martes, 5 de agosto de 2014

Desfazedor de tuertos [XVI]

Edgardo Malaver



     A un mismo tiempo, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha es un libro feliz y desafortunado. Es tan feliz que, 410 años después de su edición príncipe, sigue celebrándose, como si fuera el natalicio de una persona importante, su primera salida de la imprenta. En todo este tiempo, ¿qué no ha hecho Don Quijote en el mundo, qué monstruo no ha derrumbado, en qué pendencia no se ha involucrado, qué injusticia no ha combatido? El 3 de febrero de este año se cumplieron 400 años de la segunda parte, que es también como su segunda salida, la que Cervantes hizo para poner los puntos sobre las íes con respecto a su autoría.
     Y es un libro desafortunado porque a pesar de su fama de joya de la literatura del mundo entero, muy poca gente lo lee. Y muchos que hablan de él simplemente repiten, con pocas modificaciones, lo que han oído decir a otros. Se suman con esta actitud a la procesión de cegatos que se oponen, con ínfulas modernas y postmodernas, a curiosear en un tesoro que los sacaría a la luz que rebosa el espíritu humano.
     Desafortunada es también la frase más citada de la obra, la cual ni siquiera se cita tal como aparece en la novela. Cuando alguien que no ha leído Don Quijote quiere presumir de haberlo hecho, hablará de él diciendo, por ejemplo, que el afamado hidalgo iba por ahí “deshaciendo entuertos”. ¿Qué significa esto?
     En realidad no significa nada porque no tiene sentido. Lo que dice en la obra, en primer lugar, no es entuertos, sino tuertos. Y no dice deshacer, sino, como se decía en el siglo XVII, desfacer, o incluso desfazer. También dice en algunos puntos enderezar tuertos, que sería mucho más lógico, pero esto no llega nunca a oídos tan desinteresados en lo que están diciendo.
     La primera vez que aparece esta expresión en Don Quijote es en el soneto que le dedica Solisdán a nuestro protagonista, en esa doblemente ficticia parte del libro, que algunas ediciones llaman “Versos preliminares”, en que personajes de otras obras de caballería se dirigen al justiciero Alonso Quijano y otros personajes, les hacen alabanzas y dialogan con ellos. Solisdán, el héroe de Espejo de príncipes y caballeros (1555), le ha escrito a don Quijote: “Serán vuesas fazañas joeces, / pues tuertos desfaciendo habéis andado” (Cervantes, 2005, 24). Francisco Rico explica en una de sus notas a la edición cuatricentenaria: “La palabra entuerto, que se ha hecho popular [...], no aparece nunca en la obra” (2005, 24). Agrega Rico que en la época de Cervantes entuerto significaba ‘retorcijones del embarazo’.
     He ahí la clave. Fíjese usted: la raíz de tuerto (tuert- o tort-), es, aunque no lo parezca por los rasgos latinos que conserva, la misma de torcer y todos sus derivados, con lo cual podemos deducir ya que tuerto ha de significar ‘torcido’. Podríamos entenderlo como un participio irregular de torcer (lo que pasa con romper y roto, elegir y electo, freír y frito).
     Usted habrá sentido alguna vez un retorcijón (o aun retortijón), es decir, habrá sentido que se le tuercen las tripas. También habrá tenido tortícolis, tort-colis, el cuello torcido. Y se habrá visto en alguna situación que es para usted una tortura o habrá conocido a alguien que tiene un pasado tortuoso. Todas esas palabras tienen esa raíz. Hasta la sencilla y cotidiana palabra torta, según algunos autores, guarda su parentesco con esas torceduras, si pensamos que la masa con que se hace es resultado de una buena sesión de revolvimientos y batidas.
     Teniendo en mente todo este paradigma, tiene sentido el uso del verbo enderezar en la expresión que utiliza Cervantes: desfacer tuertos es, entonces, para don Quijote, enderezar lo que está torcido: las injusticias, los agravios, la inhumanidad.
     La siguiente vez que el narrador acude a la expresión es en el segundo capítulo cuando dice: “no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento, aprentándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, según eran los agravios que pensaba desfacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar y abusos que mejorar y deudas que satisfacer” (Cervantes, 2005, 34). Semejante actitud luce, cuando menos, desproporcionada... es un tuerto en sí misma.
     La usa, por lo menos, otras nueve veces en toda la obra, pero nunca utiliza entuerto.
     Póngase a pensar: ¿qué cita recuerda usted de Don Quijote? ¿La cita bien? ¿Está seguro de lo que está diciendo? ¿De veras viene de la obra de Cervantes? Si su respuesta es que no o que no está seguro, quizá tenga usted un tuerto que enderezar en su relación con los libros.


Bibliografía
Cervantes, M. (2005). El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Madrid: Real
    Academia de la Lengua.
Rico, F. (2005). “Notas [a Don Quijote]”. En Cervantes, M. El ingenioso hidalgo
    don Quijote de la Mancha. Madrid: Real Academia de la Lengua.


emalaver@gmail.com




Año II / Nº XVI / 4 de agosto del 2014

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