lunes, 21 de enero de 2019

La pragmática de la abuela [CCXLIV]

Daniel Álvarez


¿La Luz de los Andes no habrá sido afásica? Monumento
a la loca Luz Caraballo, en Mérida, Venezuela



         Siguiendo el rastro del profesor Edgardo, me topé con un rito que despertó un deseo que yacía acobijado en lo más profundo de mi mente. Desde hace tiempo tenía la intención de escribir un rito dedicado a esos “regalos” que el profesor Edgardo define como “un padre en menor grado”. Esa “aviola”, dicho en latín, que para más de uno fue, o aún es, como una segunda madre. Esas personas que tienen tanta historia para contar, tantos cuentos interesantes, tanta sabiduría de la vieja escuela. Algunas llegan a una etapa, en la cual entenderlas se torna un juego de acertijos y adivinanzas.
         ¿Qué sería de nosotros sin la ayuda de la competencia pragmática? ¿Cómo entenderíamos a aquella abuela octogenaria, que, para hablarte de una cosa, te nombra otra? ¿Cómo entenderíamos a esa fruta arrugadita, a esa viejita que va por el octavo o noveno piso y aparenta tener la fuerza para seguir subiendo más escalones? ¿Cómo saber qué quiere decir ella con el calentador, o el reloj, o el teléfono, cuando te está hablando de un aparato diferente?
         A veces, pareciera que, para estos sabios veteranos, la tecnología es un aparato multifuncional que puede ser denominado con múltiples nombres que siempre representan el mismo objeto. Muchas otras veces, creo que toman uno de los semas que componen el significado de una palabra y lo usan en lugar de ella. Algo así como denominar un todo por un algo que lo caracteriza. De allí que le digan calentador al microondas, solo porque calienta. En otras ocasiones, solo pareciera que seleccionan, de manera aleatoria, una de las palabras de un mismo campo de significación y la utilizan para representar cualquier otro objeto perteneciente al mismo campo.
         No obstante, me topé con un concepto que, a mi opinión, representa lo que les sucede a nuestros queridos abuelitos. Se trata de un trastorno lingüístico (afasia) conocido como anomia o afasia amnésica o afasia nominal. Wikipedia lo define como “un desorden neuropsicológico, caracterizado por la dificultad para recordar los nombres de las cosas”. Dicho de otro modo, es una incapacidad selectiva para usar determinadas palabras, un trastorno del lenguaje que impide llamar a las cosas por su nombre. Suele producirse naturalmente alcanzada cierta edad, a partir de la cual la persona comienza a sufrir un grado leve o moderado de anomia. Anatómicamente, es un fenómeno asociado a la “zona de mediación”, aquella parte del cerebro relacionada con los significados léxicamente codificados y con las representaciones de las imágenes acústico-articulatorias.
         Así pues, me di cuenta de que mi abuela no se estaba volviendo loca, y descarté la posibilidad de una enfermedad más grave. Solo se trata de un olvido selectivo y no persistente, que nos hace poner en marcha nuestros procesos inferenciales para lograr determinar a qué se quiere referir con su léxico particular. Gracias a aquellas marcas ostensivas, a aquellos factores extralingüísticos que maquillan el habla, es que logramos entender a ese viejito, que ha visto pasar tantas décadas, tantas modas, tantas evoluciones tecnológicas, en fin, tantos cambios, que los han hecho sentir extranjeros en su propio mundo.
         Nosotros jóvenes vamos pa esa. ¿cuántos de nosotros ya no padecemos de una afasia anómica prematura?

danielalejandro.alba@gmail.com



Año VI / N° CCXLIV / 21 de enero del 2019



  
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