las palabras; quien, involuntariamente, produce los cambios y, a la vez,
mantiene conservadoramente usos tradicionales. Los hablantes de una lengua crean
voces nuevas (neologismos) poniendo en práctica los procesos de creación que
establece el sistema (competencia morfológica), así como añadiendo nuevos
significados a palabras ya existentes (competencia semántica). Ejemplo del
primer caso son los padres que crean nuevos nombres para sus hijos a partir de
sus propios nombres de pila. De Eduardo e Ível, unos amigos bautizaron a su
hijo Edvel, aplicando procesos
lingüísticos denominados composición por acortamiento (Ed-uardo) y aféresis (Í-vel),
es decir, usaron mecanismos morfofonológicos de manera inconsciente. El segundo
caso es la creación semántica por extensión metafórica, como ocurre en el mundo
político venezolano actual: oligarca
(cualquier indigente en este país puede considerarse oligarca), escuálido (no se necesita ser flaco,
macilento para definirse como escuálido).
Claro,
después que el uso constante de una voz se impone, la Academia más la Asociación
de Academias de la Lengua Española (ASALE) decreta, mediante investigación, su
uso general en el español. La Real Academia Española, fundada en 1713, empezó
con el lema criticado por Parellada en el poema: “cual la Academia Española / ‘limpia,
fija y da esplendor’”, y hoy en día, como ASALE, lucha por la unidad del
español.
Pues
bien, el poema trata de algunas dificultades lingüísticas en el español, a
partir de una andanada de ejemplos, para luego concluir con estos versos: “Ya
basta para quedar / convencido el más profano, / que el idioma castellano /
tiene mucho que arreglar”. Pero no se trata de arreglar sino de comprender, a
través de la observación y el estudio del sistema lingüístico español, las
irregularidades a las que se refiere el autor ufanándose al decir: “pero yo lo
hago mejor / y no son ganas de hablar / pues les voy a demostrar / que es
preciso meter mano / al idioma castellano / donde hay mucho que arreglar”.
Y
“el meter mano” viene asido a la ciencia lingüística para justificar la impertinencia
de esas soluciones implícitas en los ejemplos a lo largo del poema, sobre lo
cual disertaremos en una próxima entrega. ¿Qué aspectos podemos tratar? El
género en castellano y su diferencia con el sexo (nivel gramatical), el acento
y fenómenos semánticos (nivel fonosemántico), la homonimia y la paronimia
(fenómenos morfofonosemánticos), “la sílaba on” (¿sílaba?) para la formación de
aumentativos: Ramón, *ramo grande; ratón, *un gran rato (morfología).
Nuevamente,
invito a los lectores de Ritos de Ilación
a pensar y enviar sus reflexiones para confrontar nuestras ideas en la próxima
entrega.
23 de abril de 2016
Continuará...
ue.eim.ucv@gmail.com
Año
IV / N° CVI / 2 de mayo del 2016
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