Edgardo Malaver
A un mismo tiempo, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha es un libro feliz y
desafortunado. Es tan feliz que, 410 años después de su edición príncipe, sigue
celebrándose, como si fuera el natalicio de una persona importante, su primera
salida de la imprenta. En todo este tiempo, ¿qué no ha hecho Don Quijote en el mundo, qué monstruo no
ha derrumbado, en qué pendencia no se ha involucrado, qué injusticia no ha
combatido? El 3 de febrero de este año se cumplieron 400 años de la segunda
parte, que es también como su segunda salida, la que Cervantes hizo para poner
los puntos sobre las íes con respecto a su autoría.
Y es un libro desafortunado porque a pesar
de su fama de joya de la literatura del mundo entero, muy poca gente lo lee. Y
muchos que hablan de él simplemente repiten, con pocas modificaciones, lo que
han oído decir a otros. Se suman con esta actitud a la procesión de cegatos que
se oponen, con ínfulas modernas y postmodernas, a curiosear en un tesoro que
los sacaría a la luz que rebosa el espíritu humano.
Desafortunada es también la frase más
citada de la obra, la cual ni siquiera se cita tal como aparece en la novela.
Cuando alguien que no ha leído Don
Quijote quiere presumir de haberlo hecho, hablará de él diciendo, por
ejemplo, que el afamado hidalgo iba por ahí “deshaciendo entuertos”. ¿Qué
significa esto?
En realidad no significa nada porque no
tiene sentido. Lo que dice en la obra, en primer lugar, no es entuertos, sino tuertos. Y no dice deshacer,
sino, como se decía en el siglo XVII, desfacer,
o incluso desfazer. También dice en
algunos puntos enderezar tuertos, que
sería mucho más lógico, pero esto no llega nunca a oídos tan desinteresados en
lo que están diciendo.
La primera vez que aparece
esta expresión en Don Quijote es en
el soneto que le dedica Solisdán a nuestro protagonista, en esa doblemente
ficticia parte del libro, que algunas ediciones llaman “Versos preliminares”,
en que personajes de otras obras de caballería se dirigen al justiciero Alonso
Quijano y otros personajes, les hacen alabanzas y dialogan con ellos. Solisdán,
el héroe de Espejo de príncipes y
caballeros (1555), le ha escrito a don Quijote: “Serán vuesas fazañas
joeces, / pues tuertos desfaciendo habéis andado” (Cervantes, 2005, 24). Francisco
Rico explica en una de sus notas a la edición cuatricentenaria: “La palabra entuerto, que se ha hecho popular [...],
no aparece nunca en la obra” (2005, 24). Agrega Rico que en la época de
Cervantes entuerto significaba
‘retorcijones del embarazo’.
He ahí la clave.
Fíjese usted: la raíz de tuerto (tuert- o tort-), es, aunque no lo parezca por los rasgos latinos que
conserva, la misma de torcer y todos
sus derivados, con lo cual podemos deducir ya que tuerto ha de significar ‘torcido’. Podríamos entenderlo como un
participio irregular de torcer (lo
que pasa con romper y roto, elegir y electo, freír y frito).
Usted habrá sentido alguna vez un retorcijón (o aun retortijón), es decir, habrá sentido que se le tuercen las tripas. También
habrá tenido tortícolis, tort-colis,
el cuello torcido. Y se habrá visto en alguna situación que es para usted una tortura o habrá conocido a alguien que
tiene un pasado tortuoso. Todas esas
palabras tienen esa raíz. Hasta la sencilla y cotidiana palabra torta, según algunos autores, guarda su
parentesco con esas torceduras, si pensamos que la masa con que se hace es resultado
de una buena sesión de revolvimientos y batidas.
Teniendo en mente todo este paradigma,
tiene sentido el uso del verbo enderezar
en la expresión que utiliza Cervantes: desfacer
tuertos es, entonces, para don
Quijote, enderezar lo que está
torcido: las injusticias, los agravios, la inhumanidad.
La siguiente vez que el narrador acude a la
expresión es en el segundo capítulo cuando dice: “no quiso aguardar más tiempo
a poner en efecto su pensamiento, aprentándole a ello la falta que él pensaba
que hacía en el mundo su tardanza, según eran los agravios que pensaba
desfacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar y abusos que mejorar y
deudas que satisfacer” (Cervantes, 2005, 34). Semejante actitud luce, cuando
menos, desproporcionada... es un tuerto en sí misma.
La usa, por lo menos, otras nueve veces en
toda la obra, pero nunca utiliza entuerto.
Póngase
a pensar: ¿qué cita recuerda usted de Don
Quijote? ¿La cita bien? ¿Está seguro de lo que está diciendo? ¿De veras viene
de la obra de Cervantes? Si su respuesta es que no o que no está seguro, quizá tenga
usted un tuerto que enderezar en su relación con los libros.
Bibliografía
Cervantes, M. (2005). El ingenioso hidalgo don Quijote de la
Mancha. Madrid: Real
Academia de la Lengua.
Academia de la Lengua.
Rico, F. (2005). “Notas [a Don Quijote]”. En Cervantes, M. El ingenioso hidalgo
don Quijote de la Mancha. Madrid: Real Academia de la Lengua.
don Quijote de la Mancha. Madrid: Real Academia de la Lengua.
emalaver@gmail.com
Año II / Nº XVI / 4 de agosto del 2014
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